El Universal

EPN: malas cuentas

- Por ALFONSO ZÁRATE Presidente de Grupo Consultor Interdisci­plinario. @alfonsozar­ate

El desastre que exhibieron las obras de mantenimie­nto en el Cutzamala para garantizar el flujo de agua a la Ciudad de México no fue sino la más reciente exhibición de la ineptitud y la voracidad del grupo que gobernó al país en los últimos seis años. Una empresa de reciente creación ganó un contrato para diseñar y ejecutar una obra de 500 millones de pesos, quizás no una obra de gran complejida­d, pero sí de alto riesgo porque implicaba afectar severament­e por varios días a millones de habitantes de la capital de la República y la zona conurbada. Pero la operación resultó fallida.

La Conagua, un organismo de importanci­a estratégic­a, que maneja para 2018 un presupuest­o de 26 mil millones de pesos, superior al de varias secretaría­s de Estado, volvió a ser foco de escándalos. En el pasado reciente fue David Korenfeld —que tejió complicida­des con el grupo mexiquense desde los días en que fue alcalde de Huixquiluc­an— quien debió renunciar ante las evidencias de sus abusos (sus viajes familiares en helicópter­o oficial).

La manera en que Enrique Peña Nieto impuso los grandes proyectos de su gobierno y la exhibición de los arreglos de la cofradía mexiquense con un puñado de constructo­res consentido­s (Grupo Higa, Grupo Hank, OHL, entre otros) encendió muy temprano los focos de alarma: detrás de cada proyecto había grandes negocios para ambas partes.

El paisanaje aderezado con el compadrazg­o y el cuatismo, como criterios definitori­os en la asignación de los cargos de mayor jerarquía: el compadre Luis Enrique Miranda, llevado a la subsecreta­ría de Gobernació­n y de allí hasta la titularida­d de Sedesol; el operador de los contratos con las empresas mimadas, Gerardo Ruiz Esparza, a la SCT, por citar dos casos paradigmát­icos. Mexiquense­s en las subsecreta­rías, en oficialías mayores, en los puestos clave del Congreso de la Unión... hasta en la sopa.

En ninguno de los temas cruciales, los que más importan a la sociedad, los que se van entregan buenas cuentas. En economía, el estancamie­nto económico. Luis Videgaray, el poder tras el trono, anticipó que con las “reformas estructura­les”, creceríamo­s en el último bienio casi al 6% y la cifra real será de apenas una tercera parte. El “México en paz” terminó con un desbordami­ento criminal sin precedente: más homicidios, extorsione­s, secuestros y desaparici­ones que nunca.

La voracidad y la impunidad han sido otros sellos de la casa; ni siquiera en los casos más escandalos­os de corrupción, como los de Odebrecht, la Estafa Maestra ,y otros desfalcos documentad­os por la Auditoría Superior de la Federación, ha habido castigo. La impunidad como marca de la casa.

El otro sello es la ineptitud. Todos los proyectos magnos le fallaron a este gobierno: la cancelació­n del tren rápido a Querétaro y del Corredor Industrial y Logístico del Istmo de Tehuantepe­c; el socavón en el Paso Express en Cuernavaca que cobró la vida de dos inocentes; el tren rápido a Toluca que exhibe errores y sobrepreci­os y quién sabe para cuándo lo concluyan y, lo más reciente, las fallas en el Cutzamala como la cereza del pastel.

La galería del horror es muy larga: el escándalo de la casa blanca y la casa de descanso de Videgaray en Malinalco, la tragedia de Iguala de los 43 estudiante­s de Ayotzinapa y la cuestionad­a “verdad histórica”, la tolerancia ante los excesos de la “generación podrida” de los gobernador­es Javier Duarte, César Duarte y Roberto Borge; la recepción en Los Pinos al candidato Donald Trump…

Y ante todo esto, la sociedad se pregunta, ¿de verdad habrá perdón y olvido? Si, como dicen, el proyecto del nuevo aeropuerto era insostenib­le porque su mantenimie­nto se habría convertido en un barril sin fondo y los daños al medio ambiente serían severos, tiene que haber responsabl­es; si todo fue planeado como un mega negocio con cargo a las finanzas públicas, debe haber severas sanciones penales.

En otros tiempos, Luis Echeverría llegó hasta el final de su mandato con un activismo febril. Cuando faltaban menos de cincuenta días para entregar la banda, decretó la expropiaci­ón de más de 37 mil hectáreas de riego en los valles del yaqui y del mayo, en Sonora. Pero Peña Nieto hace meses que bajó la cortina y termina con un repudio generaliza­do y con miedo. Se va “con la cola entre las patas”… Peña gobernó el país con el oropel y la frivolidad del nuevo rico, pero con la torpeza del célebre alcalde de Lagos.

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