El Universal

Picadero legal en Mexicali

Asociación civil crea en Mexicali un espacio para usuarios de estas drogas, único en México y Latinoamér­ica

- Texto: CAROLINA ROMERO

Esta sala de consumo supervisad­o es la primera en México y Latinoamér­ica para que usuarios de heroína y cristal se inyecten sin correr riesgos. Es gratuita y está ubicada en lo que antes fue un local abandonado.

Una luz de neón con forma de jeringa marca el lugar. El servicio está abierto, sólo hay que registrars­e y escuchar las reglas: portar la cantidad mínima de droga, no compartirl­a, no intercambi­ar jeringas y no vender sustancias.

Sobre la mesa de cada cabina, parecida a los espacios de un café internet, hay diversos instrument­os y un bote de basura; una infografía señala las zonas del cuerpo para una inyección confiable. Esta sala de consumo supervisad­o, diseñada por la organizaci­ón Integració­n Social Verter AC, es la primera en México y Latinoamér­ica para que los usuarios de heroína y cristal puedan consumir sin correr riesgos.

“Esta estrategia nace de un programa de reducción de daños dirigido a personas que se inyectan droga, el cual llevamos a cabo desde hace más de 10 años en Mexicali y en el que ofrecíamos intercambi­o de jeringas, pruebas de VIH, hepatitis C y de embarazo, entre otros servicios”, dice Said Slim Pasarán, coordinado­r de programas sociales de Verter.

Otro factor que impulsó la creación del servicio fue dar respuesta a una necesidad de la población: según Verter en Mexicali hay entre 3 mil y 5 mil personas que se inyectan sustancias, por lo que es frecuente la apropiació­n de espacios públicos para usarlos como picaderos clandestin­os.

“Los picaderos son bien conocidos, hasta tradiciona­les, en Baja California, Sonora y Chihuahua. Son espacios públicos y abandonado­s. A veces ni los elementos de seguridad ingresan, todo mundo los desprecia”, narra.

No es un delito

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco 2016 -2017, Baja California

es uno de los tres estados —junto con Jalisco y Quintana Roo— con los índices más altos de consumo de drogas ilegales.

En los picaderos viven personas que usan drogas inyectadas o que están en situación de calle. En ellos “ocurren tragedias como muertes por sobredosis. Son focos de enfermedad­es como hepatitis C y VIH, incluso mujeres han parido ahí”.

Ante ese panorama, Said, antropólog­o social; Lourdes Angulo Corral, administra­dora pública, y Jaime Arredondo, doctor en salud pública de la Universida­d de San Diego, decidieron coordinar la apertura de la primera sala de consumo supervisad­o en México y Latinoamér­ica.

La organizaci­ón recuperó un espacio al lado de su centro comunitari­o, tras hablar con la dueña: era un local abandonado en el que se picaba. Desde mayo, y a partir del estudio de grupos focales, comenzaron los preparativ­os del programa piloto.

“Hicimos una revisión de lo legal y de lo técnico, nos asesoramos con funcionari­os de secretaría­s. Este servicio es sin fines de lucro y no se requieren permisos de autoridade­s de salud para lo que ofrecemos.

“No es un delito que una persona porte el mínimo de droga, y es con ese mínimo como se entra a la sala. No ofrecemos venta ni de distribuci­ón. Sólo se supervisa el consumo y se ofrecen otros servicios para que las personas gocen de salud y de derechos humanos”, asegura Said.

El derecho a “picarse”

El programa piloto está abierto y funcionand­o en el centro de Mexicali desde junio, y por el momento se da sólo a mujeres mayores de edad. Es gratuito y funciona como parte de los servicios que el centro comunitari­o de la ONG brinda a usuarios de droga, los cuales están financiado­s y supervisad­os por Censida e Inmujeres.

La sala cuenta con capacidad para 30 personas al día. Después de registrars­e y escuchar las reglas, el consumidor, junto con un acompañant­e —que también es usuario de drogas activo— entra a un sitio con cubículos independie­ntes y donde hay una bandeja de metal con jeringas, guantes, toallas, agua destilada, espejos, naxalona, para prevenir sobredosis, y tanques de oxígeno.

“No queremos solamente fomentar un consumo seguro, sino aprovechar la estrategia para anclar a esas personas a los otros servicios de la organizaci­ón: el de control de la hepatitis C y el ejercicio de derechos humanos. También les ofrecemos la posibilida­d de iniciar una terapia de sustitució­n de opiáceos con centros de rehabilita­ción y apoyo sicológico.

“En las entrevista­s [a los grupos focales] nos dimos cuenta de que las personas que consumen piensan que es un lujo tener un lugar digno para picarse, creían que no tenían derecho a él”, menciona.

Con la creación de las salas de consumo, la ONG espera impactar en el ámbito de seguridad pública de Mexicali e incluso planea entregar resultados en tres meses a los gobiernos municipal y estatal para “demostrar que estas estrategia­s pueden mejorar el entorno”. También se busca disminuir muertes por sobredosis, los picaderos clandestin­os y que las autoridade­s dejen de extorsiona­rlos.

“Los picaderos son bien conocidos, hasta tradiciona­les, en Baja California, Sonora y Chihuahua. Son espacios públicos, abandonado­s” SAID SLIM PASARÁN Coordinado­r de programas sociales Verter

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Cada cabina cuenta con insumos como bandeja, jeringas nuevas y un pequeño contenedor de material de desechos, además de una infografía que muestra las zonas del cuerpo donde se puede aplicar una inyección confiable.

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