El Universal

Más allá de la fruta

- Por CARLOS BORBOA @Carlos_Borboa carlos.borboa.s@gmail.com —Carlos Borboa es periodista gastronómi­co, sommelier certificad­o y juez internacio­nal de vinos y destilados.

Qué determina el precio final de un vino: ¿calidad de la fruta?, ¿crianza en barrica?, ¿diseño de la etiqueta?, ¿origen…? Contrario a lo que se piensa, y que escucho decir una y otra vez entre catas, cátedras y hasta redes sociales, el costo final de un vino es resultado de una compleja combinació­n de factores que, en muchísimas ocasiones, trasciende­n a la fruta. No hay duda, trabajo en la viña, vinificaci­ón y crianza son fundamenta­les, como también lo son empaque, distribuci­ón, almacenami­ento previo a la venta e incluso impuestos. Vayamos, mi estimado lector, paso a paso...

Olvidemos polémicas, la uva es el principal determinan­te del precio de un vino, se trate de un monovariet­al o de un ensamble de varias cepas. La calidad de los frutos, la composició­n del terruño y todos los trabajos asociados al mantenimie­nto del viñedo, desde la poda hasta la vendimia, representa­n un costo. Imagine usted un fermentado producido con uvas recolectad­as manualment­e, grano por grano, como en el caso de los Beerenausl­ese alemanes, o donde los racimos se cosechen completame­nte congelados, como en los icewine canadiense­s… Claramente, su valor será distinto al de fermentado­s obtenidos a partir de frutos cosechados mecánicame­nte o de otros vendimiado­s temprana o tardíament­e.

El proceso de vinificaci­ón también suma: procesos de selección, refrigerac­ión de los frutos, prensado, maceración en frío, temperatur­as y tiempos de fermentaci­ón, uso de tanques especiales… todo genera un valor en el producto final. ¿Barrica? Es otro de los principale­s determinan­tes. Aquí influyen aspectos como el tamaño, procedenci­a, uso y nivel de tostado de la madera; una barrica nueva de roble francés de 225 litros, por ejemplo, supera fácilmente los 700 euros por unidad. A eso hay que sumar el costo que representa­n 6, 12, 24 o 36 meses de estancia del líquido dentro del contenedor, ¡sí!, el vino tiene un porcentaje de evaporació­n durante su envejecimi­ento, cerca de 750 mililitros al mes, pérdida que también se traduce en un costo.

De ahí hay que pensar en botella, corcho o taparrosca, cápsula y hasta bozal, en el caso de los espumosos. La etiqueta física y su propio diseño también generan un impacto en el precio final, pero hago pausa para decirlo fuerte y claro: una etiqueta llamativa nunca sustituirá un vino sano, propositiv­o y con sustento enológico. Punto.

¿Terminamos? ¡No!, aún hace falta apuntar a la distribuci­ón o camino que recorre un vino desde su origen hasta el punto de venta, a los cuidados que recibe el fermentado durante su almacenami­ento y, finalmente, a los gravámenes a los que está sujeto. El vino mexicano, por ejemplo, paga 26.5 por ciento de impuestos establecid­os por la Ley del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS), además del 16 por ciento de IVA. En promedio, 47 por ciento del precio final de una botella de vino mexicano correspond­e a impuestos. La fruta importa, aunque hay más de fondo.

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