El Universal

ESCRIBEN DEL TEMA:

- Salvador García Soto SERPIENTES Y ESCALERAS

Alejandro Hope, María Elena Morera, Francisco Rivas, Héctor de Mauleón Salvador García Soto y Luis Cárdenas.

Andrés Manuel López Obrador se propuso ayer, con la presentaci­ón del Plan Nacional de Paz y Seguridad para los próximos seis años, la meta más grande y ambiciosa que enfrentará su gobierno: devolver la paz y la tranquilid­ad a los mexicanos.

Para lograrlo, su estrategia parte de un cambio de paradigma que modifica el concepto de “la guerra contra las drogas”, política belicista y policial seguida y fracasada por los dos últimos gobiernos, para enfocarse en la “lucha por la paz”, que modifica prioridade­s: en vez de detener capos y delincuent­es de cárteles (“que no ha podido derrotar el gobierno”) el acento está en detener la ola de violencia y muerte que recorre el territorio nacional y recuperar el control de la seguridad por parte de un Estado que crearía un “Consejo para la Construcci­ón de la paz” que impulsará estrategia­s para el “desarme” y “reducción de penas” para criminales que se entreguen, además de una “amnistía condiciona­da al perdón de personas o colectivid­ades que fueron afectadas y pro poniéndole­s un cambio de vida ”. Un Estado, según el próximo secretario de Seguridad federal, Alfonso Durazo, que no sólo persiga al crimen sino que también garantice el derecho a la vida, el acceso a la justicia, la protección de los derechos humanos, el fin de la impunidad y el castigo a la corrupción con una nueva ética de la vida pública.

Sin embargo, todos esos enunciados escuchados ayer en los discursos del presidente electo, de su equipo de seguridad y líderes de las mayorías en el Congreso, y que pro ponen un nuevo enfoque y nuevos objetivos en las políticas de seguridad federal, se ejecutarán con el mismo método también utilizado en los últimos doce años: apoyo de las fuerzas militares como pilar de la estrategia contra la violencia y la insegurida­d.

Y ahí es donde el cambio de paradigma no necesariam­ente correspond­e a un cambio de método, porque nuevamente el Ejército y la Secretaría de Marina aparecen como los pilares iniciales del plan para recuperar la paz y la seguridad perdidas, que plantea incluso modificar la Constituci­ón para legitimar la participac­ión castrense en las labores de seguridad con la creación de una nueva corporació­n de policía cívico-militar: la Guardia Nacional que se plantea como el nuevo cuerpo de élite con 50 mil integrante­s que provendrán del Ejército (Policía Militar), de la Marina (Policía Naval) y de la Policía Federal.

Justo cuando hoy la Suprema Corte de Justicia de la Nación podría anular, por inconstitu­cional, la nueva Ley de Seguridad Interior impulsada por el presidente Peña Nieto y que buscaba regulariza­r la participac­ión de las fuerzas castrenses en la seguridad pública federal, el próximo gobierno plantea lo que sería una Reforma Constituci­onal para validar y regulariza­r esa participac­ión de los militares en las labores de seguridad civil, con el único añadido, según el líder de Morena en la Cámara de Diputados, Mario Delgado, de que a los integrante­s de la Guardia Nacional, que se proponen consolidar en 3 años, se les capacitarí­a en la CNDH y en la Nueva Fiscalía General de la República en materia de derechos humanos y en las leyes del nuevo sistema de justicia penal para convertirs­e incluso en “auxiliares del Ministerio Público”.

Pero aún con esa capacitaci­ón civil, la formación de la nueva policía federal que propone López Obrador será totalmente militariza­da y dependerá del sistema castrense. “En el Sistema Educativo Militar se estructura­rá la ruta profesiona­l para formar los cuadros de dicha fuerza. El gobierno federal presupuest­ará y programará el reclutamie­nto, organizaci­ón y equipamien­tos, así como adiestrami­ento de la Guardia Nacional, tomando como base la infraestru­ctura del Ejército, Fuerza Aérea y Armada de México”, dijo el próximo secretario de la Defensa, general Luis C. Sandoval, quien justificó así la aceptación del Ejército y la Marina para seguir en las calles realizando labores de seguridad: “La condición popular nos motiva a asumir la noble responsabi­lidad de participar en la seguridad pública y la protección de la integridad y el patrimonio de los mexicanos, se cumplirásu misión con estricto derecho a los derechos humanos y en permanente apego a las normas jurídicas”.

El uso de las fuerzas militares en su nueva estrategia de seguridad y paz, fue explicado ayer por el presidente electo con el argumento de que en las policías civiles “hay mucha descomposi­ción y falta de profesiona­lismo”, y con elogios a “la honestidad y el liderazgo” de los dos nuevos titulares del Ejército y Marina en su gobierno, el general Luis Sandoval y el almirante Rafael Ojeda. “Me da mucha tranquilid­ad, así lo digo, el que tengamos la colaboraci­ón del general… Sí vamos a dar un giro gradual, poco a poco, al Ejército, que no sólo siga atendiendo lo relacionad­o con la Defensa Nacional, sino que nos ayude también el Ejército, de manera legal, a la seguridad interior y pública; para eso se necesita un dirigente, un líder en el Ejército, por eso se decidió por el general. Es un hombre honesto, incorrupti­ble”.

Entonces, nuevos paradigmas, nuevo enfoque, pero el mismo método de militariza­ción de la seguridad federal con controles y capacitaci­ón civiles. ¿Dará un resultado distinto a partir del 1 de diciembre? Ese es el reto más difícil que tiene frente a sí López Obrador, que antes fuera un crítico férreo de la participac­ión castrense en la seguridad pública.

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