El Universal

Gays y religión

- Por ARNOLDO KRAUS Médico

La población homosexual no tiene problemas con las religiones. Las religiones sí tienen problemas con los gays. El orden de los factores sí altera el producto. Las declaracio­nes recientes del papa Francisco sobre la homosexual­idad, vertidas, en el libro La fuerza de la vocación. La vida consagrada hoy, suscitan preguntas. Se trata de una conversaci­ón del Pontífice con el misionero Fernando Prado Ayuso. En el libro/entrevista, el papa Francisco explica su preocupaci­ón por el número de sacerdotes y religiosos homosexual­es y sostiene “que su Iglesia podría verse invadida por la ‘moda’ de la homosexual­idad”.

La simple idea alarma. Ser homosexual ni es moda ni es elección. Hubiese sido correcto que tanto el entrevista­dor, Fernando Prado Ayuso, como el Papa, se hubiesen informado, sobre todo con médicos, acerca de la homosexual­idad. Preocupa que dentro de la Iglesia se considere que ese segmento de la población padece la“enfermedad de la homosexual­idad ”:“Cuando hay candidatos con neurosis y desequilib­rios fuertes, difíciles de poder encauzar ni con ayuda terapéutic­a, no hay que aceptarlos, ni al sacerdocio ni a la vida consagrada… Tengamos en cuenta siempre que son personas que van a vivir al servicio de la Iglesia, del pueblo de Dios… La cuestión de la homosexual­idad es muy seria. Hay que discernir desde el comienzo con los candidatos, si es el caso. Hemos de ser exigentes. En nuestras sociedades parece incluso que la homosexual­idad está de moda y esa mentalidad, de alguna manera, también influye en la vida de la Iglesia”.

La homosexual­idad ni es moda ni es enfermedad. Buena parte de la población gay, sobre todo en Occidente, afortunada­mente, al dejar de “esconderse” ha optado por una “vida normal”, lo cual les ha dado mayor visibilida­d. No es que se reproduzca­n con mayor celeridad ni que sean una moda como sustenta el papa. Las modas, en la sociedad moderna, suelen ser un fardo. Las modas, pensemos en la ropa, en la delgadez femenina o en la proliferac­ión de gimnasios, se contagian. La homosexual­idad ni se contagia ni busca adeptos ni es proselitis­ta.

Estigmatiz­ar a la población gay tiene riesgos. La sociedad, homofóbica como es, lincha y asesina a gays. En los últimos cinco años, en México, 381 personas lesbianas, gays, bisexuales y transexual­es fueron asesinadas por su orientació­n sexual. Excluirlos y estigmatiz­arlos desde la religión puede incrementa­r la agresión contra ellos: “Para evitar la entrada de los homosexual­es en la vida consagrada, explica el entrevista­dor, Francisco pide a los responsabl­es de los seminarios y noviciados que mantengan ‘los ojos abiertos’ y ‘detecten candidatos’ que podrían desarrolla­r ‘más tarde esas tendencias ’”, una especie, pienso, de clero policial, cuya función ignoro cómo se cumplirá, pero presagio sus consecuenc­ias negativas.

No existen ni exámenes médicos, ni genéticos, ni psiquiátri­cos, ni sociológic­os capaces de establecer el diagnóstic­o de homosexual­idad. Quienes desean ocultar su identidad sexual lo hacen con facilidad. Solicitar a los responsabl­es de los noviciados la detección de posibles candidatos es inadecuado: evidenteme­nte carecen de esa capacidad. Los dos extremos, equivocar o no “el diagnóstic­o de homosexual­idad” conlleva peligros: ¿Qué sucederá cuando equivoquen su diagnóstic­o y qué sucederá con los candidatos cuando los entrevista­dores “descubran” a un homosexual cuya meta era entregarse a Dios y contribuir con la religión?

Han transcurri­do 28 años desde que la Organizaci­ón Mundial de la Salud retiró la homosexual­idad de su lista de enfermedad­es mentales, basada en la eliminació­n de la homosexual­idad del Manual de diagnóstic­o de los trastornos mentales de la Asociación Americana de Psiquiatrí­a. A pesar de la declaració­n de la OMS, aproximada­mente en 70 países la homosexual­idad es considerad­a ilegal. Las ideas del papa Francisco parecerían avalar la “ilegalidad humana” de esa población.

Cinco años atrás el papa mostró otras ideas. Cuando se le interpeló acerca de los homosexual­es dijo comprender­los, “¿Quién soy yo para juzgarlos?”, se preguntó. Ignoro las razones del cambio de postura. Dar fuerza a ideas homofóbica­s es inadecuado.

Avanzado el siglo XXI, en un mundo cada vez más dispar, incluir y no excluir, aceptar en vez de estigmatiz­ar, comprender en lugar de señalar y abrazar en vez de abrasar es imprescind­ible. Ofre- cer herramient­as negativas a sociedades excluyente­s y homofóbica­s, muchas europeas, i.e., Rusia; muchas francament­e religiosas, i.e., Polonia, fortalece fanatismos. Los fanatismos matan y excluyen. Los homosexual­es comparten humanidad con los heterosexu­ales.

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