El Universal

EL PELUQUERO DE LOS MIGRANTES

• Una máquina rasuradora lo ayudó a sobrevivir en su travesía de Honduras a BC • En el albergue, corta el cabello de hasta 100 hombres de la caravana al día

- GABRIELA MARTÍNEZ Correspons­al —estados@eluniversa­l.com.mx

Tijuana.— Daniel toma su máquina de afeitar y la pasea por la melena de hasta 100 hombres al día. Su pequeño negocio está enclavado en uno de los rincones que hay dentro del albergue para migrantes “El Barretal”, a donde fueron a parar unos 2 mil 500 centroamer­icanos que llegaron en caravana.

Todos esperan a que Daniel, el único barbero del refugio, clave la pequeña maquinita que él mismo compró en una tienda de segunda para sobrevivir la travesía desde Honduras hasta el norte de México.

En realidad, Daniel apenas conoció Honduras a pesar de haber nacido en ese país, de su vida más bien recuerda las calles de Washington, en Estados Unidos, donde lo envió su madre desde que tenía unos 14 años para evitar que fuera reclutado por una de las dos pandillas que controlan el triángulo dorado de Centroamér­ica: la Mara Salvatruch­a.

Después de casi una década, el gobierno estadounid­ense decidió ponerlo en la “hielera” —como le dicen los migrantes al Centro de Detención Migratorio—, un sitio convertido en la antesala de la deportació­n. Sin embargo, ahí, donde pasó las noches más heladas antes de ser enviado a Honduras, le dieron una pequeña rasuradora que más tarde sería su arma de trabajo y aprendió a dominar.

“Ahí nos tenían en grupos como de 40, y le daban a uno una maquinita para cortarse el pelo, a todos les gustaba cómo me cortaba el mío y me pedían que se los cortara”, recuerda Daniel mientras corta el pelo casi al ras de cuero a uno de sus clientes del día, otro migrante que ese día buscará trabajo, “ahí aprendí a pelar, en la jaula esa”.

En Honduras, solamente pasó un par de meses, pero ese tiempo fue suficiente para que reconocier­a la realidad de su país.

En octubre escuchó de la caravana y desde entonces hasta noviembre cuando llegaron a Tijuana, punto a punto, parada a parada, toma su máquina de afeitar y no para de ver cabezas; una tras otra, con peinados de moda, aunque, dice, últimament­e no es así, la nostalgia les llegó a algunos que para recordarse en tiempos de bonanza decidieron dejar parte de la cabellera larga.

“Parece que le estoy cortando el pelo a mi abuelito”, dice mientras sonríe, “no sé, otros me dicen que quieren algo como el mío, y así, tratan de pedir lo de moda, hay unas cosas que aún no me salen, pero aquí aprendo”.

El trabajo le fue suficiente para tener a uno, dos y ahora anda en el tercer asistente, los primeros dos ya se le fueron porque se brincaron el muro para llegar a Estados Unidos. Para Daniel los planes son esperar, conseguir un mejor trabajo y, si hay la posibilida­d, hasta poner un pequeño negocio donde pueda cumplir su sueño de enseñar a otros.

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Antes de ser enviado a Honduras, a Daniel le dieron una pequeña rasuradora que aprendió a dominar y más tarde sería su arma de trabajo.

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