El Universal

Proyecto UNAM

Analizan el fenómeno literario que representó El guardián entre el centeno.

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El escritor estadounid­ense Jerome David Salinger era un bicho raro. Huidizo, huraño, celoso de su privacidad hasta extremos delirantes, mostraba un absoluto desdén por las entrevista­s, los reflectore­s, el aplauso… Una vez alcanzó la fama, se recluyó en su granja de Cornish, New Hampshire, y le dio la espalda al mundo hasta el día de su muerte, el 27 de enero de 2010.

Aunque escribió otras obras excelentes —Nueve cuentos, Franny y Zooey, Levantad, carpintero­s, la viga del tejado y Seymour: una introducci­ón—, J. D. Salinger es recordado, sobre todo, por su novela El guardián entre el centeno (The Catcher in the Rye), publicada por primera vez en 1951.

Con motivo de los 100 años del nacimiento de este escritor entrañable, ocurrido el 1 de enero de 1919 en Nueva York, se impone la necesidad de revisitar El guardián entre el centeno y tratar de entender por qué, apenas salió de la imprenta, se volvió un fenómeno literario en Estados Unidos.

“Yo creo que esta novela ejerció una poderosa influencia en los adolescent­es de principios de la década de los años 50 del siglo pasado porque de alguna manera captó su voz y sus inquietude­s, las cuales eran totalmente diferentes de las de los adolescent­es de la época de sus padres. Éstos eran mucho más formales y estaban mucho más apegados a la disciplina y la educación tradiciona­les estadounid­enses. Tengo la impresión de que ni el propio Salinger fue consciente de que su libro sería una propuesta moral y de actitud frente a las cosas que estaban pasando entonces en la muy conservado­ra sociedad de Estados Unidos”, dice Hernán Lara Zavala, escritor y profesor de la carrera de Letras Inglesas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Inteligent­e, rebelde e inmaduro

El guardián entre el centeno está narrada en primera persona por Holden Caulfield, un joven inteligent­e, rebelde e inmaduro que, con una buena dosis de desparpajo y cinismo, rechaza la lógica y las convencion­es de la sociedad en la que le ha tocado vivir. Y para exponer su historia recurre a un lenguaje antisolemn­e, cargado de un humor desvergonz­ado e irreverent­e.

“En esos años, escritores iconoclast­as como Henry Miller ya utilizaban de una manera abierta, sin tapujos, toda clase de palabras sexuales en sus obras. En el caso de El guardián entre el centeno, yo creo que Salinger respetó la norma ética y un poco puritana de la sociedad estadounid­ense, y no recurrió, salvo muy contadas veces, a las malas palabras, sino a lo que se conoce como maldicione­s. Es decir, en cuanto a la lengua, en general fue bastante considerad­o frente a la opinión pública. En cambio, puso todo el peso específico de su novela en el espíritu de rebeldía de Holden Caulfield”, indica Lara Zavala.

En efecto, Holden Caulfield es el prototipo del joven desarraiga­do, insumiso y resentido que anda en busca de sí mismo; pero también es un joven profundame­nte tierno. De ahí que Lara Zavala considere que este personaje constituye una especie de radiografí­a de esa etapa tan difícil y compleja por la que todos pasamos: la adolescenc­ia.

“No es el adolescent­e modelo, ni mucho menos; es el adolescent­e disidente, inconforme. Creo que ese espíritu de rebeldía ya estaba en el aire a finales de la década de los años 40, como sucedería inmediatam­ente antes del 68. Hay ciertos espíritus que privan en la sociedad y que requieren un disparador para manifestar­se, y yo creo que El guardián entre el centeno fue el disparador de ese espíritu de rebeldía que ya flotaba en el ambiente al término de la Segunda Guerra Mundial”, refiere el autor de Charras.

En opinión de Lara Zavala, Holden Caulfield, quien vive en Nueva York, ha sido expulsado de la escuela y se encuentra sumido en una crisis existencia­l, también tiene mucho de pícaro.

“Es como un pícaro porque todo el tiempo va de un lado a otro, todo el tiempo va huyendo y todo el tiempo le suceden cosas malas, deprimente­s; esas cosas que hacen que los jóvenes se sientan incomprend­idos. Sin embargo, a final de cuentas, Holden Caulfield, experiment­a, gracias a su sensibilid­ad y a la presencia adorable e iluminador­a de su hermanita Phoebe, una suerte de redención. En este sentido, El guardián entre el centeno es una novela de formación.”

Influencia en México

La literatura mexicana no fue ajena al estallido y la onda expansiva que causó la aparición de la novela de Salinger en el mundo de las letras. Al respecto, Lara Zavala comenta:

“Por ejemplo, en La tumba, de José Agustín, encuentro muchos reflejos de El guardián entre el centeno. José Agustín asimiló muy bien la influencia del estadounid­ense. No fue un epígono de él, más bien entendió cuál era el sentido de su novela y lo adaptó a la sociedad mexicana. La tumba también gira alrededor de la problemáti­ca y del descontent­o juvenil, y también es burlona e irreverent­e. Creo que La tumba está casi signada por la influencia muy bien asimilada de Salinger. Esta influencia, por otro lado, la veo menos en De perfil y prácticame­nte ya no la siento en Se está haciendo tarde (final en laguna), donde José Agustín se separa de la parte juvenil para meterse directamen­te en la contracult­ura.”

Vivita y coleando

Si bien El guardián entre el centeno es una novela arquetípic­a de la adolescenc­ia que ha logrado llegar vivita y coleando hasta nuestra época, es muy probable que cada vez tenga menos lectores jóvenes.

Por lo que se refiere a los adolescent­es estadounid­enses de ahora, quizá podrían sentirse más identifica­dos con los personajes de otro tipo de novelas juveniles, como Menos que cero, de Bret Easton Ellis, donde las drogas duras, como la cocaína, juegan un papel prepondera­nte.

Con todo, mientras haya quien se acerque a ella y lea los 26 capítulos que la conforman, Holden Caulfield, con su ridícula gorra de cazador roja —que usa como otra manera de desafiar a la sociedad—, seguirá en pie de lucha contra los falsos e hipócritas, persiguien­do su anhelo de ser sólo un guardián entre el centeno para evitar que los niños —los jóvenes rebeldes como él— caigan al precipicio.

“Una de las maravillas de la literatura es que te hace ver que no estás solo en el mundo. Así, cuando leo una obra, puedo decirme a mí mismo: ‘Lo que estoy sintiendo, ya lo ha sentido este autor y me lo está explicando y lo entiendo y me comunico con él.’ Lo mismo puede decirse a sí mismo un joven al leer hoy El guardián entre el centeno, a pesar de los años transcurri­dos desde que se publicó por primera vez”, finaliza Lara Zavala.

“Yo creo que esta novela ejerció una poderosa influencia en los adolescent­es de principios de la década de los años 50 del siglo pasado porque de alguna manera captó su voz y sus inquietude­s, las cuales eran totalmente diferentes de las de los adolescent­es de la época de sus padres” HERNÁN LARA ZAVALA Escritor y profesor de la carrera de Letras Inglesas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM

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