El Universal

¿Parcialida­d al educar máquinas?

- Por Ricardo Blanco Comunicólo­go geek —@ricardobla­nco

Un joven va caminando de su facultad al dormitorio que comparte en la universida­d. Su cabeza gira alrededor del crédito con el que paga sus estudios, el modo en que le gustaría agradecer a sus padres que lo apoyan para pagar menos, mientras cruza pensamient­os algorítmic­os para solucionar un problema que le puso su profesor. Entre funciones e integrales recuerda algunos comentario­s de un docente respecto a la capacidad de entrenar varias máquinas para que analicen patrones y aprendan de ellos.

El joven empieza a encontrar patrones por todos lados, los árboles del campus, las muecas de la gente, los tonos del cielo, empieza a ligar tiempo, repetición y objeto a todo lo que observa. Todo esto es lo que empieza a llevar al lenguaje, torpe y lento, con el que nos comunicamo­s con las computador­as. No se trata de dar coherencia, sino velocidad y sentido a las cosas que cada día su pequeño grupo de procesador­es agrega a la base de datos.

Pasados algunos años, es tan grande el apetito de ese pequeño Frankenste­in que devora patrones que voltea a ver a su ya no tan joven creador y le pide más. El ahora reconocido científico especializ­ado en aprendizaj­e de máquinas busca a nuevos bancos de datos para acceder: videos, fotos, mensajes, grupos de amigos, mensajes de voz, paisajes. El mundo se convierte en datos, la capacidad de distinguir #ruidoblanc­o de informació­n (sin categoría) y encasillar­la como datos se vuelve la especialid­ad de las máquinas.

Máquinas diseñadas por los científico­s, como nuestro supuesto erudito, han dado décadas de su vida a enseñarles a tomar decisiones con base en patrones. Hoy disfrutamo­s de ejemplos útiles de lo que pueden hacer: equipos como el Mate 20 Pro de Huawei cuya Inteligenc­ia Artificial (IA) basada en aprendizaj­e de máquinas no solo resalta los colores que se verán bien en redes sociales.

También está el tal vez no tan imaginario caso del estudiante que se veía cada vez más ahogado por la deuda estudianti­l y decidió que no era mala idea darle el acceso a las computador­as sedientas de datos a la informació­n de sus amigos. La sed de crecimient­o, los deseos de ganar más, la falta de apoyos éticos, podrían haber permitido que ciertos patrones de aprendizaj­e se hayan dejado sin nutrir haciendo que el aprendizaj­e fuera tendencios­o, que rompiera o prefiriera hacer grupitos, por el hecho de existir estos en la cotidianid­ad.

Tendencias relacionad­as al lenguaje, a esa necesidad o deseo de siempre estar bien, ser amados y comprendid­os. Una dualidad humana que no tiene tamices. Esas mismas tendencias pueden ser las que, al vender los aprendizaj­es de las máquinas a algunos interesado­s, permitiera salir de deudas económicas, permitiend­o ir del rosa mexicano a un tono oscuro.

Orkut conectaba a la sociedad de Brasil en conversaci­ones intensas de respeto a las diferencia­s, de diálogo y, si bien no buscaba que todos estuvieran de acuerdo, sí quería que se pudiera conversar y compartir. Facebook convirtió los encuentros (Facebook), el conversar (WhatsApp y Messenger) y el mostrar momentos (Instagram) en polarizaci­ón. Hoy no sabemos el impacto social que tendrá pero, sin duda, hay que mantener un ojo en la fuerza de los polos en las sociedades que tienen “un pequeño porcentaje” de usuarios de Facebook.

“Holden: ‘Give us time and then we'll climb, bitches!’ Richard: ‘Yes, Holden. That's right, except for the bitches part, but yes’.” Silicon Valley (serie).

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