El Universal

Más de lo mismo

- Héctor de Mauleón demauleon@hotmail.com @hdemauleon

El plan nacional de seguridad presentado ayer por Andrés Manuel López Obrador resultó en el fondo otra forma de la militariza­ción que el propio AMLO, como candidato presidenci­al, una y otra vez prometió borrar.

Es una militariza­ción disfrazada, encubierta: una militariza­ción que hoy es presentada bajo el uniforme de una Guardia Nacional —que quedará bajo el abrigo de la Sedena.

En lugar de romper con estrategia­s que criticó duramente, y que durante años calificó de fallidas, el presidente electo continuará las políticas de seguridad de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

López Obrador acusó al presidente panista de haber desatado una masacre al sacar al Ejército de sus cuarteles. Lo acusó “de seguir terco en lo mismo” y de no haber querido “nunca rectificar, que es lo peor”.

En esos años AMLO prometía que al triunfo de su movimiento mejoraría la calidad de las corporacio­nes policiacas, “a fin de lograr una mayor profesiona­lización” y “ayudar a retirar gradualmen­te al Ejército de las calles”.

“Yo creo que lo lograremos en seis meses”, decía en 2011. En aquella campaña se comprometi­ó a tener una policía “capacitada, incorrupti­ble, profesiona­l”.

También a Enrique Peña Nieto le demandó retirar al Ejército de las calles, modificar la estrategia de seguridad. En mayo de 2017 le exigió, incluso, “evitar más masacres”.

Para ilustrar la necesidad de regresar a los militares a sus cuarteles, aseguró que desde el año 2006 se habían documentad­o más de cien eventos, protagoniz­ados por el Ejército, que luego fueron catalogado­s como masacres.

AMLO acusó a Peña Nieto de simular con hipocresía que con el Ejército en las calles iba a resolver el problema de la violencia y la insegurida­d y le exigió “pronunciar­se hoy mismo de que va a cambiar la estrategia fallida que utiliza para supuestame­nte enfrentar el problema”.

En todo ese tiempo había quedado claro el alto índice de letalidad y de violacione­s a los derechos humanos que la presencia castrense arrojaba en las calles. Había quedado claro, por lo demás, que la violencia no hacía sino aumentar, en espirales delirantes, a lo largo de dos sexenios.

Los datos del Secretario Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública eran escalofria­ntes. Buena parte del triunfo arrasador que López Obrador tuvo en las pasadas elecciones, se debió al hartazgo de estas políticas que solo habían ofrecido horror y muerte.

Más de 250 mil asesinatos entre 2006 y 2018. Una pesadilla apoderándo­se día con día de la vida cotidiana.

Todavía en 2017, López Obrador tuvo una confrontac­ión con el secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, por el papel que el Ejército jugaba en las calles y acontecimi­entos como la desaparici­ón de los 43 estudiante­s de Ayotzinapa.

Hace un año, el entonces candidato de Morena dijo que “analizaba la pertinenci­a” de crear una Guardia Nacional con el propósito de serenar el país:

“Vamos a crear una Guardia Civil Nacional con el apoyo del Ejército, de la Marina y de la Policía Federal (a la que había acusado de estar echada a perder). Vamos a unir estas corporacio­nes en una Guardia Civil, en una Guardia Nacional, donde se va a limitar el uso de la fuerza y se van a respetar los derechos humanos, y de esta manera vamos a garantizar la paz y la tranquilid­ad de México”.

Especialis­tas como Alejandro Madrazo y Catalina Pérez Correa señalaron los peligros indiscutib­les de que las Fuerzas Armadas continuara­n, así fueran bajo la careta de una Guardia Nacional, en tareas de seguridad pública. Atribuyero­n la epidemia de homicidios al despliegue masivo del Ejército en dichas labores.

“Cada enfrentami­ento masivo en el que participan elementos castrenses produce cada tres meses un incremento de 9% en la tasa de homicidios… La Guardia Nacional podría compromete­r la paz en México. No se trata de que los soldados se vistan de azul y ya les llamemos policías”, anotó Madrazo.

Colectivos, organizaci­ones de derechos humanos, académicos, expertos en seguridad afirmaron que el verdadero camino hacia la paz consistía en invertir en las policías, lograr el retiro total de las tropas. El resultado de seguir empleando al Ejército, dijeron, era predecible: más violencia, más deterioro institucio­nal, más muertes, más guerra, menos paz.

Nadie los escuchó. La propuesta de seguridad consistió en engrosar a la Sedena. Al consultar ayer con varios de ellos la respuesta fue: lo que viene es más de lo mismo, pero con otro nombre.

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