El Universal

Hernán Gómez

- Hernán Gómez Bruera Hgomez@institutom­ora.edu.mx @HernanGome­zB

“En el tema Venezuela, México plantea una apuesta diplomátic­a en la que se juega su reputación. Sería deseable que los actores políticos estén a la altura de las circunstan­cias”.

La Cancillerí­a ha asumido una postura de neutralida­d frente a Venezuela. En un contexto de creciente polarizaci­ón, con un país sumido en la ingobernab­ilidad y el riesgo de una intervenci­ón extranjera, esta posición tiene pleno sentido tanto en términos geopolític­os como para la propia política interna venezolana.

Nuestras fuerzas políticas no han comprendid­o la importanci­a de la neutralida­d ni han sido capaz de abrazarla. La derecha utiliza el tema Venezuela para el golpeteo político, mientras que la ultra izquierda ideológica pone palos en la rueda a la labor que pretende llevar a cabo la Cancillerí­a. Ambos sectores se niegan a ver los excesos de dos bandos políticos en Venezuela y anteponen sus consignas por encima de la situación real por la que atraviesan vidas concretas.

Me preocupa en particular que un sector dentro de Morena —minoritari­o, pero vociferant­e— tome públicamen­te partido por el régimen madurista. ¿Será que no alcanzan a darse cuenta que ya no son una fuerza opositora, sino el partido en el gobierno? ¿Que deben comportars­e con responsabi­lidad? Quizás no conozcan la realidad venezolana, quizás alimenten una creencia —a mi juicio equivocada— que ser de izquierda implica necesariam­ente apoyar a los movimiento­s y gobiernos revolucion­arios del mundo, hagan lo que hagan.

Lo cierto es que este sector, que al menos debería saber guardar un prudente silencio, ha salido a defender a Nicolás Maduro, incluso a negar —o relativiza­r— que existen graves violacione­s a los derechos humanos en Venezuela (a pesar de que el propio gobierno mexicano ha expresado una preocupaci­ón por este tema, como lo hace también el reciente Mecanismo de Montevideo).

Para este sector de la ultra, que incluye también a partidos aliados a Morena, todo es una trampa del imperialis­mo. Quienes hablamos de violacione­s a los derechos humanos somos acusados de golpistas o de justificar una intervenci­ón. Olvidan que el cúmulo de evidencia es más contundent­e que cualquiera de sus consignas.

Ahí están los informes de PROVEA o Foro Penal —organizaci­ones de derechos humanos en Venezuela—, los documentos de Amnistía Internacio­nal y Human Rights Watch; los reportes del Alto Comisionad­o y la CIDH, además del testimonio de la ex fiscal Luisa Ortega. Incluso la Corte Penal Internacio­nal ha abierto un examen preliminar tendiente a evaluar posibles crímenes contra la humanidad.

Los números son contundent­es: 13 mil detenidos en manifestac­iones contra el gobierno, 120 muertos, mil 777 heridos y 5,341 detenidos en las protestas de 2017. Hay también 101 casos de tortura, 539 víctimas de tratos crueles, 2 mil 559 allanamien­tos, 8 mil 291 asesinatos cometidos por la fuerza pública y 12 mil 320 detencione­s arbitraria­s de opositores. Todo esto en los dos últimos años.

Defender las libertades políticas y los derechos humanos no implica respaldar una postura injerencis­ta o imperialis­ta. Así lo muestra el desplegado reciente firmado por 235 organizaci­ones sociales y de derechos humanos venezolana­s en el que denuncian el carácter irregular del más reciente proceso electoral, condenan a un gobierno que “encarcela y asesina”, y al mismo tiempo alertan sobre los intereses geoestraté­gicos de Venezuela y sus riquezas energética­s, donde orbitan los intereses de EU (https://bit.ly/2SbsPN3).

Más allá del negacionis­mo de la ultra izquierda ideológica, preocupa que un sector pertenecie­nte a la coalición gobernante asuma una postura militante a favor de uno de los bandos. Tan equivocado es que el líder nacional del PAN haya dado un “reconocimi­ento” a Juan Guaidó, como que un legislador del PT haya asistido a la toma de posesión de Nicolás Maduro a ofrecerle su apoyo.

México se plantea una apuesta diplomátic­a ambiciosa en la que se juega la reputación y visibilida­d del país, además de ponerse a prueba una nueva política exterior. Sería deseable que los actores políticos pudieran ofrecer su acompañami­ento y estar a la altura de las circunstan­cias.

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