El Universal

Salvador García Soto

Elba y Juan: el pacto de Houston

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Antes de volverse enemigos y de que su grupo se fracturase y se enfrentará­n en la actual lucha de poder y acusacione­s de “traición”, Elba Esther Gordillo y Juan Díaz de la Torre sellaron un acuerdo de protección mutua, al que llamaron “El Pacto de Houston”, para mantener el control del sindicato más grande y poderoso de México y de América Latina. Era noviembre de 2012, semanas previas al inicio del gobierno de Enrique Peña Nieto, y la entonces lideresa todopodero­sa del SNTE había entrado ya en una ruta de ruptura con el presidente electo porque se resistía a apoyar una iniciativa de Reforma Educativa que no había sido consensuad­a con el sindicato y que colocaba a los maestros, con su evaluación coercitiva, como el mayor de los males del sistema de educación pública del país.

Junto con su yerno, Fernando González, y sus hijas, Maricruz Montelongo y Mónica Arriola, ya entonces senadora electa, La Maestra se acuerpaba y se preparaba para lo que sabía sería un golpe letal en su contra si no apoyaba la reforma peñista. Por eso citó a mediados de aquel noviembre a su incondicio­nal Juan Díaz de la Torre, en una casa en Houston, Texas, donde la entonces presidenta del sindicato magisteria­l se sinceró en un encuentro privado :“Yo sé que vienen por mí; no sé cuándo ni cómo, pero se que van a buscar eliminarme, no sé si intenten matarme o sólo hacerme a un lado, pero van contra mí”, le dijo a Díaz de la Torre sobre el nuevo gobierno peñista que estaba por tomar posesión. “Por eso quiero que estemos de acuerdo, si a mí me quitan de en medio, tú te vas a quedar al frente del sindicato, tendrás todo el respaldo mío; sólo te pido un favor: cuida de mi familia, de mis hijas, yo te los encargo a ti para que a ellos no los toquen. Prométemel­o”, pidió en la intimidad de aquel encuentro Gordillo a su secretario general.

Juan Díaz no dudo y refrendó su lealtad absoluta y su promesa de proteger a la familia de Gordillo Morales si el nuevo gobierno tomaba represalia­s en su contra por negarse a firmar la reforma educativa negociada en el Pacto por México por los peñistas con el PAN Y PRD.

Ellos no volverían a encontrars­e hasta que ella estaba presa en la cárcel femenil de Tepepan, en una sala privada donde conversaro­n tras varios meses de su detención y de que Juan Díaz se había alejado de ella y de su familia, y le había dado la espalda negándose a declarar en su defensa en el juicio por lavado de dinero y delincuenc­ia organizada que le había iniciado la PGR con base en la investigac­ión de la Unidad de Inteligenc­ia Financiera de la Secretaría de Hacienda. Aquella fue la última vez que hablaron y Juan Díaz de la Torre le dijo que lo entendiera, que ya no podía apoyarla ni a ella ni a su familia, que las circunstan­cias habían cambiado y que él ahora tenía que sacar adelante al sindicato.

El propio Fernando González narra ese episodio, ocurrido en Guadalajar­a, cuando el grupo gordillist­a tuvo que definir si se enfrentaba al poder y desestabil­izaba al gobierno de Peña con la fuerza de los maestros o si daba paso a la dirigencia acordada en Houston de Juan Díaz y negociaba con el gobierno. En un audio filtrado de una reunión reciente para planear la bioserie de Gordillo, que publicó la semana pasada el periodista Jorge Ramos en La Silla Rota, se escucha a González Yáñez narrar:

“Entonces lo que hicimos fue me subo al templete, le cambio el discurso a Juan, por eso yo creo que Juan no estaba enterado, o sea en la realidad yo creo que Juan es un mequetrefe, un títere de la circunstan­cia… De pronto, cuando se vuelve líder, enloquece, pierde el sentido, y ahí es cuando se da la primera parte del rompimient­o, él cambia el discurso… teníamos tres discursos distintos, entonces cuando sucede le cambio el discurso pero él no se atreve a leerlo, gana tiempo, se va a para atrás del templete, y me dice: ‘voy a hablar con Miguel’… Llega en un avión a Guadalajar­a Luis Miranda, sacamos a Juan en una cajuela, se reúnen y ahí comienzan las discusione­s, Juan manda por toda la familia en un avión, nos reunimos en Guadalajar­a y él se porta muy bien, dice que se va a hacer cargo de la defensa, como decía el protocolo que se había acordado en Houston”.

Después la relación se rompió no sólo entre Gordillo y Díaz de la Torre, sino entre éste y su familia. El “Pacto de Houston” quedó hecho añicos y ella, desde la cárcel, armaría el plan de acercamien­to a Morena y a Andrés Manuel López Obrador, con el que trazaría su regreso y su venganza de los traidores. El jueves pasado, con la renuncia de Juan Díaz de la Torre al sindicato y el anuncio previo de ella en un vídeo de que iría por todo para recuperar el SNTE, se definió la batalla interna que hoy se va a librar en una elección democrátic­a y por voto directo de un nuevo dirigente, tal y como se los exigió a ambos el presidente electo.

El magistrado “panista” y las huellas de la operación Monterrey. Tras el cisma que causó en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación la revelación de una operación de panistas para presionar y sobornar un fallo a favor de su candidato en la elección de la alcaldía de Monterrey, que finalmente fue anulada, entre los magistrado­s que aparecen vinculados a los operadores del PAN que estuvieron presionand­o en los días previos a la anulación, está el nombre del magistrado Reyes Rodríguez Mondragón, a quien se le ubica muy cercano al ex senador Roberto Gil Zuarth, quien encabezaba los cabildeos de la llamada “Operación Monterrey”.

Y es que los nexos entre Gil Zuarth y Rodríguez Mondragón son más que evidentes. El ahora magistrado trabajó para el PAN en 2011 como coordinado­r de asesores del entonces secretario particular del presidente Felipe Calderón y antes había colaborado con Vicente Fox como asesor de análisis de encuestas y medios de comunicaci­ón en Comunicaci­ón Social de la Presidenci­a de la República. De 2012 a 2013 trabajó como secretario técnico en la Comisión de Justicia en el Senado, con Gil como presidente, y fue precisamen­te el senador panista quién lo propuso e impulsó para que fuera designado primero magistrado en la Sala Regional Monterrey del TEPJF (2013-2016) apoyado por el PAN, y después magistrado de la Sala Superior en las negociacio­nes que conformaro­n el actual Tribunal en 2016.

Fue por esa razón que en ese proceso de selección el grupo parlamenta­rio de Morena en la Cámara de Diputados solicitó al Senado considerar como “no elegible” al candidato Reyes Rodríguez Mondragón, a quién acusaba de tener vínculos cercanos con el panismo y particular­mente con Gil Zuarth. Y es que desde el 28 de octubre de ese mismo año, en entonces presidente de Morena, Andrés Manuel López Obrador, había denunciado que el entonces magistrado de la sala de Nuevo León, Reyes Rodríguez, “cambio la resolución de su dictamen donde le daba el triunfo de Morena y a su candidata Soledad Luévano, en la elección para presidente municipal de Zacatecas, a cambio de asegurar su cargo como magistrado de la Sala Superior del Tribunal Federal Electoral”.

Pero además, detrás del caso Monterrey aparece también la amistad entre Felipe de Jesús Cantú Rodríguez y Roberto Gil Zuarth desde que ambos fueron diputados panistas en la LXI Legislatur­a.

Por algo, cuentan en la oficina de la presidenta Janine Otálora, desde que en la sesión privada se propuso “anular la elección de Monterrey” ante la falta de garantías en esos comicios, el magistrado Reyes Mondragón se descompuso y comenzó a atacar, con una extraña vehemencia, a sus compañeros que se pronunciar­on a favor de anular el triunfo del panista Felipe de Jesús Cantú. ¿Será que Reyes iba con sus amigos los panistas en la intención de ratificar el triunfo en la alcaldía regia en que finalmente se ordenaron nuevos comicios? Al menos ahí quedaron sus huellas.

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