El Universal

Cansados y sin zapatos... llegan a la Ciudad de México

En Iztacalco, cientos descansan antes de continuar su viaje hacia EU

- TERESA MORENO —justiciays­ociedad@eluniversa­l.com.mx

Cansados, con los pies lastimados, sin dinero pero con la esperanza de mejorar sus vidas y las de sus familias, así iniciaron su arribo a la Ciudad de México cerca de 940 migrantes de origen centroamer­icano que forman parte del éxodo que busca llegar a Estados Unidos como la única esperanza de salir de la pobreza.

Recostados en las gradas del estadio Jesús Martínez Palillo, en la alcaldía de Iztacalco, migrantes que vienen desde Honduras, principalm­ente, han caminado tanto, que a muchos de ellos se les han acabado sus zapatos y tienen que continuar en sandalias de baño o descalzos.

Así le pasó a Kenia Alvarado, de 21 años, originaria de San Pedro Sula, Honduras: “Mi madre me dijo: ‘En manos de Dios te dejo, y que Dios vaya con vos’. De lo que traje de Honduras ya no tengo nada, incluso ayer caminé descalza desde Oaxaca. Se rompieron mis zapatos”.

“Tengo dos hijos: una niña de 7 años y un bebé de 2 añitos, a los que dejé con mis papás.

“No tenía trabajo y por eso decidí unirme a la caravana”, afirma.

Kenia agradece a personas desconocid­as que la apoyaron en el camino: “Mi meta es llegar al [estado de] North Carolina, ahí tengo cuatro tíos”, señaló.

Se escuchan palabras de aliento para recibir a los migrantes: “¿Ya comiste, hermano?”, “¿algo de alimento?”, “¡cuídate mucho!”, “abre tu corazón para sanar tu alma y tu espíritu”, les dicen los que deciden apoyar a los centroamer­icanos.

Sicólogos en el albergue organizan terapias antiestrés, en especial para los niños. Dos de ellos son los hijos de Ever Hernández, originario de Olancho, Honduras.

Hernández viaja con su esposa Sandra Yesenia y sus dos hijos: Jeremy, de cinco años, y Ashley Janeth, de 10, que dibujan y colorean en hojas de papel que les prestan en el campamento.

“En nuestro país [Honduras] no tenemos lo suficiente para darles el sustento a nuestros hijos, para darles una vida digna. Yo era trailero y operador de maquinaria pesada, pero no tenía empleo. Vamos buscando el sueño americano y a ver qué dice Dios”, comenta.

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En el albergue ubicado en el estadio Jesús Martínez Palillo, en Iztacalco, sicólogos organizaro­n terapias antiestrés, en especial para los niños.

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