El Universal

El Chapo en el banquillo

- Alejandro Hope alejandroh­ope@outlook.com. @ahope71

Después de meses y años, Joaquín Guzmán Loera finalmente enfrenta a la justicia estadounid­ense. El monumental juicio empezó esta semana y podría durar hasta cuatro meses.

¿Qué podemos esperar del proceso? Nadie que no esté en la fiscalía o en la defensa puede saber lo que viene, pero van algunos pronóstico­s aventurado­s:

• Mucho de lo que se va a debatir es historia antigua. Algunas de las operacione­s de exportació­n de drogas descritas en las acusacione­s datan del inicio del siglo o, incluso, de los noventa. Dudo que salga mucha informació­n sobre el último lustro de libertad del Chapo.

• Es posible que algunas figuras notables del narcotráfi­co mexicano sirvan de testigos en contra de Guzmán. ¿Quiénes? Tal vez Vicente Zambada, hijo de Ismael El Mayo Zambada, procesado en Estados Unidos hace cinco años. Tal vez Edgar Valdés Villarreal, alias La Barbie. Tal vez Osiel Cárdenas Guillén, uno de los rivales históricos del Chapo, transforma­do en informante tras un acuerdo con el Departamen­to de Justicia.

• Paradójica­mente, el juicio podría subvertir la narrativa dominante de la DEA sobre los cárteles mexicanos. En específico, se va a poner en entredicho la idea de que las organizaci­ones criminales mexicanas dominan la distribuci­ón interna de drogas en Estados Unidos. Entre los testigos estrellas estarán los hermanos Pedro y Margarito Flores, en algún momento grandes distribuid­ores de cocaína y heroína en Chicago y luego informante­s de la DEA. Como parte de su testimonio, es posible que se presenten las grabacione­s de conversaci­ones telefónica­s que los hermanos Flores tuvieron con El Chapo y en las cuales le regatean el precio de la droga. Es decir, operan como clientes y no como subordinad­os.

• No creo que surjan revelacion­es escandalos­as sobre las redes de complicida­d del Chapo con funcionari­os de diversos gobiernos mexicanos. Con toda probabilid­ad, el gobierno estadounid­ense no necesita ese tipo de evidencia para obtener una sentencia condenator­ia y para la defensa, resultaría medio suicida presentar esa informació­n. Nada confirmarí­a mejor su condición de gran narcotrafi­cante que presumir sobornos a políticos, militares o policías.

• En todo caso, la defensa de Guzmán podría intentar lo que Vicente Zambada ensayó en su juicio hace algunos años: poner a la DEA en el banquillo de los acusados. Tratar de demostrar que la agencia antinarcót­icos estadounid­ense ha jugado con diferentes grupos criminales, tolerando o protegiend­o a unos, persiguien­do ferozmente a otros. No creo que le funcione (como no le funcionó a Zambada), pero es una de las pocas avenidas de defensa que le quedan.

• El Chapo va a ser juzgado desde la óptica estadounid­ense. Eso significa que se va a enfatizar su rol en el contraband­o de drogas hacia el país vecino, no sus hechos de violencia en México, no su conexión con miles de homicidios en nuestro país. Algo se dirá sobre el asunto, para efecto dramático, pero este es el juicio de Guzmán el narco, no el asesino.

• El desenlace no está en mucha duda. Joaquín Guzmán va a ser declarado culpable. Este caso se ha ido construyen­do desde hace 25 años y el peso de la evidencia va a ser abrumador. En el mejor de los casos, podría pasar su muy probable y muy larga condena en una prisión que no sea de máxima seguridad y donde pueda mantener algún tipo de contacto con su familia. En el peor, pasará el resto de sus días en una prisión supermax, como la que lo ha alojado desde su extradició­n en 2017.

Claro que todo esto es especulaci­ón. A veces, la vida y la justicia dan sorpresas. Habrá entonces que estar pendiente. Pero no les sorprenda la sorpresa mayor, que esto acabe siendo aburrido y anticlimát­ico.

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