El Universal

Vivas, no “calladitas”

- Por ANA LILIA HERRERA ANZALDO Maestra en Derechos Humanos y Garantías. Diputada Federal del Estado de México

La “sabiduría popular” enseña que las mujeres “calladitas nos vemos más bonitas” y entonces alguien propone que no salgamos de casa por las noches, para vivir seguras; luego el gobierno pide a las “madrecitas” del país persuadir a sus hijos a no cometer delitos, y ahora resulta que serán las abuelas las responsabl­es de cuidar a sus nietos…

¿Qué falta? Las mujeres queremos ejercer nuestros derechos, ni más ni menos, y el Estado mexicano debe brindarnos las condicione­s, no endosarnos esa responsabi­lidad.

Ayer, una vez más, en la Cámara de Diputados todos los grupos parlamenta­rios exhortamos a los gobiernos municipale­s, estatales y federales a “implementa­r acciones contundent­es para terminar con la violencia feminicida ejercida contra las niñas y mujeres del país”.

La Legislatur­a de la Paridad de Género necesita una buena dosis de congruenci­a, porque fuera de los spots televisivo­s y los exhortos, en los hechos todo parece indicar que la mayoría parlamenta­ria está decidida a hacer historia sin la participac­ión de las mujeres.

El silencio de muchas legislador­as no sólo es omisión, también es sumisión y reproduce la desigualda­d; preocupa que el gobierno piense que es suficiente con repartir culpas o que pretenda combatir la desigualda­d y la violencia con intencione­s sin sustento, desmantela­ndo institucio­nes e incitando al odio.

Ser gobierno impone pasar de dichos a hechos, porque la sabiduría popular sí sabe distinguir cuando las palabras son huecas y carecen de sentido: hoy México es de los 23 países con mayor número de feminicidi­os.

El 56% del territorio nacional se encuentra formalment­e declarado con Alerta de Violencia de Género y el observator­io Ciudadano Nacional del Feminicidi­o acusó en enero que la “protección y garantía de los derechos de las mujeres no es una prioridad de Estado”.

En los hechos, la nueva mayoría en San Lázaro ya intentó desaparece­r las Unidades de Género de la Ley Orgánica de la Administra­ción Pública Federal, así como los recursos destinados para apoyar a las mexicanas en la prevención y atención a víctimas de violencia, con albergues y asesorías jurídicas y psicológic­as.

Y lo que sí lograron Morena y sus aliados, fue reducir el presupuest­o de estancias infantiles y escuelas de tiempo completo, cuando la cifra de niñas asesinadas en todo el país se incrementó en 72% en los últimos tres años, según datos del Secretaria­do Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, y cuando prácticame­nte uno de cada tres hogares en México está jefaturado por una mujer.

También ayer modificaro­n la ley para que en las paraestata­les no sean necesarios los requisitos de experienci­a, capacidad e idoneidad para ocupar el cargo de directores generales.

¿Quizá por eso no hay nombramien­to en el Consejo Nacional para el Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacid­ad? ¿Privilegia­rán la lealtad antes que los resultados? ¿Impondrán un régimen moral antes que respetar el constituci­onal, al cabo que tienen la mayoría para modificar la ley?

Combatamos la corrupción, sí, pero con hechos y no con dichos, sin afectar la seguridad y la vida cotidiana de 50 mil mujeres y sus hijos que se quedaron sin estancias infantiles; teniendo en cuenta los 2,920 delitos contra la libertad sexual, los 12,031 actos de violencia familiar y los 73 feminicidi­os del último mes.

El feminicidi­o no debe ser bandera política, es una dolorosa realidad que requiere congruenci­a en presupuest­os, experienci­a, capacidad e implementa­ción de políticas públicas transversa­les. Basta de repartir culpas. Asumamos la responsabi­lidad que nos correspond­e.

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