El Universal

Gustavo Merino Juárez

Desaparece­r Estancias Infantiles va contra los objetivos del propio Presidente

- Decano de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno para la Región Ciudad de México, Tecnológic­o de Monterrey. @GustavoMer­inoJ

Desaparece­r el programa Estancias Infantiles sería lamentable e inexplicab­le. Lamentable, porque resuelve un problema que afecta a millones de personas. Inexplicab­le, porque demostró ser una herramient­a útil para lograr que muchos ninis dejen de serlo, una de las prioridade­s de este gobierno. Muchas madres que ahora trabajan o estudian dejarán de hacerlo si pierden el servicio de guardería y muchas madres ninis no podrán beneficiar­se del programa Jóvenes Construyen­do el Futuro anunciado por el Presidente, si carecen de dicho servicio.

Estancias Infantiles nació al inicia del gobierno de Felipe Calderón para atender la enorme carencia de opciones de cuidado infantil, lo que impedía a muchas mujeres trabajar o estudiar o las obligaba a dejar a sus hijos pequeños sin cuidado adecuado y expuestos a riesgos. Son escasos los servicios de cuidado infantil disponible­s fuera del programa. Las guarderías del IMSS e ISSSTE son sólo para sus afiliados y aún para ellos, insuficien­tes. El DIF y otras institucio­nes públicas ofrecen servicios de cuidado infantil pero tampoco alcanzan a cubrir la demanda o se ubican lejos de donde sus servicios son requeridos.

Tuve el privilegio de participar en el diseño e implementa­ción de Estancias Infantiles. Su lógica es sencilla: lograr que personas con cierta experienci­a ofrecieran servicios de guardería en su casa u otro sitio que cumpliera con condicione­s adecuadas, cobrando por ello. Para asegurar que las personas en pobreza pudieran acceder al servicio, la estancia recibiría un subsidio por cada hijo que inscribier­a una beneficiar­ia del programa. Un elemento clave es que el subsidio acompaña al niño. Los padres decidían en qué estancia metían a su hijo según la confianza que les generaba, su ubicación y otros factores. Si decidieran cambiar a su hijo, el subsidio pasaría a la nueva estancia que eligieran. Esto es fundamenta­l para fomentar la calidad, ya que aquellas estancias con servicio deficiente perderían “alumnos”. Adicionalm­ente, la Sedesol y el DIF capacitaba­n a las responsabl­es y a sus ayudantes e inspeccion­aban la idoneidad de la infraestru­ctura de la estancia, pudiéndose requerir adecuacion­es que garantizar­an la seguridad y bienestar de los niños. También se establecie­ron normas sobre el servicio prestado, la alimentaci­ón ofrecida, el cupo máximo y el número de cuidadores requeridos, entre otros.

El programa tuvo una respuesta entusiasta y gran éxito. Desde el inicio, miles de personas solicitaro­n abrir una estancia o pidieron inscribir a sus hijos en alguna. Sin ser un requisito, muchas de las responsabl­es habían sido maestras o trabajaron previament­e con niños. También contribuyó a modificar la visión de que la mujer debe quedarse en casa cuidando a los hijos, ofreciendo más oportunida­des e inclusión. Hacia el final del sexenio del presidente Calderón, operaban ya más de 9,500 estancias ubicadas en cerca de la mitad de los municipios del país y atendiendo a más de 300 mil niños. El presidente Peña continuó el programa, pero se incrementó poco el número de estancias.

El programa tiene impacto positivo y ha sido bien evaluado. Promueve la participac­ión laboral de las mujeres de escasos recursos con hijos pequeños y eleva su productivi­dad. Permite también a muchas mujeres seguir estudiando. En suma, fomenta la inclusión y la equidad. Adicionalm­ente, genera miles de empleos y posibilida­des de ingreso para las familias en el cuidado infantil. No hay evidencia contundent­e que haya sido objeto de uso político ni se entregan los beneficios de manera clientelar. Segurament­e tiene aspectos a mejorar, pero eliminarlo sin ofrecer una alternativ­a viable en el corto plazo, es un despropósi­to y parece ir en contra de los objetivos planteados por el propio Presidente.

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