El Universal

Francisco Martín Moreno

¿Tren Maya...? ¡No! ¿Sitios arqueológi­cos? ¡Sí!

- @fmartinmor­eno www.franciscom­artinmoren­o.com

El presidente López Obrador (nada de “electo” porque el otro ya se esfumó...) propuso construir un tren rápido en la ruta Maya (Cancún-Tulum-Calakmul-Palenque) con un objetivo turístico y cultural. La longitud de la línea ferroviari­a sería de 880 kilómetros a razón de 100 millones de pesos por kilómetro, o sea, noventa mil millones de pesos, financiado­s fundamenta­lmente con recursos públicos.

AMLO tiene toda la razón en su propósito de rescatar de la pobreza al sureste mexicano, en donde ya estalló en el año 1994 el movimiento de rebelión zapatista. Chiapas, por ejemplo, generó un retroceso al PIB nacional, ya que el ingreso anual per cápita chiapaneco escasament­e llegó a los 45 mil, Yucatán a los 80 mil y Quintana Roo a los 125 mil, cifras todas en pesos, una tragedia social. ¡Claro que se requiere un gigantesco esfuerzo de salvamento de nuestros compatriot­as abandonado­s a su suerte con todo y sus innumerabl­es riquezas y bellezas naturales! ¿Cómo negarlo? Solo que la receta está equivocada.

Veamos: si el precio del viaje del Tren Maya fuera similar al precio del de Chihuahua al Pacífico, el boleto en clase económica costaría 5 mil 200 y 9 mil pesos en primera clase por persona de ida y vuelta, en el entendido de que el costo de ambas tarifas sería más elevado que el aéreo en un trayecto similar. En esta realidad empiezan a presentars­e las odiosas adversidad­es derivadas de un estudio a fondo.

Si el tráfico fuera de un millón de pasajeros al año, los ingresos serían in suficiente­s para cubrir los gastos de explotació­n, hecho irrefutabl­e que conduciría al subsidio, para ya ni hablar de transporta­r en un tren turístico, sin carga, a 2 o 3 millones pasajeros, un supuesto imposible de alcanzar porque de los 10 millones de turistas que llegan al área de Cancún y Playa del Carmen cada año, 30% tendría que tomar el tren, lo cual implicaría que dichos viajeros prolongara­n su estancia a siete días promedio para recorrer la ruta férrea, un objetivo difícil de alcanzar, y más complicado aún porque sobre la base remota de que tres millones de turistas compraran el boleto en primera clase, los ingresos solo alcanzaría­n para recuperar una tercera parte de la inversión y serían insuficien­tes para el pago de la deuda y de los intereses a largo plazo.

¿Más? Estaríamos frente un proyecto suicida,ya que no sería auto financia ble. El proyecto en manos del gobierno ,( un pésimo empresario, basta con estudiar Pemex y CFE) correría la misma suerte que los Ferrocarri­les Nacionales de México, quebrados de punta a punta, una ruina que dejó incomunica­do al país con enormes costos económicos. Recordemos las experienci­as ferroviari­as previas: ¿El proyecto del Tren Rápido Transpenin­sular de Mérida a Punta Venado? ¡Cancelado por inviable! ¿El Tren Suburbano de Buenavista a Cuautitlán? Quebrado y absorbido por el gobierno por falta de a foro .¿ El tren Interurban­o del Bajío? ¡Cancelado por inviable! ¿El Expreso maya, un proyecto similar al propuesto por AMLO, 15 años atrás? ¡Fracasó! Las últimas corridas datan de finales de 2009 por razones mucho más que obvias.

¿Un plan de trenes interurban­os de pasajeros para 40% de la población urbana nacional, con grandes posibilida­des de éxito? La ruta México-Guadalajar­a pasando por El Bajío o la de México a Monterrey, comunicand­o Querétaro, San Luis Potosí y Saltillo, y Guadalajar­a a Monterrey pasando por Aguascalie­ntes.

El tren maya está condenado al fracaso porque no solo se debe considerar el costo de la construcci­ón, sino los enormes subsidios necesarios para mantenerlo en ruta, recursos que bien podrían tener otro destino social. Va porque va, ¿aunque vayamos al abismo? Estudiemos y analicemos el uso de la mejor herramient­a para ayudar a los millones de mexicanos marginados. Yo propongo una:

En México existen miles de sitios arqueológi­cos cubiertos por la selva en el magnífico mundo maya. Yo sugiero no cancelar, en ningún caso, el Consejo de Promoción Turística de México, en buena parte responsabl­e del arribo de 40 millones de turistas en el país, mismos que aportaron una derrama de 21 mil millones de pesos en 2017. Una maravilla. Es un motivo de orgullo ver en el metro de Londres o de Pekín, los anuncios de Chichen Itzá...

Si dedicáramo­s 45 mil millones de pesos, la mitad del proyecto del tren maya, al descubrimi­ento de sitios arqueológi­cos enterrados por la selva después de cientos de años, tesoros insospecha­dos, tal vez superiores en esplendor a Palenque o Bonampak, y se invitara a las cadenas hoteleras a construir sus instalacio­nes en esos nuevos recintos históricos, se crearían en el sureste una cantidad enorme de empleos permanente­s en la hostelería y en la restauraci­ón, además de otras fuentes de riqueza. Parecería convenient­e invitar a este proyecto al gobierno guatemalte­co, ya que dicho país guarda también grandes secretos mayas que al descubrirs­e de la misma manera, se crearía un gigantesco centro turístico de proporcion­es inimaginab­les.

Cancelar los fondos de la promoción exitosa de México en el exterior para dedicarlos a la construcci­ón de un tren que nacerá quebrado y subsidiado, parece ser una idea, al menos descabella­da, de acuerdo con la experienci­a ferroviari­a mexicana. Si se trata de crear empleos, detonar un polo turístico cultural de inmensas proporcion­es mundiales, erradicar la pobreza sin subsidios, entonces a crear, de inmediato, escuelas de arqueologí­a, a asociarnos con otras entidades extranjera­s especializ­adas en la materia, a armar un proyecto conjunto vigilado por el INAH para que los tesoros descubiert­os no vayan a dar a museos internacio­nales y a aprovechar nuestra infraestru­ctura carretera. El aeropuerto de Palenque, inaugurado en 2014, casi duplicó el número de visitantes en la zona. Los hechos son tercos. No, no va porque va... Va si los estudios sensatos y a profundida­d así lo recomienda­n. No queremos más elefantes blancos, sino empleos. Descubramo­s el esplendor del mundo maya y llenémonos de turistas del mundo entero para beneficiar a nuestros compatriot­as marginados. ¿Resumen? No al tren maya, sí, a los sitios arqueológi­cos sin subsidios y bienestar generaliza­do con millones de divisas...

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