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Te decimos todos los criterios que debes considerar al momento de elegir la escuela que te enseñará a conducir
Iniciar nuestro historial al volante es, para la gran mayoría de los primerizos, una etapa de tensión y errores. Resulta común que busquemos aprender bajo la tutela de algún pariente, pero esta costumbre puede llevarnos a incorporar vicios en nuestra práctica. Una cultura vial en la cual las capacidades de sus participantes nacen de la improvisación genera un resultado acorde. En México ocurren cerca de un cuarto de millón de colisiones vehiculares al año. Tan solo en 2017, el INEGI guarda registro de 47 mil impactos de vehículo contra objeto fijo, al cual difícilmente se le puede culpar de atravesarse al paso.
A nivel nacional, ocurren al año más de cuatro mil fallecimientos en accidentes de tránsito. Tan solo en la Ciudad de México se contabilizaron el año pasado 203 defunciones por esta causa, y, de estos, 188 resultaron imputables a la responsabilidad del conductor.
En cualquier actividad donde se presenta riesgo de vida, sea en un ambiente industrial, en los ámbitos militar o policial, deportivo o aeronáutico resulta obvio que es indispensable el apegarse a parámetros de seguridad, así como a protocolos de capacitación.
Lo asumimos como algo normal para actividades de ese tipo pero, al conducir, nos parece algo tan común que pareciera no formar parte de este riesgo. “Todo el mundo lo hace” es un criterio desafortunado.
En este orden de costumbres, es práctica común al empezar a manejar que sean familiares o amigos quienes nos enseñen, a pesar de que no cuenten con capacitación en esta práctica, sino meramente un cúmulo de horas tras el volante. Peor aún, al carecer de preparación profesional simplemente vamos mimetizando los malos hábitos tanto de quien nos dio las primeras experiencias como de un entorno de conductores que, a falta de mejor calificativo, son brutales, cuando no absolutamente irracionales. Cambios de carril sin avisar, llevar el pie en el freno de forma sostenida, rangos de velocidad excesiva o temerariamente baja en viaductos, además de una falta de cortesía rayando en lo salvaje son solo algunos factores que, al carecer de capacitación, iremos adoptando como regulares, inclusive deseables.
Una de las causas raíz de esta situación es la facilidad con que se obtiene la licencia de conducir, sin capacitación, situación que según expertos en seguridad tiene muchos riesgos.
Para LatinNCAP, el programa de evaluación de vehículos nuevos de Latinoamérica, a nivel social y legal falta establecer claramente que tener una licencia de conducir no es un derecho, sino un privilegio que la sociedad otorga a quien la logra aprobar y pasar las exigencias mínimas. En opinión de su Secretario General, Alejandro Furas, “como privilegio que debe ser la licencia, debe controlarse por puntos; y, como privilegio que es, se puede perder fácilmente” comenta.
En opinión de LatinNcap debe haber un examen de conducción para obtener la licencia de conducción y el mismo debe tener como pre-re- quisito un mínimo de horas en clases teóricas y lecciones practicas también. “Esto es parte de unos de los pilares de la Década de Acción de las Naciones Unidas que México incumple” añade su Secretario General.
Para Jorge González, de Escuela Panamericana de Manejo, el gran inconveniente de aprender a manejar con un amigo o familiar está en la falta de preparación e, inclusive en ocasiones, una consecuencia adicional es el distanciamiento por la frustración en este proceso.
“El alumno no aprende, pues el padre o amigo no tiene preparación, paciencia y, sobre todo, el conocimiento teórico. Nos comentan, que en muchos casos, acaban peleando”, asegura.
Un instructor de manejo requiere capacitación y psicología, comenta González: “Cada Aprender con un familiar puede causar vicios. El organismo LatinNCAP considera que la obtención de la licencia de manejo debería ser un privilegio y no un derecho, como en la actualidad.