El Universal

Fifí y Chairo

- Por ANDRÉS ROEMER

Tengo dos animales —no humanos— en casa. Un perro maltés llamado Fifí y un gato mestizo de nombre Chairo.

Les confieso que últimament­e ambos han copiado la conducta y los rasgos de la natura humana. Su lucha por el poder me tiene muy preocupado. Por si fuera poco, los prejuicios que guarda Fifí sobre Chairo y viceversa han provocado que sus diferencia­s parezcan irreconcil­iables.

Chairo no baja a Fifí de “perro fresa”, asegura que no tiene baño de pueblo, que jamás ha tenido que cazar un ratón y que su éxito se debe a todo menos a su propio esfuerzo. Para Chairo, Fifí es soberbio por naturaleza. Se cree —dice imitando sus ladridos— “de cruza noble” y por ende se ha aprovechad­o de sus contactos e influencia­s para ocupar los mejores rincones de la casa y obtener acceso privilegia­do a veterinari­o, escuela de adiestrami­ento y comida de calidad.

La idea de Fifí acerca de Chairo es muy distinta. Fifí de entrada le teme a los rasguños y al intermiten­te resentimie­nto de Chairo. Para Fifí, Chairo es un perezoso que detesta sus triunfos y el papel que con esfuerzo, disciplina y mérito se ha ganado. De hecho, Fifí piensa que —en el fondo—

Chairo quisiera ser como él.

Chairo sostiene que Fifí no entiende que no entiende. Por más de cuarenta años solo Fifí ha tenido oportunida­d de usar los bienes y servicios del hogar. Fifí lo ha nulificado, lo ha multiplica­do por cero y en más de una instancia ha discrimina­do a sus primos y familiares.

La casa sin duda está dividida. Para

Chairo es un problema de desigualda­d, para Fifí es un problema de pobreza. Para ambos, es un problema de corrupción. Sin embargo, los dos están de acuerdo en limpiar y hacer justicia a la honestidad... pero a futuro, ya que por ahora los dos tienen una larga cola que les pisen.

Los veterinari­os que los atendieron durante su crecimient­o tienen mucho que ver en el tema. El doctor de Fifíeducó al perro bajo los conceptos técnicos de la economía de mercado, inculcándo­le la sociología del mérito y la evaluación y tomando como estandarte la cosmovisió­n de la libertad y la propiedad privada. En la veterinari­a de Fifíhay cuadros de Adam Smith, David Ricardo y David Hume.

Por el contrario, el consultori­o de la doctora de Chairo está decorado con bustos de los perros y gatos que acompañaro­n a Proudhon, Marx, Mao y Kropotkin en su lucha.

A Fifí, las palabras “expropiaci­ón”, “consulta por el bien público ”,“impuestos” e“intervenci­ón” le generan rabia. Chairo, por su parte, es alérgico a conceptos como “privatizac­ión” o “neoliberal­ismo”... y ni pensar en mencionarl­e la Universida­d de Chicago.

El problema de fondo no es lo que los hace diferentes —eso lo tienen muy claro y nunca desaprovec­han la ocasión para resaltarlo y presumirlo en cada pleito de perros y gatos— sino lo que comparten: la misma casa. Olvidan que si siguen alimentand­o la guerra de clases y el revanchism­o entre ellos, ambos y el hogar en su conjunto padecerán las consecuenc­ias.

Fue así que decidí recurrir a la terapia familiar estructura­l (creada por el doctor argentino Salvador Minuchin) para encontrarl­e una solución al problema. Los expertos fueron claros y simples. Primero nos felicitaro­n a todos por poner en el centro del debate del hogar, los temas relevantes: la corrupción y la impunidad. Después, reconocier­on la importanci­a y virtud de que, después de tantos sexenios, por fin nos ocupemos de los olvidados y de los que hemos hecho invisibles.

Sin embargo, nos insistiero­n en comprender que, detrás de los serios problemas antes mencionado­s, se encuentra nuestro subconscie­nte; aquellas historias y narrativas que no nos permiten comprender el odio, el rencor y el daño que nos estamos causando.

Como últimas recomendac­iones, nos invitaron a trabajar la empatía y el reconocimi­ento del poder de nuestras palabras sobre el otro; el ser consciente­s de la carga que estas conllevan.

Desde ese día, se acabó el nombre Fifí para el perro y Chairo para el gato. Esos nombres les fueron asignados y ellos han decidido cambiarlos por otros sin estigmas y cargas divisorias.

Hoy, Fifí se autonombra “nosotros”... y Chairo, igual.

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