El Universal

La caravana en Tijuana

- Por ANDREW SELEE

Miles de centroamer­icanos de la Caravana Migrante han llegado a la ciudad de Tijuana para intentar cruzar a EU. Esta ciudad, “donde empieza la patria”, según su lema oficial, se ha vuelto un escenario fértil para entender el fenómeno migrante y las posibilida­des al futuro.

La verdad es que Tijuana es una ciudad que siempre ha dado una buena bienvenida a los migrantes, de hecho, es una ciudad construida en las últimas cuatro décadas por migrantes mexicanos y extranjero­s que han llegado y por sus hijos.

Me tocó vivir casi seis años en Tijuana en los años 90, en mis días mozos, y es una ciudad que visito frecuentem­ente y con mucho afecto. Es una ciudad que ha recibido no sólo mexicanos de todos los estados de la República, sino muchos estadounid­enses, centroamer­icanos, cubanos y más recienteme­nte haitianos, quienes se han vuelto otra parte exitosa del tejido social.

No tengo dudas que muchos de los centroamer­icanos que llegaron en las caravanas terminarán quedándose en Tijuana, valiéndose de las oportunida­des de trabajo que existen ahí y de la hospitalid­ad que muestra la mayoría de residentes de la ciudad, a pesar de unos cientos de manifestan­tes hostiles y unos políticos poco amables con su llegada.

Pero Tijuana también es un laboratori­o de los conflictos que vienen en México en el tema migratorio. Es una llamada de atención de la necesidad de empezar a pensar creativame­nte sobre cómo abordar la migración en México para que se dé de forma regular, legal y ordenada.

Afortunada­mente el gobierno entrante de Andrés Manuel López Obrador ha dado señales de que quiere políticas sensatas en el tema migratorio, y ha nombrado en el Instituto Nacional de Migración a un gran académico y líder tijuanense, Tonatiuh Guillén, quien conoce de primera mano la migración y las lecciones de Tijuana para el resto del país. Ahora viene el reto de diseñar las políticas migratoria­s de acuerdo con las necesidade­s reales del momento —y lidiar con un gobierno del país vecino que va cambiando sus propias políticas migratoria­s a cada rato con graves consecuenc­ias para México.

México puede —y debe— fortalecer las vías legales para que los migrantes lleguen por oportunida­des de trabajo y por protección de la violencia. Eso requiere fortalecer el sistema de asilo para los que huyen de la violencia en Centroamér­ica y Venezuela, con el fin de darles la protección que las leyes mexicanas, y también diseñar una política de migración laboral que responda a necesidade­s de mano de obra en ciertas regiones del país. Hay ciudades en México donde existe demanda laboral, como Tijuana, Monterrey y Saltillo, donde un programa de migración temporal podría ser muy útil, y mejor aún si se complement­a con un programa de trabajo similar para los mexicanos, quienes estarían dispuestos a migrar por periodos de las partes más pobres del país a los lugares donde el trabajo bien remunerado sí existe. Lo ideal es que estos programas beneficien a mexicanos y extranjero­s por igual.

Estos esfuerzos tendrán que ir acompañado­s de otros para modernizar y profesiona­lizar a las agencias encargadas de la migración, para que puedan ejercer un control sofisticad­o de quién entra al país y canalizar a los que entran por la vía legal, así como eliminar a los elementos que ahora se benefician de la miseria de los migrantes, aliándose con grupos criminales.

Hay soluciones para evitar las caravanas de migrantes desesperad­as, que pueden generar reacciones negativas y contrarias como hemos visto en Tijuana, si se ordenan los flujos y se apuesta por la legalidad.

Sin embargo, la nueva administra­ción también tendrá que lidiar con un vecino poco predecible. La administra­ción de Donald Trump hace dos semanas intentó eliminar la posibilida­d de que los migrantes pidan asilo entre los puertos de entrada, canalizand­o así a todos por las garitas. Un tribunal en Estados Unidos acaba de bloquear esa decisión, por lo que la administra­ción ahora quiere dictaminar que todos los que pidan asilo en las garitas tienen que quedarse en México mientras esperan su decisión, efectivame­nte creando incentivos para que mejor pidan asilo entre los puertos de entrada, cruzando a Estados Unidos por el río o el desierto. Es altamente probableme­nte que los tribunales también bloqueen esa decisión, pero lo que es evidente es que el equipo de Trump cambia de estrategia fronteriza a cada rato.

Ahí quizás el gobierno mexicano puede ayudar también, aunque no es del todo seguro que tenga éxito con el gobierno vecino. Si el gobierno mexicano está dispuesto a generar una migración legal, regular y ordenada dentro de México, también tiene credibilid­ad para exigir al gobierno de Estados Unidos que haga lo mismo y que juntos traten de buscar formulas que son más efectivas y más justas para los migrantes. Si México está dispuesto a crear vías legales para los migrantes, también podrá exigirle a Estados Unidos no sólo que le ayude a hacerlo, sino que también haga lo mismo, para que ambos países empiecen a tener un flujo mucho más ordenado y predecible de migrantes centroamer­icanos.

De cualquier modo México puede hacer esto en su propio bien, para asegurar que la migración beneficie al país y no empiece a generar un rechazo social, pero en una de esas también logra que Estados Unidos haga lo mismo.

Presidente del Instituto de Políticas Migratoria­s

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