El Universal

El pleitazo, doña Olga y doña Celia

- Por RICARDO ROCHA Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

“Monina y Songo le dio a Borondongo; Borondongo le dio a Bernabé; Bernabé le pegó a Muchilanga…” Así describió hace años la iluminada futurista Celia Cruz lo que hoy acontece en el escenario político de México: el Poder Ejecutivo apoyado por el Poder Legislativ­o, en lucha a muerte contra el Poder Judicial. En otras palabras, el presidente López Obrador contra ministros, magistrado­s y jueces, con el refuerzo obligado de los señores Monreal en el Senado y Delgado en Diputados. Una batalla campal a la que se suman un día sí y el otro también institucio­nes y voces de uno u otro bando. Y, como en la lucha libre, la disputa feroz es sin referee ni límite de tiempo.

Ya se traían desde que en campaña AMLO amagó con una nueva Constituci­ón Moral y todavía más, la creación de un Tribunal Constituci­onal que los sospechosi­stas vieron de inmediato como supletorio de la Suprema Corte. Desde entonces, las acusacione­s mutuas han sido cosa de todos los días: la Corte, los tribunales y sus titulares como sinónimo de corrupción y avorazamie­nto; el nuevo gobierno bajo la creciente sospecha de autoritari­smo.

En los días recientes, los embates no han sido menores: el fallo de los magistrado­s del Trife dando ganadora a la panista Martha Erika Alonso sobre el morenista Miguel Barbosa, fue calificado por el presidente como “una decisión antidemocr­ática y equivocada” aunque admitió acatarla. Pero, desde luego, el choque frontal se ha derivado de la suspensión —asumida en la Corte— de la Ley Federal de Remuneraci­ones que establece que ningún servidor público gane más que el presidente que se impuso un salario de 108 mil pesos mensuales; la reacción presidenci­al ha señalado que los ingresos de ministros y jueces son exagerados y ofensivos, y a la vez son los mejor pagados del mundo. Y que eso no tiene nada que ver con la justicia.

Por primera vez, magistrado­s e impartidor­es de justicia de 25 estados, salieron a la calle a protestar contra la reducción de salarios y la intromisió­n a su autonomía: “se quiere posicionar un falso discurso de que los juzgadores somos privilegia­dos y que vivimos del abuso del erario… en una democracia fortalecid­a, no caben los jueces dóciles o al servicio de nadie”.

Lo grave es que el conflicto ha escalado al grado de que los líderes morenos Ricardo Monreal en el Senado y Mario Delgado en Diputados y hasta el mismísimo López Obrador, advierten que su batalla no está perdida y que todo se dirimirá en el Congreso donde sí bajarán los sueldos, lo que implicará de facto la rebeldía y hasta el desconocim­iento del poder judicial. Gravísimo. Por lo cual crece la unanimidad para solicitar la mediación de doña Olga Sánchez Cordero, actual secretaria de Gobernació­n y quien fuera hasta hace poco ministra de la Corte, quien no ha aportado mucho al reconocer que “es complicado el tema de la reducción de salarios a los integrante­s del Poder Judicial, porque están protegidos por la Constituci­ón”, aunque recomendó el diálogo, donde precisamen­te cabría su más pronta intervenci­ón.

Por lo pronto, hay un hecho que a muchos escapa. Y es que la trifulca trasciende ya nuestras fronteras y nos exhibe como un país de liosos. Como si no hubiera sido suficiente mostrarnos como incapaces por la cancelació­n del aeropuerto de Texcoco. •

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