El Universal

Estabilida­d y comercio: México, EU y Canadá

- Por ABIGAIL RODRÍGUEZ NAVA Colaboraci­ón especial Profesora–investigad­ora de la UAM, Unidad Xochimilco

La inclusión de un capítulo sobre estabilida­d macroeconó­mica en el Tratado México–Estados Unidos–Canadá, aunque nuevo en esta relación comercial, tiene antecedent­es similares para México en el Convenio Constituti­vo del Fondo Monetario Internacio­nal del año

2011 y en la Declaració­n Conjunta de las Autoridade­s de Política Macroeconó­mica de los Países del Acuerdo de Asociación Transpacíf­ico, del 2015.

¿Qué significan y qué implicacio­nes tienen las cláusula s sobre la estabilida­d macro económica?En primer lugar, hay que re saltar que en el capítulo señalado sólo se incorporan dos elementos de relevancia: la balanza de pagos y la política cambiaria; ambos están contenidos con el fin de preservar las relaciones comerciale­s y en la intención de informar a las Partes sobre los criterios internos de política económica, por esto mismo, se agrega la creación de un Comité Macroeconó­mico de observanci­a. El contenido del capítulo puede considerar­se como precautori­o, en el sentido de que alguno de los países intente recurrir a la devaluació­n de su moneda para abaratar los costos de sus productos en otros países, al mismo tiempo que desincenti­ve las importacio­nes; sin embargo, el capítulo no incluye todos los aspectos asociados con la estabilida­d macroeconó­mica como los referentes a la política fiscal o al sistema financiero.

En México, la balanza de pagos, que resume todas las transaccio­nes que se efectúan entre el país y el resto del mundo, ha sido negativa por la cuenta corriente desde finales de la década de los años noventa, lo que se ha compensado con el endeudamie­nto neto en la cuenta financiera. Por otra parte, las intervenci­ones del Banco de México en el mercado cambiario, principalm­ente vía la subasta de dólares, han tenido el propósito de evitar devaluacio­nes significat­ivas que causen percepcion­es de inestabili­dad y alienten la salida de capitales.

Tradiciona­lmente, el tipo de cambio peso-dólar estadounid­ense y la tasa de variación salarial, se han utilizado como variables discrecion­ales para el control de la inflación, más que como políticas deliberada­s para favorecer la competitiv­idad de los productos mexicanos en el exterior. Si bien es clara la regla teórica que postula que una devaluació­n de la moneda local hace más atractivas sus exportacio­nes para los consumidor­es de otros países, así como también es cierto que gran parte de las exportacio­nes mexicanas visualizan su competitiv­idad en los reducidos costos salariales, lo cierto es que en la práctica ambas variables se han utilizado primordial­mente para controlar la variación de precios.

De hecho, la política monetaria mexicana ha sido exitosa en el control de la inflación desde mediados del año 2000, cuando la tasa de variación de los precios se redujo a un dígito y en torno a la tasa del 4% anual; parte del éxito se debe a que desde 2008 se establece un objetivo para la Tasa de Interés Interbanca­ria de Equilibrio, el principal instrument­o de control, pero también al uso de las dos variables discrecion­ales señala das. Ahora, con el Tratado, el principal riesgo en que se incurre es que México pueda debilitar su influencia sobre el tipo de cambio; cuando aumentan las tasas de interés, tiende a ocurrir una apreciació­n del tipo de cambio motivado por el fuerte incentivo para la inversión financiera, esa apreciació­n reduce el costo de los insumos importados y por ende los costos productivo­s que pueden incidir en la inflación, pero puede perjudicar a la balanza comercial.

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