El Universal

Hoy Madero, antes fue calle de Plateros

En la época colonial el oficio de la orfebrería se confinó a la calle que hoy conocemos como Francisco I. Madero, por ello se le llamó Plateros, pero ¿por qué se establecie­ron aquí?

- JUAN CARLOS GALEANA C.

Al caminar por la calle de Madero en el Centro Histórico de la capital observamos: personajes de ficción, princesas, superhéroe­s y estatuas humanas que cobran vida. Los fines de semana grupos musicales amenizan el paso de cientos de personas que la transitan.

En esta calle fueron confinados los orfebres de la Nueva España. Es difícil imaginar el sonido de los golpes de sus martillos y la llama que fundía el oro en sus baldes o crisoles.

Hoy escuchamos a los volanteros y vendedores:“¡lentes en una hora!”, “¡tatuajes, perforacio­nes!”,“¿buscas la plaza de los lentes?”

La calle peatonal de Madero inicia en la esquina del Eje Central Lázaro Cárdenas y termina en el Zócalo.

En un principio llevó el nombre de San Francisco, por el gran convento que ahí existió y del que aún se conserva una parte. Las tres primeras calles llevaron ese nombre hasta la altura de hoy Isabel la Católica, en el templo de la Profesa.

Fueron las dos últimas cuadras que desembocan al Zócalo capitalino las que albergaron a quienes se dedicaron a la platería y por un tiempo llevaron el nombre Plateros. En ellas aún vemos centros joyeros, entre locales de ropa y comida rápida.

Al llegar los colonizado­res españoles se vieron ante la ciudad más bella que jamás habían visto, abundante en naturaleza, construida sobre un lago y rica en oro y plata.

Esta ocupación en México se remite a la época prehispáni­ca y para muestra La historia verdadera de la conquista de la Nueva España que dirigió Bernal Díaz del Castillo a Hernán Cortés en la que se refiere a los orfebres mexicanos como plateros: “Azcapotzal­co es el pueblo donde labraban la plata y el oro al Moctezuma y solíamos llamar el pueblo de los plateros”, menciona el cronista.

Existen muchas evidencias de las civilizaci­ones prehispáni­cas entre ellas varios artículos de oro, plata y bronce. A los artesanos se les llamó teocuitlap­izque, algunos fundían y otros eran batihojas o laminadore­s.

Después de la conquista la vida colonial se desarrolló en el primer cuadro capitalino, la Nueva España era gobernada por virreyes nombrados por los Reyes españoles.

Fue en 1580 que el Virrey Enríquez ordenó que los “Plateros se congregara­n en la calle de San Francisco”por temor a ser defraudado­s, ya que la mayor parte de piezas hechas de metales preciosos eran para la Corona Española, virreyes, nobles e iglesias.

Así se vigilaba también el pago del quinto real, que era el veinte por ciento por pieza para el Rey. Estas medidas fueron asentadas en las Reales Cédulas, así ningún platero podía tener sus tiendas en otro lado, pues las penas eran de hasta 100 pesos de oro común al que ejerciera fuera del territorio delimitado.

También se estipuló que sólo los españoles y los criollos podían dedicarse a este oficio, por lo tanto la misma pena monetaria se ejercía sobre negros e indios si se les sorprendía realizándo­lo; también a mujeres viudas y monjas les era permitido hilar el oro y la plata para su sustento.

El auge de esta actividad fue en los siglos XVII y XVIII. Para ser considerad­o platero en la época virreinal los artesanos debían saber fundir, forjar, limar y rayar con riel.

En nuestros días, los centros joyeros persisten a pesar del tiempo, pasan inadvertid­os para quienes no buscan anillos de compromiso, cadenas con motivos religiosos o incluso cambiarlas por dinero en efectivo; pero hoy en estos centros joyeros ya nose fabrican alhajas.

El locatario Jaime Dávalos con 20 años de experienci­a dice que la joyería es un arte aunque el 99 porciento de las piezas son hechas por máquinas o son importadas y que se ha perdido el gusto por la joyería fina.

Agrega que “los joyeros de antes prácticame­nte están extintos, joyeros que te hagan piezas complicada­s de cinco, seis piezas quedan a lo mejor diez en toda la Ciudad de México”.

Al preguntarl­e lo que se necesita para ser un platero, señala que es un oficio muy difícil y como todo buen arte merece su tiempo y su dedicación, pues se requieren al menos cinco o seis años para ser buen joyero.

Humberto Salgado, locatario que tiene 30 años de experienci­a en la joyería, nos dice que los métodos para la fabricació­n han evoluciona­do, y que por el tamaño de la maquinaria el oficio se tuvo que segregar a las afueras de la ciudad.

Menciona que Iguala, Michoacán y Guadalajar­a, son los principale­s lugares donde se fabrica joyería en la actualidad y que es Taxco, lugar platero por excelencia, de donde traen las joyas a la Ciudad de México, mientras otras vienen de exportació­n. Añade que como todo en la ciudad las cosas cambian y los plateros de hoy ya sólo se dedican a la compra y venta.

 ??  ?? Antigua calle de Los Plateros vista desde la Plaza de la Constituci­ón, en una imagen tomada a finales del siglo XIX. La presencia de carretas y caballos contrasta con lo que observamos hoy. La farolas de esta calle también han cambiado.
Antigua calle de Los Plateros vista desde la Plaza de la Constituci­ón, en una imagen tomada a finales del siglo XIX. La presencia de carretas y caballos contrasta con lo que observamos hoy. La farolas de esta calle también han cambiado.
 ??  ?? Vista actual de la calle de Madero, peatonal desde 2010, vista del Zócalo hacia la Torre Latino. Hoy ya no se escuchan ni olfebres, ni caballos, solo vendedores.
Vista actual de la calle de Madero, peatonal desde 2010, vista del Zócalo hacia la Torre Latino. Hoy ya no se escuchan ni olfebres, ni caballos, solo vendedores.

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