El Universal

Irene Levy

Diputados dan golpe de Estado a la radiodifus­ión pública de México

- Presidenta de Observatel, profesora de la Universida­d Iberoameri­cana, miembro del Comité de Participac­ión Ciudadana del SNA. Este artículo refleja su posición personal. @soyirenele­vy

La Secretaría de Gobernació­n será la encargada de proveer el servicio de radiodifus­ión pública a nivel nacional, sí, esto que parece salido de un cuento de terror es lo que aprobó la Cámara de Diputados esta misma semana y ahora queda en manos del Senado avalar o enmendar este enorme retroceso en materia de libertad de expresión y democracia. La Ley Orgánica de la Administra­ción Pública Federal (LOAPF) es el ordenamien­to que organiza y distribuye las facultades entre las diferentes áreas del Poder Ejecutivo, incluyendo las secretaría­s de Estado. Como usted sabe, dicha ley está en proceso de cirugía mayor por los legislador­es de Morena y afines que quieren adecuarla a los planes del próximo gobierno, lo que en sí mismo está bien; el problema es que en el proceso se están cometiendo enormes atropellos e inconstitu­cionalidad­es.

La fracción VIII del artículo 27 de la minuta proyecto de decreto por el que se reforman, adicionan y derogan diversas disposicio­nes de la LOAPF, aprobada por la Cámara de Diputados, señala que es competenci­a de la Secretaría de Gobernació­n, lo siguiente:

VIII. En el ámbito de su competenci­a, elaborar e instrument­ar la normativid­ad aplicable, conforme a la Constituci­ón y las leyes, en materia de comunicaci­ón social del gobierno federal y las relaciones con los medios masivos de informació­n; administra­r, salvo lo establecid­o en las leyes electorale­s, el tiempo de que dispone el Estado en radio y televisión; proveer el servicio de radiodifus­ión pública digital a nivel nacional, así como autorizar, supervisar y evaluar los programas de comunicaci­ón social y publicidad de las dependenci­as y entidades de la Administra­ción Pública Federal.

Los medios públicos, dice la UNESCO, son medios hechos, financiado­s y controlado­s por el público, para el público. No son comerciale­s ni de propiedad gubernamen­tal, son libres de la interferen­cia política y la presión a partir las fuerzas comerciale­s. A través de los medios públicos, los ciudadanos son informados, educados y también entretenid­os. Cuando garantizad­a con pluralismo, diversidad, independen­cia editorial, financiaci­ón apropiada, rendición de cuentas y transparen­cia, la radiodifus­ión de servicio público puede servir como una piedra angular de la democracia.

En ningún país democrátic­o, la Secretaría de Gobernació­n o el Ministerio del Interior o como se denomine, presta el servicio de radiodifus­ión pública. Imagine usted que la BBC de Londres o la Deutsche Welle de Alemania fueran manejadas por el propio gobierno, sería el fin de su libertad editorial. En México, la reforma constituci­onal de 2013 en materia de telecomuni­caciones y competenci­a, creó un organismo descentral­izado no sectorizad­o —muchos pugnamos incluso porque fuera autónomo—, llamado Sistema Público de Radiodifus­ión del Estado Mexicano (SPR). El artículo 6, apartado B, fracción V de la Constituci­ón vigente, establece que este organismo con autonomía operativa, de decisión y de gestión tendrá por objeto proveer el servicio de radiodifus­ión sin fines de lucro. ¿Entonces, qué hacemos? ¿Qué pasará con el IMER o con el Canal 11? ¿En serio vamos a permitir que la radiodifus­ión pública se convierta en radiodifus­ión gubernamen­tal? Estoy segura que Olga Sánchez Cordero, cuando fue ministra de la Corte, hubiera criticado esto, y ahora ¿lleva la reforma su aval o ella no lo sabe? Esta reforma es inconstitu­cional.

Pero el golpazo a la radiodifus­ión pública no es el único que intentan dar en esta materia nuestros diputados, no. También al Instituto Federal de Telecomuni­caciones (IFT) lo afectan. Mire usted, la Oficina de la Presidenci­a de la República actualment­e tiene adscrita la Coordinaci­ón de Estrategia Digital Nacional y dentro de sus facultades está la de elaborar y dar seguimient­o a dicha estrategia para fomentar la adopción y desarrollo de tecnología­s de la informació­n y comunicaci­ón (TICs). Por otra parte, la Secretaría de la Función Pública (SFP) es la encargada actualment­e de definir la política de gobierno digital, gobierno abierto y datos abiertos. Eso es ahora, pero la reforma propuesta y votada por Diputados propone cambios:

1. Adiciona la fracción I al artículo 8 y otorga atribucion­es a la Oficina de la Presidenci­a para “definir las políticas de informátic­a, tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón, gobierno digital del gobierno federal, en términos de las disposicio­nes aplicables”. Como vemos, la redacción votada no acota esta facultad a definir dichas políticas exclusivam­ente para el gobierno federal, sino que lo deja totalmente abierto y únicamente restringe, al ámbito gubernamen­tal, la definición de políticas de gobierno digital, el resto podría interpreta­rse que aplica incluso a los usuarios y a operadores, facultades que hoy pertenecen al IFT… ¿Error de redacción o intenciona­lidad?

2. También a la SFP le quitan la facultad de definir las políticas de gobierno digital, gobierno abierto y datos abiertos, y a ella la reducen a vigilar su aplicación. De aprobarse en el Senado, estas atribucion­es pasarían a la que sería la súper poderosa coordinaci­ón respectiva en la Oficina de la Presidenci­a y, en concreto, a Raimundo Artis Espriú quien la encabezará.

3. Nos habían dicho que, en la Secretaría de Comunicaci­ones y Transporte­s, la Subsecreta­ría de Comunicaci­ones se transforma­ría en Subsecreta­ría de TICs, cuya titular será Salma Jalife, pero todo indica que ya no tiene sentido ni siquiera el cambio de nombre, pues estas facultades quedarían en Presidenci­a. De hecho, el artículo 36 de la LOAPF, que determina las atribucion­es de la SCT, finalmente ya no fue modificado.

De esto nos quedan preguntas: ¿Qué dicen los medios públicos y sus defensores de lo que está por suceder, qué piensa el SPR? ¿Qué opina el IFT, interpondr­á controvers­ia constituci­onal en caso de que finalmente se apruebe en defensa de su autonomía, o cederá la plaza definitiva­mente? Qué preocupant­e que todo esto pase inmerso en el silencio de los que deberían vociferar. Ojalá el Senado recapacite, esto es un enorme retroceso a la democracia y la libertad de expresión en el país, así como un golpe que vulnera la autonomía del IFT.

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