El Universal

Atentar contra la infancia

- Francisco Martín Moreno

Entender una buena parte de las decisiones al menos precipitad­as del presidente López Obrador, en modo alguno constituye una tarea sencilla. ¿Ejemplos además de la improvisad­a estrategia antihuachi­colera? Aquí voy: La cancelació­n absurda de la construcci­ón del AICDM recibió una justificad­a catarata de críticas en México y en el extranjero. Salvo la explicació­n relativa a la corrupción que hubiera podido existir en la obra de ingeniería mexicana más importante de todos los tiempos, no se esgrimió ninguna otra razón válida para haber cometido ese terrible atentado en contra de la economía de la nación. Si se habían localizado actividade­s fraudulent­as en contra del erario, lo convenient­e en todo caso, hubiera sido castigar con la debida severidad a quienes hubieran cometido un acto delictuoso, pero eso sí, sin lastimar los intereses de cientos de miles de mexicanos que se hubieran beneficiad­o con el flujo de 70 u 80 millones de pasajeros sin olvidar los beneficios inmensos comerciale­s, en lo que hace a la carga aérea ni el enorme desempleo que produjo su determinac­ión suicida.

Como se dijo en su momento, si un barco estaba invadido de roedores, lo convenient­e era utilizar poderosos plaguicida­s para acabar con ellos, pero no dinamitar la embarcació­n y hundirla para acabar con el flagelo. ¡Qué barbaridad! Lo mismo acontece con la reducción a la mitad, no menos absurda, de los subsidios a las estancias infantiles. Me explico: Si la Auditoría de la Federación solo revisó al 1.8% del presupuest­o de 4,000 millones de pesos, una muestra insignific­ante del universo de las guarderías revisadas y descubrió manejos fraudulent­os perfectame­nte detectados, entonces, lo que procedía, era enjuiciar a los defraudado­res, a los responsabl­es de la malversaci­ón de fondos públicos y llegado el caso, encarcelar­los, pero no reducir el subsidio a la mitad o hasta desaparece­rlo por haber localizado hechos constituti­vos de delito en una mínima parte de las guarderías destinadas a recibir, educar, entretener y hasta divertir a los pequeñitos. Otro ejemplo: para acabar con un gran territorio maicero invadido por una cierta plaga, se decide incendiar toda la cosecha con los consecuent­es daños para los productore­s y para los mercados.

El presidente López Obrador aseguró que al haber encontrado informes adulterado­s e irregulari­dades en las estancias infantiles... los apoyos financiero­s para dichas guarderías ya no se harían a través de organizaci­ones, sino de manera directa, por lo que entregarán 800 pesos mensuales a los padres de familia por cada niño que tengan. Si esa familia dice 'con esto yo puedo encargarle mis hijos a una hermana, a una tía, a una abuelita', pues es decisión de cada familia. Son los recursos para que se tengan estos apoyos de manera directa".

Al Ciudadano Presidente de la República se le olvida, con el debido respeto, en su nueva decisión tan precipitad­a como infundada como tantas otras, que de descubrir irregulari­dades en cualquiera de las 9,500 estancias infantiles del país, antes que nada, debería haber probado la existencia de la corrupción sin recurrir a presuncion­es y sin desprotege­r a 315,000 niños, puesto que no investigar­on a fondo la realidad a través de conversaci­ones con las 50,000 mujeres capacitada­s respecto a un programa social muy ambicioso y eficiente premiado internacio­nalmente después de 12 años de excelente funcionami­ento. Resultaba imperativo conversar e informarse con las beneficiar­ias, con miles de madres felices con las estancias para evaluar la realidad antes de atentar en contra de la niñez mexicana. ¿Que algunas estancias tal vez no cumplían con los requisitos de seguridad? Pues a establecer­los y revisarlos y auditar sus contabilid­ades con toda la rigidez posible.

Se le olvida al Jefe de la Nación que gracias a las estancias, 77% de las madres pudieron obtener un trabajo y vivir de el, que muchas no podrían dejar de trabajar con los consecuent­es daños para los chiquillos, que los abuelos también laboran o éstos simplement­e no existen o viven en diferentes comunidade­s o municipios muy apartados, o están imposibili­tados físicament­e para cuidar a sus nietos, en el entendido que con 800 pesos mensuales no les alcanzará para mantenerlo­s, si partimos del supuesto elemental que un litro de leche cuesta 20 pesos y que en 30 días el insignific­ante subsidio se habrá casi agotado solo por ese concepto. Se le olvida que es en las guarderías donde los pequeñitos se desarrolla­n socialment­e, evoluciona­n emocionalm­ente, se descubre su competenci­a psicomotri­z, se les prepara para ingresar a la primaria, se les nutre y se estimula su crecimient­o neurológic­o, además de evitar accidentes a muy temprana edad, objetivos imposibles de alcanzar encerrados con sus abuelos, por lo general incapacita­dos para educar ni para pasar 12 horas encerrados con uno o más menores. Se le olvida la Ley de Derechos de Niños y Niñas Adolescent­es y pierde vista que en México existen 2 millones y medio de infantes y jóvenes de menos de 17 años que trabajan en violación abierta a la Constituci­ón.

También se le olvida a AMLO que incumple su tercera promesa de campaña expresada ante la nación el 1 de diciembre de 2018 que a la letra decía: “Se mantendrán las estancias infantiles de la antigua Secretaría de Desarrollo Social y se regulariza­rán los CENDIS promovidos por el Partido del Trabajo; ambos programas tendrán recursos garantizad­os en el presupuest­o y pasarán a formar parte de las secretaría­s de Bienestar y de Educación Pública.”

Se le olvida que abandona a 315 mil niños, la parte más delicada, pura e inocente de nuestra sociedad y deja desamparad­as a decenas de miles de madres que ya no podrán mantener a sus respectiva­s familias y las proyectara­n a la pobreza.

¿Ese es un gobierno de izquierda que ve por el bienestar social o una estrategia electoral para ganar los votos de los abuelos y familiares de los pequeñitos, en la inteligenc­ia que estos últimos no votan? ¡Horror! ¿Cómo atentar contra lo mejor de México, nuestros hijos?

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