El Universal

El PRI, huérfano y perdido

- Salvador García Soto

Quién sabe si sea el espíritu navideño que los embarga o si de plano siguen sin sobreponer­se al golpe del tsunami lopezobrad­orista que los arrolló hace ya 5 meses, pero en el PRI no dan señales de vida ni de un intento serio de reanimació­n o recuperaci­ón de ese partido. Con sus liderazgos agachados y agazapados ante el embate de la Cuarta Transforma­ción y del nuevo gobierno, los priistas ni siquiera en la orfandad, tras la salida de su jefe máximo, Enrique Peña Nieto, se deciden a iniciar un movimiento en busca de una sacudida real que los lleve ya sea a una refundació­n o a un replanteam­iento total del partido al que el peñismo dejó casi aniquilado, tras sus escándalos de corrupción y su fallido gobierno, y que fue brutalment­e rechazado por los mexicanos en las urnas.

Tanto dijeron que “en cuánto se fuera el presidente comenzaría­n la revuelta y la noche de cuchillos largos”, que la calma chicha que hoy se observa en el PRI —donde hay una dirigencia nacional paralizada y sólo algunos políticos y liderazgos medios se mueven con propuestas de refundació­n y democracia interna, como Ulises Ruiz que recorre el país o la corriente LIDER presentada el fin de semana— parece confirmar que, en la orfandad, sin un liderazgo definido y con el desánimo y división interna que trajo la derrota, el que fuera hasta hace muy poco el partido gobernante y la primera fuerza política nacional, hoy navega a la deriva y resignado a ser una cada vez más débil y desdibujad­a tercera fuerza.

Porque aún los personajes que, en corto dicen que van a buscar el liderazgo nacional y que quieren encabezar una refunda cióny una nueva definición delpriismo como fuerza opositoraa­l gobierno de AndrésManu­elLó pez Obrador, enpúbl iconos e atreven todavía a asomar la cabeza, como si temieran que alguien desde el Palacio Nacional se las pudiera cortar. Y se mueven, eso sí, tras bambalinas en espera de mejores tiempos para lanzar abiertamen­te una campaña por la recuperaci­ón y el rearmado de los pedazos y fragmentos que quedaron de la vieja estructura y la maquinaria priista en los estados, que fueron arrasadas por el fenómeno de Morena y el lopezobrad­orismo.

En ese caso están los dos priistas más fuertes que se sabe podrían enfrentars­e en una contienda interna: el coordinado­r de los senadores, Miguel Ángel Osorio Chong, que en privado dice que “sí va por el PRI” pero en público cuida cada movimiento; y el gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, que después de un arranque acelerado y de hacer alianzas internas con fuerzas como Rubén Moreira, decidió meter el freno para concentrar­se en el apoyo entusiasta a los proyectos del presidente López Obrador en el sureste que beneficiar­án a su estado como el Tren Maya o el proyecto del corredor transístmi­co. Tanto Osorio como Moreno son vistos al interior del priismo como los dos aspirantes más fuertes a buscar la dirigencia partidista, una vez que se defina la ruta y el calendario que seguirá a una Asamblea Nacional refundator­ia y una elección abierta y por voto directo de los militantes, como la que ha planteado la mayoría del priismo.

El problema es que la actual dirigente, Claudia Ruiz Massieu, no parece tener ni prisa ni claridad para trazar esa ruta. La inactivida­d de la dirigente nacional, concentrad­a en su labor como senadora, es una queja constante de un priismo que no ve una estrategia clara desde su Comité Ejecutivo Nacional que parece ausente y apático ante la necesidad de reanimar a lo que quedó del priismo. Un priista de la cúpula dice, sobre el papel que está jugando hasta este momento, Ruiz Massieu al frente del CEN del PRI: “Es como Enrique Ochoa pero con falda”.

Mientras tanto otros liderazgos del priismo, como los 12 gobernador­es que aún le quedan, o ex dirigentes nacionales como Manlio Fabio Beltrones, también parecen ausentes o en espera de definicion­es. Ni Alfredo del Mazo, el heredero del Grupo Atlacomulc­o, ni otros mandatario­s estatales, parecen querer asumir en estos momentos un papel protagónic­o.

Así que, se fue Peña Nieto, y en el PRI huérfano y perdido, no ha habido ni cuchillos largos ni navajas cortas. Más bien parecen un partido a la deriva que nada “de a muertito” en espera de que le cambien las corrientes.

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