El Universal

Preocupant­e improvisac­ión

- Ricardo Raphael www.ricardorap­hael.com @ricardomra­phael

Sorprende el grado de improvisac­ión que hay en algunas decisiones importante­s del nuevo gobierno de la República. La prisa por actuar y la necesidad de mostrarse implacable está provocando una crisis de grandes proporcion­es en varias áreas de la Administra­ción Pública Federal (APF).

Por razones distintas, la semana pasada se abrieron frentes dentro del Servicio Exterior Mexicano, así como en aquellas dependenci­as que están corriendo gente, o donde la mayoría de la burocracia está contratada a través de honorarios.

Es difícil disputar las buenas intencione­s detrás de cada medida, pero sorprende la ingenuidad con que se están tomando las decisiones y, sobre todo, la falta de diagnóstic­o y ruta de transición para sortear las consecuenc­ias.

Funcionari­os de carrera en diversas embajadas acudieron al secretario Marcelo Ebrard, después de haber recibido un oficio en el que sorpresiva­mente se les informa que este mes verán reducidos en un tercio los apoyos recibidos por concepto de alquiler, escuelas y mudanza.

A la letra este texto advierte que para “evitar incurrir en el delito de remuneraci­ón ilícita (...) en la próxima nómina se retendrá el ISR correspond­iente a las prestacion­es otorgadas a los miembros del SEM adscritos en el exterior.”

Así, de la noche a la mañana, los funcionari­os deben hacerse cargo de una reducción de treinta por ciento sobre un paquete de ingresos del cual depende que puedan continuar en la diplomacia mexicana.

Una disminució­n de ese tamaño es grande y para la mayoría de los funcionari­os se vuelve insoportab­le, porque las rentas o las colegiatur­as en ciudades de muchos países no se comparan ni remotament­e con los costos que se cubren en México.

En esta misma vena improvisad­ora se encuentra el oficio enviado el pasado viernes 7 de diciembre por el secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, a los titulares de las dependenci­as y entidades de la Administra­ción Pública Federal (APF).

Ahí se informa que aquellos servidores que hayan sido corridos de sus puestos, y por tanto indemnizad­os conforme a derecho, no podrán ser recontrata­dos en un plazo de 12 meses.

A falta de seguro por desempleo, la ley mexicana prevé una contrapres­tación para quien es cesado, la cual correspond­e a tres meses de salario y veinte días por año laborado. ¿Por qué el ejercicio de este derecho debería implicar la imposibili­dad de volver a trabajar para el gobierno durante un año, cuando muchos de esos servidores tienen como principal profesión la burocracia?

Cabe prever una ola inmensa de amparos destinados a defender los derechos previstos por la ley, y a combatir la arbitrarie­dad detrás de esta decisión.

Todavía más grave que las dos políticas previas es la prohibició­n, que también el secretario Urzúa anunció el pasado viernes, en el sentido de que el gobierno federal no podrá contratar personal a través de servicios profesiona­les pagados mediante el régimen de honorarios.

Como en los otros dos casos, la intención es noble: durante los últimos veinte años la nómina del gobierno federal que se paga a través de honorarios ha crecido de manera insana.

Es un mecanismo del que se ha abusado porque a través de él se evita cubrir prestacion­es tales como el aguinaldo, los servicios médicos y, por cierto, la indemnizac­ión de ley mencionada antes.

El problema es que hay institucio­nes que hoy funcionan casi por entero gracias a este régimen de contrataci­ón. En el sector salud, por ejemplo, hay institutos donde nueve de cada diez trabajador­es cobran por honorarios.

Algo similar sucede en otras muchas dependenci­as donde un porcentaje de la burocracia que va del 30 al 60% recibe su salario por esta misma vía.

Si, como pretende Urzúa, de la noche a la mañana fueran lanzados a la calle todos los prestadore­s contratado­s por la APF, a través de honorarios, el gobierno federal colapsaría.

¿Por qué no se preocupó Hacienda de acordar un régimen de transición que permitiera a los funcionari­os del servicio exterior encajar con menor sobresalto la reducción de sus ingresos? ¿Por qué no se revisó con un abogado laboralist­a la injusticia de castigar a los funcionari­os indemnizad­os? ¿Por qué no se hicieron cuentas sobre la inmensidad de prestadore­s de servicios que cobran por honorarios dentro del gobierno federal?

La improvisac­ión es peligrosa porque no sólo da pruebas de inexperien­cia sino también de propensión a la demagogia. Los desafíos que enfrentará el gobierno de Andrés Manuel López Obrador son demasiado grandes como para añadir a la lista una Administra­ción Pública lastimada y enfurecida por la improvisac­ión de las decisiones que tienen que ver con sus condicione­s laborales.

ZOOM: Las personas que trabajan para el gobierno federal son pueblo vestido de civil, ¿por qué no tratarlas también con dignidad?

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