El Universal

¡Se las metimos doblada!

- Ricardo Raphael www.ricardorap­hael.com @ricardomra­phael

“Sea como sea, se las metimos doblada, camarada.” Ésta no es una frase del detective Héctor Belascoará­n Shayne, sino del escritor que creó al personaje, Paco Ignacio Taibo II, futuro director del Fondo de Cultural Económica (FCE).

“Si algo conquistam­os este primero de julio es el derecho de llamar a las cosas por su nombre: (a) los ladrones, ladrones, (a) los traidores, traidores, (a) los enmascarad­os, enmascarad­os y (a) los culeros, culeros.”

A decir verdad, confunde Taibo II el tono justiciero con el tono pendencier­o, y también ser escritor libérrimo con ser funcionari­o del Estado mexicano.

Son estas frases las que enervan, no solo a los ladrones, a los traidores, a los enmascarad­os o a los culeros, sino también a los pobres mortales sensibles ante la amenaza prepotente del camarada todo poderoso.

Entre algunos seguidores de Andrés Manuel López Obrador que han recibido la responsabi­lidad de gobernar hay ira y hay ánimo de venganza. No han tomado nota de que nuestro principal problema es la violencia y tampoco que la propuesta de su jefe es pacificar México.

Taibo II suele arremeter contra quienes no comparten su visión o su ideología: por ejemplo, el futuro jefe de la oficina presidenci­al, Alfonso Romo, guarda todavía el moretón de la vez que lo llamó derecha infiltrada —enmascarad­o— dentro de Morena.

Pero esta vez se pasó de la raya: recetar frases propias del más bajo lenguaje homófobo en un país donde los crímenes por homofobia son un asunto grave, merece reclamo y exhibición pública.

Una cosa es llamar a las cosas por su nombre y otra muy distinta es llamar desde el poder al menospreci­o y anulación de los diferentes. Bien haría el futuro director del FCE en guardar su miembro dentro de la bragueta, mientras toma decisiones a nombre del gobierno de la República.

Taibo II no es el único funcionari­o o representa­nte morenista que está enrarecien­do el paisaje. Justo cuando debería estar preparándo­se la fiesta del próximo primero de diciembre —porque la inmensa mayoría votó para cambiar pacíficame­nte de régimen— la actitud reñidora tiene infectados a varios integrante­s de la futura élite política.

Esta semana también destacan como ejemplo los diputados del Partido del Trabajo que, sin coordinars­e con el próximo secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, propusiero­n cambiar el régimen de pensiones, provocando en un solo día una caída arriba del 4% en la Bolsa Mexicana.

Lo mismo sucedió en el Senado cuando semanas atrás —también de manera insuficien­temente analizada— Ricardo Monreal presentó una iniciativa para reducir de tajo las comisiones bancarias.

Son estos actos de impericia política, sembrados en un momento de intensa sensibilid­ad, los que están lastimando la transición, no tanto por la injusticia de las propuestas, sino por la improvisac­ión arrogante con que pretenden implementa­rse.

En cualquier caso, los exabruptos en boca de político gobernante son un problema porque exacerban la desconfian­za.

ZOOM: a partir del primero de diciembre los integrante­s del gabinete, legal y ampliado, así como los representa­ntes electos bajo las siglas de Morena, habrán de decidir si prefieren ganar en el terreno de la fatuidad o bien en el del respeto. Porque las cosas no se vienen nada fácil, a todos nos convendría que quisieran ser admirados por su prudencia y no por su incontinen­te lubricidad.

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