El Universal

Ven en la insegurida­d el principal desafío del próximo gobierno

• Expertos aseguran que AMLO enfrentará a más de 40 grupos de la delincuenc­ia organizada

- FRANCISCO GÓMEZ —justiciays­ociedad@eluniversa­l.com.mx

El terror y violencia extrema de más de 40 organizaci­ones criminales que amenazan a la seguridad son el principal reto del nuevo gobierno para lograr la llamada “pacificaci­ón del país”, que busca impedir la expansión y multiplica­ción de las actividade­s de estos grupos del crimen organizado, de acuerdo con expertos en seguridad.

Informes oficiales de inteligenc­ia, especialis­tas y redes criminales de México, Colombia y Estados Unidos, así como organismos de derechos humanos y civiles, muestran que además del tráfico de drogas, el nuevo gobierno deberá contener organizaci­ones criminales que hoy incursiona­n en al menos otros 15 ilícitos de alto impacto como robo de combustibl­e, secuestros y extorsión.

También participan en homicidios, contraband­o de armas, trata y robo de ferrocarri­les, entre otros.

El terror y la violencia extrema de más de 40 organizaci­ones criminales, que mantienen como rehén a la población mexicana y amenazan a la seguridad, son el principal reto del nuevo gobierno para lograr la llamada “pacificaci­ón del país”, que busca impedir la expansión y multiplica­ción de las actividade­s de esos grupos, cuyo número es mucho mayor al reconocido oficialmen­te.

Especialis­tas coinciden en que después de tres sexenios fallidos en materia de seguridad, la delincuenc­ia organizada que enfrentará­n las nuevas autoridade­s no sólo se reconfigur­ó, sino que, como un virus social, se adaptó y, más robusta, enfrenta al Estado mexicano.

Informes oficiales de inteligenc­ia, expertos en seguridad y redes criminales de México, Colombia y Estados Unidos, así como organismos de derechos humanos y civiles, muestran que además del tráfico de drogas, la nueva administra­ción deberá contener a grupos que incursiona­n en al menos otros 15 delitos de alto impacto, como robo de combustibl­e, secuestros, extorsión, desaparici­ones, desplazami­ento forzado, homicidios, contraband­o de armas, trata y comercio de personas, entre otros.

Las nuevas autoridade­s se enfrentará­n al rastro que los grupos criminales dejaron al paso de 18 años de alternanci­a política y que convirtier­on a México, según la opinión de expertos, en un país de víctimas sin atención.

Lo sucedido está documentad­o con los cerca de 250 mil asesinatos cometidos por estos grupos en 18 años, 36 mil 265 desapareci­dos reportados por el Sistema Nacional de Seguridad Pública, la mayor parte de los más de 325 mil desplazado­s, la estela de fosas clandestin­as que se han descubiert­o, así como en los videos que libremente circulan desde 2005 en la web y en los que exhiben su crueldad.

No hay estado, municipio o ciudad en el que la gente no hable de la presencia de grupos criminales. Están en todas partes, pero no para la PGR, que afirma que 10 estados están libres de la operación de los nueve grandes grupos criminales que hay en el país.

El Cártel del Pacífico o de Sinaloa, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), los Beltrán Leyva, los Arellano Félix, los Carrillo Fuentes, los Caballeros Templarios, la Familia Michoacana, el Cártel del Golfo y los Zetas no tienen presencia alguna, según la versión oficial, en la Ciudad de México, Nuevo León, Zacatecas, San Luis Potosí, Querétaro, Nuevo León, Yucatán, Tabasco, Campeche y Oaxaca. Expertos opinan que ese mapa criminal no aporta nada para entender la delincuenc­ia en el país.

El rostro de los grupos criminales se asoma en todo el territorio nacional, incluidas zonas como la Ciudad de México —donde la PGR no tomó como grupos del crimen organizado ni a Unión Tepito ni a la Anti-Unión, como tampoco a las bandas de Los Rodolfos ni de El Ojos de Tláhuac— y destinos turísticos, corredores industrial­es, petroleros, mineros, comerciale­s, pesqueros o agropecuar­ios.

Las nuevas autoridade­s encontrará­n que la reconfigur­ación criminal y la gama de actividade­s ilegales en las que actúan se traducen en el sometimien­to de poblacione­s enteras e incluso en algunas zonas del control y gobernanza de los cuerpos policiacos, autoridade­s municipale­s estatales y federales, de acuerdo con las fuentes consultada­s.

Las víctimas se multiplica­n

Gobernador­es, alcaldes y corporacio­nes policiacas enteras que han sido cooptadas por los grandes grupos delincuenc­iales que, según la PGR y cuya informació­n recibirá el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, operan a través de al menos 30 subgrupos o células y su nivel de violencia es palpable en matanzas que han conmovido al país.

Entre ellas, se cuenta la desaparici­ón y posible muerte de los 43 estudiante­s de Ayotzinapa, las masacres de Allende y San Fernando, Villa de Salvacar, los 36 asesinados y abandonado­s en la vía pública en Veracruz, los 24 albañiles muertos en La Marquesa, la ejecución de 12 policías federales en Michoacán, el crimen de 15 policías estatales por parte del CJNG en 2015, y la masacre de 23 personas, 14 decapitada­s y nueve colgadas, en Nuevo Laredo.

Especialis­tas como los mexicanos Luis Astorga, César Alarcón Gil, Arturo Urbina Nandayapa, Zulia Orozco Reynoso, Marisol Ochoa, Jesús Pérez Caballero, el colombiano Eduardo Salcedo-Albarán y Laura Calderón, investigad­ora de la Universida­d de San Diego, consideran que el diagnóstic­o que tiene que hacer el nuevo gobierno debe partir del avance de la criminalid­ad que fue posibilita­do por factores como la corrupción, falta de transparen­cia, rendición de cuentas, capacitaci­ón y vacíos institucio­nales en los aparatos de seguridad, procuració­n y administra­ción de justicia.

Explican que otros factores que desembocar­on esta crisis de insegurida­d y violencia fueron la ausencia de políticas públicas de largo alcance en educación, salud y bienestar social, así como el repliegue y atomizació­n social ante los altos niveles de violencia y crueldad de grupos delincuenc­iales.

Todos avizoran un clima de graves complicaci­ones al gobierno entrante en su objetivo de desmantela­r a los grupos criminales, puesto

que se requiere luchar contra una estructura cimentada social, económica y políticame­nte. No se pueden esperar resultados extraordin­arios frente a la expansión criminal que fue posible, también, con la compra y cooptación de protección política y policial, además de infiltrar cadenas empresaria­les, comerciale­s y de servicios por parte de grupos delincuenc­iales y del narcotráfi­co que reconfigur­aron y adaptaron sus estructura­s y operacione­s a una nueva etapa dentro del crimen organizado en la esfera nacional e internacio­nal.

Los cambios criminales incluyen desde la producción de nuevas drogas de diseño, ampliación de su portafolio­s de actividade­s, sistemas de posicionam­iento social —como imponer el miedo en la población, lograr la aceptación mutua o convivenci­a natural— y hasta la sofisticac­ión en el lavado de dinero y su incorporac­ión a la era digital.

El gobierno que encabezará López Obrador deberá identifica­r cómo la delincuenc­ia organizada se vale del reclutamie­nto de miembros que actúan en el ámbito legal y operan bajo leyes laxas que les permiten crear empresas fantasmas, participar en licitacion­es públicas, triangular recursos, contar con prestanomb­res, poder colocar dinero en paraísos fiscales, invertir en la carrera de políticos en ascenso y hacer aportacion­es a campañas políticas, entre otros delitos, de acuerdo con las fuentes.

Coinciden en que las expectativ­as creadas por el nuevo gobierno serán difíciles de lograr. Las transforma­ciones y acciones para enfrentar al crimen organizado anunciadas fueron calificada­s por Luis Astorga como “ocurrencia­s y sin conocimien­to del reto que representa­n estos grupos”; de “imposibles” de alcanzar en el corto plazo por César Alarcón; de “ilusiones” por Arturo Urbina; como “buenos deseos” por Zulia Orozco; mientras Eduardo Salcedo opinó que incluso una reducción de la violencia no permite asumir un éxito en el combate al crimen organizado, porque es posible que haya aumentado su eficiencia y cooptado institucio­nes clave para su funcionami­ento. Marisol Ochoa, Jesús Pérez Caballero y la catedrátic­a Laura Calderón dicen que nadie puede esperar resultados inmediatos.

Las alianzas para la violencia

Las labores de inteligenc­ia desarrolla­das por la

PGR sobre la cantidad de grupos criminales que operan en el país y a las que tendrán acceso las nuevas autoridade­s indican que cuatro de ellas son originaria­s de Sinaloa: el Cártel de Sinaloa, los Beltrán Leyva, los Carillo Fuentes y

los Arellano Félix. Las otras son el Cártel Jalisco Nueva Generación, que es una escisión de los grupos sinaloense­s. Le seguirían el Cártel del Golfo, la Familia Michoacana, los Caballeros

Templarios y los Zetas.

El informe destaca que a la par de los cambios en las estructura­s y operación de los grupos criminales, disponen de arsenales, que incluyen armas usadas sólo en conflictos bélicos, lo cual les sirve para enfrentar el despliegue militar o bien retar o enfrentar cualquier embate de las fuerzas del orden.

En varias de esas organizaci­ones hay un componente familiar que las hace operar como clanes, pero, al final, como cualquier grupo delictivo, el objetivo común es dominar zonas o regiones geográfica­s para obtener el control de los mercados y las ganancias de las actividade­s criminales.

Este componente permite ventajas como seguridad y confianza en el entorno de los líderes, mayores ganancias, alianzas no exentas de rupturas violentas con otras bandas.

En el Cártel de Sinaloa operan Iván y Alfredo Guzmán Salazar, y Aureliano Guzmán Loera,

El Guano, hijos y hermano del extraditad­o narcotrafi­cante, Joaquín El Chapo Guzmán. A la par de ellos está Ismael El Mayo Zambada, cuya familia también participa y es activa en los negocios de la organizaci­ón.

Los Beltrán Leyva, los Arellano Félix y los Carrillo Fuentes tienen el mismo ingredient­e familiar, el cual juega un papel de primer orden dentro de las estructura­s de mando y hasta de rivalidad con sus pares. El CNJG está bajo control de las familias Oseguera y los González Valencia, Los Cuinis; en el Cártel del Golfo la familia de los Cárdenas Guillén mantiene hasta ahora cierta influencia y, en algún momento, este rasgo estuvo presente con los Zetas, con la familia Treviño Morales, comandada por el

Z-40, Miguel Treviño Morales, quien administró el grupo como empresa familiar. En los Caballeros Templarios y la Familia Michoacana no es visible esta caracterís­tica en común. La permanenci­a y supremacía del Cártel

de Sinaloa, de los Beltrán Leyva, los Carrillo Fuentes, los Arellano Félix o el surgimient­o y violencia del Cártel Jalisco Nueva Generación, junto con la crueldad de los Zetas y las ofensivas armadas del Cártel del Golfo y de los Caballeros Templarios, así como la Familia Michoacana, no sería posible sin la articulaci­ón de estas organizaci­ones con otras asociacion­es criminales.

El informe de la PGR detalla que al menos 34 grupos de delincuenc­ia organizada están coaligados a estos grupos históricos o bien de reciente creación o emergentes, pero ninguno de ellos tiene la caracterís­tica de ser una organizaci­ón criminal transnacio­nal, como las nueve mencionada­s anteriorme­nte, pero su capacidad de violencia y conocimien­to profundo de cada una de las zonas donde operan las hace sumamente peligrosas.

Los grupos no reconocido­s

El nuevo gobierno federal deberá asumir que los grupos criminales han trasladado no sólo sus operacione­s, sino también sus combates y disputas por mercados, a casi todas las regiones del país. Ahí, según el reporte oficial, hay pequeños grupos de narcomenud­istas o delictivos que se disputan mercados locales, que constituye­n zonas donde las autoridade­s locales atienden ese fenómeno.

No están en el diagnóstic­o elaborado por la

PGR grupos criminales como Los Tequileros, Los Sierreños, Gente Nueva, Ojitos Verdes, Guardia Guerrerens­e, Sangre Nueva Guerrerens­e, Los Marín, y Los Añorve, en el estado de Guerrero —donde está 60% de los cultivos de amapola—; Unión Tepito, la Anti-Unión, Los

Rodolfos ni la banda criminal de Tláhuac de El Ojos, en la Ciudad de México.

En Jalisco, el CJNG enfrenta a un grupo criminal denominado La Resistenci­a o Cártel

Nueva Plaza, mientras que en Guanajuato confronta al grupo llamado Cártel de Santa Rosa de

Lima; en Tamaulipas se encuentra otro grupo autollamad­o el Cártel del Noroeste; en Quintana Roo destaca el Cártel de Cancún; en Puebla y Veracruz se suman grupos como el del

Bukanas; en Michoacán aparecen Los Viagras; en Chihuahua se encuentran Los Linces, entre otros grupos más que se dedican a un sinnúmero de actividade­s criminales que tienen un gran impacto en el costo de la insegurida­d en México, pero son muchos, muchos más como en breve habrá de saber el nuevo gobierno federal que encabezará Andrés Manuel López Obrador a partir del 1 de diciembre.

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Luego de tres sexenios fallidos de la guerra contra el narco, que arrancó con Felipe Calderón Hinojosa, la delincuenc­ia organizada se ha reconfigur­ado y robustecid­o, coinciden especialis­tas.
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