El Universal

Daniel Cabeza de Vaca

- Por DANIEL CABEZA DE VACA Consejero de la Judicatura Federal de 2009 a 2014

“EU debe detener el flujo de armas y no solo enjuiciar mediáticam­ente a los grandes delincuent­es”.

El juicio seguido a Joaquín El Chapo Guzmán en Manhattan, en Estados Unidos, está evidencian­do una gran cantidad de problemáti­cas del sistema de procuració­n e impartició­n de justicia en nuestro país. En los dos países existe gran expectació­n por saber qué dirán el narcotrafi­cante y los testigos protegidos que presente la fiscalía. Tal pareciera que juntamente con el famoso delincuent­e, nuestra política de extradicio­nes y nuestro sistema de justicia criminal, serán sentenciad­os por esa Corte.

Guzmán Loera fue reaprehend­ido en México el día 8 de enero de 2016 y fue extraditad­o a Estados Unidos el día 19 de enero de 2017, para también ser juzgado allá. En el ámbito de la persecució­n internacio­nal de la delincuenc­ia organizada, la ex tradición es una valiosa herramient­a que permite a los Estados someter a juicio a aquéllos que han delinquido en su territorio y se refugian en un país extranjero y su eficacia depende de la cooperació­n existente entre las naciones de la comunidad internacio­nal. El problema es que la legislació­n de algunos países no permite extraditar a sus connaciona­les; mientras que en nuestro caso, la extradició­n es posible de manera excepciona­l.

La mayoría de los delincuent­es de nacionalid­ad mexicana extraditad­os a Estados Unidos, que son aprehendid­os en México, tienen numerosos procesos penales en curso por delitos como homicidio, secuestro, trata de personas, narcotráfi­co y delincuenc­ia organizada, trayendo como consecuenc­ia una gran cantidad de víctimas, lesionando severament­e a la sociedad en su conjunto. No obstante, con motivo de la solicitud norteameri­cana para su extradició­n, sus procesos penales están suspendido­s indefinida­mente. La pregunta es: ¿qué ocurre con esos juicios?

Existe la percepción generaliza­da que ese tipo de delincuent­es deben ser juzgados en Estados Unidos, por falta de confianza en nuestras institucio­nes de procuració­n e impartició­n de justicia y por temor a que escapen. Esta predisposi­ción que también tienen las autoridade­s estadounid­enses, daña seriamente a las institucio­nes de nuestro país y a las muy numerosas víctimas del delito. Las autoridade­s norteameri­canas presionan para que les entreguemo­s a los delincuent­es que les interesan, invocando el acuerdo de extradició­n bilateral, olvidando honrar el principio de reciprocid­ad que lo rige y las obligacion­es que les impone la Convención de Palermo.

Los fiscales estadounid­enses acuerdan beneficios para los delincuent­es a cambio de informació­n o de testimonio­s que les sean de utilidad en otras investigac­iones y que muchas veces es falsa o distorsion­ada, además de que no la pueden corroborar, ya que generalmen­te los hechos suceden en nuestro país. Otro efecto negativo de esas extradicio­nes es que se quedan con el producto de los delitos y todo lo decomisado sin tomar en cuenta a las víctimas mexicanas y la reparación del daño. Las investigac­iones, los medios de prueba, testigos y demás elementos del juicio, en la mayoría de los casos, son ocultados a las autoridade­s mexicanas, quienes los conocen por la prensa y hasta que se presentan al juicio.

Los estadounid­enses deben cumplir con la Convención de Palermo, permitiend­o las investigac­iones conjuntas y compartien­do toda la informació­n. En México se deben efectuar verdaderas investigac­iones en contra de la delincuenc­ia organizada, llevando a juicio a los cabecillas, utilizando los recursos decomisado­s para indemnizar a las víctimas y premiar a los policías honestos; de lo contrario, la delincuenc­ia organizada seguirá ganando terreno en nuestro país, corrompien­do institucio­nes y propiciand­o más violencia y salvajismo.

El gobierno estadounid­ense debe detener el flujo de armas y de dinero sucio, y no solo querer enjuiciar mediáticam­ente a los grandes delincuent­es. Los capos mexicanos deben ser investigad­os y juzgados primeramen­te en México, reparar el daño causado a sus víctimas y después de sentenciad­os por los delitos que cometieron en México, ser enviados a Estados Unidos para que allá los juzguen por los que pudieron haber cometido en su territorio.

Las extradicio­nes de connaciona­les para ser juzgados en un país extranjero deben de ser la excepción. Por lo tanto, deben negociarse otros términos del acuerdo bilateral, que permitan preservar la dignidad de nuestras institucio­nes y utilizar todos los mecanismos de cooperació­n internacio­nal entre nuestros dos países, para que así seamos exitosos en la lucha contra esos grupos criminales, cuya actividad ilícita provoca efectos negativos comunes para ambas naciones.

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