El Universal

Cuando la vida se grababa en una cámara Súper 8

Antes de los celulares, en los años 60 y 70, existía una cámara que atrapaba los mejores momentos. Permitía hacer películas de 10 minutos y se les podía añadir sonido

- CARLOS VILLASANA Y RUTH GÓMEZ

Antes de los celulares, no siempre fue cotidiano poder reproducir un video las veces que se quisiera. Si bien la historia de la cinematogr­afía inició a finales del siglo XIX, el uso amateur de las cámaras fue a mediados de los 60, con la cámara súper 8.

La investigac­ión que Álvaro Vázquez Mantecón hecha para la Filmoteca de la UNAM, el autor afirma que “el formato de película súper 8 salió al mercado en 1965 por la marca Kodak. Sólo estaba perforada de un lado de la cinta, por lo que se podía usar el extremo sin perforacio­nes para añadir una banda magnética de sonido.

“El nuevo formato significó una revolución porque permitía a los cineastas amateurs aspirar a crear un cine sonoro...”, escribe Vázquez.

Fue en 1975 que surgieron en el mercado cámaras para grabar imágenes y sonido multáneos.

Las marcas que incursiona­ron en la venta de súper 8 fueron Kodak, Canon, Bolex, Bell&Howell, AGFA, Minolta y Sanyo, el precio era entre los mil 800 y los 7 mil pesos [el dólar estaba en 12.50 pesos, antes de que le quitaran tres ceros a la moneda].

Las más sofisticad­as tenían control de zoom eléctrico, ya no manual.

Este formato era común para grabar bautizos, bodas, fiestas, paseos o eventos deportivos en películas de 8 a 10 minutos de duración.

A partir de 1968, quienes podían grabar empezaron a registrar aquello que estaba prohibido, así inició la generación de historias distintas al cine comercial, sin control gubernamen­tal, además se podían difundir, proyectar y hasta premiar.

Entre los años setenta y ochenta se hicieron más de 200 películas en este formato; a veces surgían desde la UNAM o se grababan en centros culturales independie­ntes.

Algunas de estas cintas fueron: “El Asunto”, “Fragmentos” o “Los años duros” de Gabriel Retes. “La segunda primera matriz” de Alfredo Gurrola, “Mi casa de altos techos” de David Celestinos, “Jícama” de Sergio Díaz Zubieta y O. Santos, entre otras.

Sin embargo, pocos copiaron sus cintas y prácticame­nte no se preservaro­n en los acervos fílmicos, explica en su libro Álvaro Vázquez, ya que el proceso de revelado y copia de los rollos súper 8 solían ser elevados. Fue en 1989 que la compañía Kodak suspendió su revelado.

Hoy, estudiante­s y creadores de artes visuales, cine o fotografía han retomado el súper 8 por nostalgia, pues dicen que la estética que da transporta a diferentes épocas. Se caracteriz­a por ser granuloso, tipo “puntos” sobre la imagen cuando se reproduce.

Dicen que su uso genera un compromiso en la creación de la obra porque se debe trabajar bien desde la primera toma, puesno hay manera de regrabar y su revelado siempre ha tenido un precio elevado.

Actualment­e en algunos tianguis aún podemos encontrar estas cámaras entre los 500 y los mil pesos y los rollos en 50 y hasta 100 pesos.

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Público en las gradas durante el Gran Premio Fórmula 1 en 1966. A la derecha, el aficionado con gorra graba con la cámara de moda en los 60, una súper 8.

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