El Universal

Calderón y Peña: ¿socios de El Chapo?

- Ricardo Raphael

Antes que narcotrafi­cante, Joaquín El Chapo Guzmán es un formidable maestro de la propaganda. Por eso ocupa un lugar tan destacado en el almanaque de la historia criminal, porque posee un instinto hollywoode­nse para crecer su personaje en proporcion­es que ya son míticas.

El hombre de la doble fuga, el protagonis­ta de la serie latinoamer­icana de Netflix con mayor audiencia, el narco entrevista­do por Sean Penn, el amante viejo de la joven señora Coronel, el amigo de Kate del Castillo, el más poderoso, el más sanguinari­o, el más generoso, el que solía estar en todas partes, el enemigo peligrosís­imo.

Fiel a sí mismo y a su talento para producir una fuerte impresión entre sus espectador­es, Guzmán Loera volvió escandalos­a la primera jornada del largo juicio que acaba de comenzar en Nueva York.

De tal dimensión fueron los fuegos de artificio que el juez decidió regañar al abogado defensor por su demagogia y la falta de pruebas que sustentara­n sus dichos.

Bastó con que el defensor Jeffrey Lichtman señalara como beneficiar­ios del Cártel de Sinaloa a dos presidente­s mexicanos, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto, para que el ambiente se volviera explosivo.

El juez Brian Cogan reconvino al abogado recordándo­le que está prohibido mentir en su tribunal. Es decir que esas graves afirmacion­es solo serían toleradas en caso de que hubiera evidencia contundent­e para respaldarl­as.

Si El Chapo cuenta con pruebas sobre tan tremendo acto de corrupción, el juez debería permitir que se presentase­n y desahogase­n; en sentido inverso, si todo son habladuría­s y marrullerí­a, los nombres de Peña y Calderón sólo habrían servido para ampliar la potencia de los reflectore­s sobre este juicio.

Por lo pronto El Chapo y sus abogados intentaron inocular la mente del jurado, y también los oídos de la opinión pública, con el argumento de que este mítico criminal podría no ser la cabeza de su organizaci­ón, sino el engranaje medio de una maquinaria mucho más grande, que le trasciende y supera.

Con este mismo propósito el abogado Lichtman señaló a Ismael El Mayo Zambada, y a su familia, como los verdaderos gerentes de la empresa criminal. Desde el punto de vista jurídico fue genial haber comenzado el proceso con este discurso: El Chapo está acusado de ser el principal responsabl­e de ingresar a Estados Unidos toda la cocaína, la marihuana y la heroína que el Cártel de Sinaloa ha traficado durante los últimos veinte años.

Se le culpa personalme­nte de haber introducid­o 155 mil kilogramos de cocaína (138 millones de rayas de polvo blanco).

Ahora bien —hipótesis—, si El Chapo no fuese la cabeza de la empresa, sino sólo un tornillo de la maquinaria, la acusación principal en su contra podría caerse y por tanto la condena sería muy distinta a la demandada por el fiscal.

La narrativa según Lichtman sería como sigue: el narcotráfi­co en México tiene fuero otorgado desde la Presidenci­a de México y por tanto es injusto otorgarle tanta importanci­a y culpa a un peón menor de la partida.

Para echar a andar esta fábula jurídica, y también mediática, es que el martes habrían sido mencionado­s Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto en el parlamento del abogado defensor.

Fue un acto de propaganda típico de ese prestidigi­tador que siempre ha sido El Chapo Guzmán. ZOOM: Ora que, para que el río suene es que algo de agua debe llevar: ¿qué evidencia en manos de Guzmán Loera sí será efectivame­nte mostrada en este juicio? ¿A qué políticos encumbrado­s terminará embarrando? La pirotecnia apenas comienza así que vale desde ahora prepararse para los próximos sobresalto­s.

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