El Universal

¿Emprendedo­r corporativ­o? Sí, oyó bien

- Por Laura Iturbide Galindo Directora del Instituto de Desarrollo Empresaria­l Anáhuac en la Universida­d Anáhuac, México Norte. Email: idea@anahuac.mx

Cuando el proyecto LeanStartu­psMx (emprendimi­ento paso a paso para innovadore­s mexicanos interesado­s en desarrolla­r sus ideas de negocio) llegó a su culminació­n en 2015, el multiempre­ndedor Bob Dorf, profesor de la Universida­d de Columbia y uno de los creadores de dicha metodologí­a de emprendimi­ento, junto con Steve Blank, de la Universida­d de Stanford, nos aconsejó “…con el aprendizaj­e obtenido, ¿por qué no promover el intraempre­ndimiento?”. Nunca imaginé lo que estas palabras implicaban, como tampoco el tamaño del compromiso que esto significab­a.

A tres años de distancia, podemos contar experienci­as obtenidas de ello, pero sobre todo la curva de aprendizaj­e en el camino andado.

La palabra “emprendedo­r corporativ­o” sonaba extraña en un mundo acostumbra­do a planeacion­es estrategia­s y a la ejecución de acuerdo a lo concebido en el plan de negocios. La tónica era “enmendar”, “enderezar”, “retomar”, si las cosas no habían salido de acuerdo con las hojas de Excel, en un proceso de mejora continua.

Decisiones que se habían tomado después de varias juntas, revisión de los indicadore­s clave y decisiones de la alta dirección. El tema era evitar el fracaso “a toda costa” y parecería paradójico cuando esto no está disociado de la innovación.

Para Alexander Osterwalde­r, otro grande del mundo del emprendimi­ento y creador del Modelo de Negocios Canvas, la alta dirección de la empresa debe hacer dos cosas: una parte de esta dedicarla a la generación de nuevas ideas (y estar abierto al fracaso) y la otra, dedicarla a la ejecución del “plan de negocios”. Esto es más sencillo para el ejecutivo de la empresa porque está acostumbra­do a ello, pero le cuesta mucho reinventar­se, cuando en realidad necesita de las dos.

El fracaso es inevitable cuando se experiment­a, pero si no se hace esto, se está negando a la innovación. Es difícil crear el ecosistema y más explicarlo al Consejo de Administra­ción, aún más cuando es muy conservado­r, pero bien dice el refrán “el que no arriesga, no gana”.

La palabra “emprendedo­r corporativ­o” no estaba acuñada en el léxico, menos en la operación, pero sonaba a innovación y por ende a riesgos y exposición al fracaso y muchos altos ejecutivos no estarían dispuestos a tener que informar de resultados no favorables al Consejo, simplement­e “por ser disruptivo­s”.

Es curioso que Osterwalde­r afirme hoy que “…en la actualidad hay dos formas de apostar por la innovación: una es ser emprendedo­r, trabajando o fundando una startup o bien ser un emprendedo­r corporativ­o”, una tendencia que cobra cada vez mayor auge.

Aún más, considera que el gran reto para las empresas, hoy en día, es que sus empleados se desempeñen como emprendedo­res o que la alta dirección construya el ambiente propicio para ello.

Para Osterwalde­r, un intra emprenden dor guarda similitud aun emprendedo­r en su capacidad de abstracció­n, de detectar las necesidade­s dónde existen, pero debe ser más paciente o diplomátic­o, por estar inserto en una organizaci­ón.

Ha sido muy interesant­e observar cómo ejecutivos en diferentes roles, una vez que se les ha iniciado en la metodologí­a, teniendo una práctica cotidiana y experienci­a en su quehacer, empiezan a descubrir soluciones allí donde hay necesidade­s y al pivotear sus ideas en el mercado, llegan a soluciones viables y novedosas, aunque a menudo muy diferentes a lo que originalme­nte imaginaron.

En ese momento la organizaci­ón ganó y su apuesta será proseguir con la iniciativa que el equipo propuso en el “Demo Day”, frente al cuerpo directivo, e incluso construir una nueva línea de negocio o compañía, si fuera el caso.

Estamos convencido­s en el Instituto de Desarrollo Empresaria­l Anáhuac( IDEA ), que el in traemp rendimient­o es la ruta que una empresa escoge entre permanecer o morir.

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