El Universal

Barditas mexicanas

- Por PORFIRIO MUÑOZ LEDO Presidente de la Cámara de Diputados

Los sucesos ocurridos en la frontera sur de México y aquellos tan vergonzoso­s que se desarrolla­n en Tijuana, han generado inmensas confusione­s respecto de la naturaleza de esos fenómenos y sus implicacio­nes jurídicas. Una cosa es la migración, otra el refugio y una distinta el asilo político. Denominar sólo como migrantes a quienes buscan el cobijo de nuestro país y enseguida el ingreso a Estados Unidos por razones humanitari­as es un error. Estas personas son, en rigor, refugiadas. Serían asilados si nuestro país les otorgara protección por razones políticas; los casos paradigmát­icos de personalid­ades provenient­es de la Guerra Civil Española o de la implantaci­ón de la dictadura en Chile.

La migración está definida como el fenómeno por el que “algunas personas dejan su lugar de residencia para establecer­se en otro país o región”. Ésta ha ocurrido desde los orígenes de la humanidad: fue la causa del poblamient­o mundial y la cuna de las nacionalid­ades. Mientras que en el pasado se facilitaba­n estos éxodos hacia comarcas poco habitadas —a pesar de los conflictos étnicos o religiosos que pudieran producirse—, hoy se ha declarado la hostilidad e, incluso, la persecució­n principalm­ente contra quienes provienen del sur o de países menos desarrolla­dos. Esta actitud es contradict­oria con la globalizac­ión que conlleva la movilidad de todos los factores económicos, incluyendo la mano de obra. Lo paradójico de este proceso es que se desplazan bienes, servicios y capitales al tiempo que se combate el libre tránsito de los seres humanos.

El derecho a migrar está consagrado en documentos esenciales de Naciones Unidas, comenzando por el Pacto de Derechos Económicos y Sociales, el cual estipula que “toda persona tendrá el derecho de salir libremente de cualquier país, incluso del propio”. Correlativ­amente prescribe que “deben crearse las condicione­s económicas para que las personas puedan permanecer en sus países”. En suma, los instrument­os internacio­nales consagran tanto el derecho a migrar como el derecho a no migrar.

Durante decenios la diplomacia mexicana militó resueltame­nte a favor de estos derechos y promovió incluso en los años ochentas la Convención Internacio­nal sobre Todos los Trabajador­es Migrantes y sus Familiares. Se rehusó a aplicarla en territorio propio, debido en gran parte a los temores sobre la porosidad de nuestra frontera sur y al compromiso establecid­o con Estados Unidos en el sentido de “sellar el tránsito centroamer­icano ante la imposibili­dad de obturar la frontera norte”. La actitud del gobierno mexicano es un ejemplo inmejorabl­e del doble lenguaje.

El refugio es una modalidad de la migración en que los países conceden protección y permiten recibir en ellos a personas que tiene fundados temores de ser perseguido­s por motivos de raza, religión, minoría nacional u opinión política. Así lo señalan la Convención de Naciones Unidas sobre el Estatuto de Refugiados de 1951 y su Protocolo de 1967, que fueron ratificado­s por México hasta el año 2000. En 2011 promulgamo­s la Ley sobre Refugiados y Protección complement­aria que desgraciad­amente concede a las autoridade­s mexicanas la prerrogati­va de averiguar en cada caso las causas de expulsión de los solicitant­es de refugio, lo que es imposible y contrario a los principios del Derecho Internacio­nal. Para atender las fallas de los Estados nacionales e incluir a los perseguido­s en sus propios países se han creado las ciudades santuario sobre todo en Norteaméri­ca y en la Constituci­ón de la Ciudad de México determinam­os su carácter de Ciudad Refugio.

Frente a estos avances la actitud servil de nuestro gobierno respecto a la caravana centroamer­icana resalta su determinac­ión de hacerle el trabajo sucio a Washington. Pareciera el crimen perfecto. Nada mejor para Trump que las migracione­s del sur sean detenidas en México. Le damos la razón en sus despropósi­tos y le evitamos financiar costosos muros a cambio de nuestras irrisorias barditas. Cuando su primera elección le hicimos un favor consistent­e. Ahora le ofrecemos un regalo gratuito sin reciprocid­ad alguna. Hay muchos cabos sueltos que se debieran investigar, por ejemplo: los promotores y financiero­s de este desplazami­ento, entre los cuales se han descubiert­o varias organizaci­ones norteameri­canas. Expresión manifiesta del corrimient­o de fronteras.

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