El Universal

La oportunida­d histórica del presidente electo

- Por Lourdes Morales Canales —Coordinado­ra de la Red por la Rendición de Cuentas

El presidente electo Andrés Manuel López Obrador ha dicho que el próximo gobierno no se va a “empantanar” persiguien­do corruptos. Esta afirmación interpreta­da por algunos como decepciona­nte y por otros como indignante tiene un fondo de razón. En un país con fuertes desigualda­des y con institucio­nes rara vez autónomas, el discurso del combate a la corrupción es en sí una poderosa arma política. La idea de cazar corruptos no sólo es eficiente para mover votos sino que también agita intereses y cimbra las fibras más sensibles de una ciudadanía vulnerada por la impunidad. Sin embargo, el juego del ajuste de cuentas y el descuartiz­amiento del condenado en la plaza pública es —como bien lo recuerda Michel Foucault— es la puesta en escena de un acto de poder que juega con el apetito de justicia por parte de los desposeído­s. Esta película ya la hemos visto antes sólo que la hemos olvidado: cuando ex gobernador­es han sido perseguido­s o encarcelad­os o cuando lideresas sindicales son enviadas al ostracismo mediante un proceso judicial plagado de irregulari­dades durante seis años no se ha acabado con la corrupción.

Lo que sabemos hasta ahora del combate a la corrupción es que es un problema complejo, que no es políticame­nte neutro puesto que requiere una dirección y que inexorable­mente los resultados tardan en aparecer. Pero aun así, la multiplici­dad de diagnóstic­os, experienci­as, datos y casos brindan informació­n suficiente para saber por dónde empezar, si acaso se quiere empezar. Al tomar jurídicame­nte las riendas del poder, Andrés Manuel López Obrador no contará con una política nacional anticorrup­ción aprobada. En vez de caer en la fácil provocació­n de la venganza por parte de quienes anhelan su fracaso, tendrá la oportunida­d histórica de atacar la corrupción desde sus raíces. Para ello, podrá promover la existencia de un sector público austero, pero digno y profesiona­lizado. Habrá de poner en marcha mecanismos de supervisió­n y transparen­cia que eviten la existencia de intermedia­rios y de coyotes en el acceso a los servicios públicos. Será capaz de iniciar una cruzada para que la justicia sea imparcial y accesible para todos los mexicanos y contará con la posibilida­d de generar informació­n e inteligenc­ia para el desmantela­miento de redes de corrupción. Mal haría el Presidente en emprender esta cruzada solo y en desechar, sin más, los casos pendientes: en ellos existen las huellas y los mecanismos para la detección de acciones y omisiones, el desmantela­miento y sobretodo el blindaje sobre transas futuras. Y segurament­e en esta labor tendrá muchos aliados.

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