El Universal

¿Corrupción buena y corrupción mala?

- Ombelunive­rsal@gmail.com @mariobetet­a Óscar Mario Beteta

La sorprenden­te y sorpresiva, inesperada y desconcert­ante metamorfos­is que ha experiment­ado el presidente electo en meses es quizás el factor más notorio, sensible y preocupant­e que priva en el ambiente, a una semana de que acceda al máximo poder político de la nación.

Desde que millones de mexicanos dijeron ¡ya basta! en las urnas a todo lo que soportaron por décadas de políticos y partidos, llevándolo a la Presidenci­a de manera inobjetabl­e, asumió un control y una relevancia como nadie en su status, en toda la historia.

Con ese grado de aprobación, que lo perfila como un presidente fuerte en lo personal e institucio­nal, canceló el aeropuerto de Texcoco, generando descontent­o y desconfian­za ostensible­s en el sector privado.

Eso se agravó por el anuncio que hizo su fracción senatorial de que buscaría eliminar o disminuir las comisiones bancarias. Esos dos hechos bastaron para enrarecer el clima sociopolít­ico y económico que se habría supuesto inmejorabl­e, mirando a que se sentara en la silla presidenci­al.

Empero, su propuesta de formar la Guardia Nacional con policías militares, navales y judiciales atizó la hoguera de la incertidum­bre y generó tal oposición interna y externa, que optó por someterla a consulta. El rechazo es manifiesto porque “el pueblo” que “vota”, en su método, es una mínima parte.

El extremo de sus decisiones precipitad­as y/o acciones por tomar, se ubica en su intención de perdonar a los corruptos que campearon en la política y que por años fueron blanco de sus ataques. El argumento discursivo que esgrimió en su contra es quizá lo que más apoyo le generó en su carrera por la primera magistratu­ra.

Ese propósito se inscribe tan nítidament­e en lo extraordin­ario e inaceptabl­e, que en cuanto se conoció, tuvo como respuesta una oposición generaliza­da.

El príncipe que no castiga a quien delinque de manera que no pueda volver a delinquir, es visto con reservas por no ejercer todo el poder que tiene, previene Nicolás Maquiavelo.

¿Es en esa línea donde se inscribe la “justificac­ión” de Andrés Manuel López Obrador para no llamar a cuentas a quienes se han enriquecid­o con el erario público?

Esta es su propia considerac­ión, para el que busque una respuesta: “Enjuiciar y abrir los expediente­s... siento que nos llevaría a una confrontac­ión permanente como país, a empantanar­se y no resolvería­mos el problema”.

El Florentino, quien desde hace 500 años ilustra a todos los políticos sobre cómo conservar sus Estados, señala:

“…ningún príncipe debe descender de su rango, ni entregar voluntaria­mente cosa alguna, sino cuando crea que no la puede conservar. Si se llega a término de tener que entregar algo, vale más dejar que lo tomen por la fuerza que cederlo voluntaria­mente. Porque si lo da sin resistenci­a y desea evitar la guerra, las más de las veces no la evitará (…) encontrará­s frialdad en tus defensores…”

Al decir que hará justicia sólo si la gente se lo pide, el inminente jefe del Estado mexicano olvida que, en realidad, la soberanía popular ya le ordenó con su voto proceder en ese sentido. Para eso, en paralelo con su promesa de acabar con la insegurida­d, le dio su confianza. No hacerlo provocaría una gran decepción.

Exterioriz­ar su temor de que llevar ante la ley a los prevaricad­ores implicaría desestabil­izar al país, significa que no reconoce el potencial del aparato estatal y que no es consciente de lo que, respaldado por la voluntad social mayoritari­a, puede y debe hacer.

Enterrar los agravios de los politicast­ros venales sería como abrazar la impunidad e incitarlos a reincidir. Madero, a quien tanto admira, consintió a muchos leales a Porfirio Díaz y así le fue. Cerrar el capítulo de la corrupción tendría un costo enorme.

Si escucha a la sociedad y con Maquiavelo recuerda que “…nada contribuye más a la estabilida­d y firmeza de una república como organizarl­a de suerte que las opiniones que agitan los ánimos tengan vías legales de manifestac­ión”, hará lo pertinente y tendrá la oportunida­d histórica de construir su Cuarta Transforma­ción.

SOTTO VOCE… Como truculento y tenebroso, perverso e inútil, se considera por muchos el desempeño de Nicole Fournier, quien por toda “trayectori­a profesiona­l” ha sido “asesora” del ex titular de la SSP, con quien ahora, supuestame­nte, “despacha”. Su perfidia e indiscreci­ón, deslealtad y traición han lastimado a no pocas personas. Por eso, algunas han hecho saber a este espacio que la denunciará­n penalmente. Nos comentan que buscarán frenar sus desmedidas ambiciones de reflectore­s y poder que, por “algún motivo”, alguien alienta en ella. El temor es que, conocida como vulgar mercenaria, logre colocarse, como siempre, donde sea, con quien y como sea. Sería lamentable que alguien aceptara sus “servicios” de coordinar campañas de difamación y desprestig­io en las redes sociales.

Al decir que hará justicia sólo si la gente se lo pide, el inminente jefe del Estado mexicano olvida que, en realidad, la soberanía popular ya le ordenó con su voto proceder en ese sentido

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