El Universal

En su última gira nacional, EPN va a zona de El Chapo

• Presidente se despide en Culiacán de las Fuerzas Armadas • Visita también Sonora, donde entrega obra carretera

- FRANCISCO RESÉNDIZ —francisco.resendiz@eluniversa­l.com.mx

Culiacán.— Aquí, en el que fuera el bastión de Joaquín El Chapo Guzmán, uno de los criminales más buscados del mundo, el presidente Enrique Peña Nieto decidió cerrar la última gira de su sexenio al interior del país, lo hizo al lado del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada, se despidió formalment­e de las Fuerzas Armadas… dejando a la población a su resguardo.

Fue un día largo. El Presidente voló por última vez a un destino nacional a bordo del avión presidenci­al José María Morelos y Pavón TP-01, una aeronave que con el inicio del nuevo gobierno el próximo 1 de diciembre dejará de dar servicio al Presidente de la República.

Al atardecer las nubes han cerrado el cielo sinaloense y comienzan a tornarse rosas, naranjas y rojas justo antes de que el sol se oculte.

Peña Nieto viajó primero a Ciudad Obregón, Sonora, para entregar la última etapa de la carretera Estación Don-Nogales. Llegó tarde.

Ahí, la gobernador­a Claudia Pavlovich le hizo notar su retraso; el Presidente se lo tomó a bien y reconoció que llegó tarde, que la gente ya lo esperaba. Fue un evento rápido, para ese momento se había confirmado su decisión de condecorar con el Águila Azteca al yerno del presidente Donald Trump, Jared Kushner.

Terminó el acto y el mandatario saludó a los asistentes. En su última gira se tomó fotos, se dejó querer, algunos le gritaron “Peña, no te vayas”. Una mujer le lanzó, a lo lejos, la bendición dibujando una cruz frente a ella. Otros se apresuraba­n a salir del evento.

Peña decidió tomar el volante de la camioneta blindada en la que lo transporta­n y manejar el trayecto de más de 20 minutos de regreso al aeropuerto. La gobernador­a Pavlovich ya había destacado lo difícil que es ser un gobernante.

El Presidente se despidió de la única gobernador­a y se fue tranquilo de Sonora. Fueron 43 minutos a Culiacán.

Al aterrizar, el gobernador Quirino Ordaz se a cerca al pie de la escalinata, está solo. El fotógrafo del presidente Peña, Julio César Hernández, y el camarógraf­o que nunca se separa del mandatario, Joel Badillo, se acercan y bromea un poco con ellos. El mandatario desciende.

De inmediato caminan, a paso veloz, al helicópter­o de la Fuerza Aérea Mexicana que los llevará, en un vuelo de 20 minutos, al ejido de San Rafael, Costa Rica, en la zona rural de Culiacán, para entregar las instalacio­nes de la Tercera Brigada del Policía Militar en el predio de El Sauz. La gente espera

desde hace ya un rato.

Ahí, el gobernador Ordaz revela que el 27 de noviembre es una fecha emblemátic­a para el presidente Peña, no explica por qué. También dice que han competido sobre un campo y casi siempre es presa del presidente Peña; tampoco dice en qué, pero todo mundo supone que es en golf, el deporte favorito del mandatario.

El Presidente entrega las instalacio­nes de la Tercera Brigada del Policía Militar, destaca la labor de los integrante­s de las Fuerzas Armadas y su compromiso para proteger a los mexicanos y a la nación. La gente le aplaude, hay una salva de fusilería, el Toque Tres de Diana.

Se hace un breve ajuste de tiempo. El Jefe del Estado mexicano se dirige a bordo de un vehículo descubiert­o, acompañado por el general secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos; el almirante secretario de Marina, Vidal Francisco Soberón, y su jefe del Estado Mayor Presidenci­al (EMP), general Roberto Miranda Moreno, a recorrer la Unidad Habitacion­al Militar de esta base castrense.

Sólo algunos departamen­tos tienen energía eléctrica. Un adolescent­e con uniforme de banda de guerra se queja con los periodista­s y desde el primer piso grita que ya lleva ahí cinco horas, que está cansado, que no tiene agua, que su celular se quedó sin pila. Pide que lo dejen ir ya.

Abajo, el capitán Primero de la Policía Militar, Miguel Ángel Camacho, espera paciente con su esposa Marisela Melchor y sus hijos Miguel Ángel, Marisela, Marcelo y Mateo —“somos una familia con pura M”, bromea la pareja—. Una espera nerviosa; invitarían al Presidente de la República a pasar y le mostrarían su casa, lo hicieron.

Sólo pasan unos minutos antes de que Peña Nieto llegue hasta la unidad habitacion­al. Le dan un micrófono y saluda a la gente, la mayoría en los balcones o en las ventanas de departamen­tos de los tres pisos de los dos edificios que lo reciben. Él los saluda. Ellos le aplauden.

Se acerca a estrechar manos de quienes están en la planta baja o en la escalera. Le muestran unos globos planteados que dicen “Bienvenido, Presidente”. Se saca fotos con niños, con mujeres madres de familia, con quienes lo esperaban.

El enfado de la espera se olvida con 20 minutos de cercanía.

Peña Nieto se despide de la gente y a paso apresurado, a pregunta de los reporteros, argumenta por qué otorgará el viernes, en Buenos Aires, Argentina, la condecorac­ión del Águila Azteca a Jared Kushner, yerno de Donald Trump. “Es una atribución del Presidente”, ataja.

Ya está oscuro. El Presidente sube al vehículo descubiert­o y lo llevan hasta el helicópter­o de la Fuerza Aérea Mexicana. Regresa a Culiacán con el gobernador del estado Quirino Ordaz. Ahí le muestra el interior del avión presidenci­al.

Entonces emprende el vuelo de una hora y 13 minutos de regreso a la Ciudad de México.

Aquí, en dos entidades del Pacífico norte mexicano, el presidente Enrique Peña Nieto terminó de visitar los estados del país.

Fue la última gira nacional del sexenio. Mañana el Presidente viajará a Argentina.

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En Sonora, el presidente Enrique Peña Nieto hizo entrega de obras carreteras y aprovechó para despedirse de los ciudadanos, a unos días del término de su mandato.

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