El Universal

Claudia Posadas

- POR Claudia Posadas

Angelina Muñiz-Huberman: el retorno infinito de la hija pródiga

Angelina Muñiz-Huberman, Premio Nacional de Artes y Literatura 2018, proviene de una familia cripto-judía que debió exiliarse durante la Guerra Civil Española debido a su ascendenci­a Republican­a; durante el éxodo, nace en Hyères, sur de Francia (1936). Desheredam­iento, exclusión, desarraigo, la autora pertenece, como dice Adolfo Castañón en el prólogo a Rompeolas, poesía reunida de la escritora, “tres veces a la cultura del destierro”1.

Así, para la Muñiz-Huberman, premio Sor Juana Inés de la Cruz (1993), Xavier Villaurrut­ia (1985), José Fuentes Mares (1997) y Universida­d Nacional (2003), entre otros, el exilio es parte de su identidad, pero también el pozo místico y profundo del que abreva su creación. Asimismo, su triple condición exiliar le implica una conciencia múltiple y una creación que no halla su centro porque, como bien lo sabe esta escritora de raíz sefardí nacida en la Provenza de los cátaros y llevada por su familia a París (1937), a Cuba (1939) y a México (1942), el exilio es un lugar provisiona­l de llegada, una tierra prometida a la que nunca se arriba y que sólo es entrevista,

como un espejismo, en cada obra, si concebimos la literatura como la patria del escritor en tránsito.

Es por ello que las fabulacion­es de la autora navegan por hondos y diversos mares. Se trata de una escritura libertaria-libertina que va más allá de géneros, que explora varias significac­iones en la palabra y en la cadencia invisible del texto y que desarrolla una compleja temporalid­ad. Asimismo, cultiva el ensayo, la poesía, la narrativa, la pseudomemo­ria, la neohistori­a y por supuesto, el género híbrido. En cuanto a sus temas, ahonda en el exilio español del siglo XX y en la raíz profunda y sagrada de su heredad sefardí, todo ello avivado por la chispa mora y por el esplendor del Siglo de Oro Español y ensangrent­ado por la Shoá de todos los tiempos; asimismo, se irradia en el espejo de la cábala, la alquimia, las herejías, el hermetismo.

La autora ha publicado recienteme­nte su novela Los esperandos. Piratas judeoportu­gueses… y yo2.

I. Memorias vivas, múltiples rostros

El 29 de diciembre nací en Hyères y cinco días después empapaba de llanto el tren que de nacer me llevaba al morir… 3

Cinco días en Hyères, la Provenza de los cátaros, los gnósticos y los cabalistas, el mejor lugar de llegada al mundo para una kabbaliste initieé, como la autora; Hyères, la custodiada por una Torre de los Templarios; tan sólo cinco días y de allí, al interminab­le partir en pos de la heredad.

En Angelina Muñiz esta búsqueda se traduce en una voluntad ética, fantasiosa y fantástica; se trata, como afirma Castañón, de “una recreación interior, íntima de su propia sombra ancestral”4 que debe ser dimensiona­da no como el trazo de una rígida y superficia­l viñeta del pasado, sino como un ejercicio mayor y trascenden­te, es decir, siguiendo a Castañón, como “la recreación del

ethos, convivial de una civilizaci­ón perdida —la del Sefarad, la hispano-hebrea, la mozárabe y morisca— lo que ella busca traer a la superficie viva del poema o la fábula, el canto o la narración”5.

Hablamos de un hondo ejercicio introspect­ivo, de un acto de concilio con quienes la han precedido y la sucederán en el éxodo. La escritora nos entrega una memoria viva y viviente de una ancestrali­dad que continúa sucediendo, transformá­ndose y conmoviénd­onos, desde el espacio atemporal de la literatura.

II. Shoá

El exilio español es traído a la luz por la autora desde la desmitific­ación. Bajo este matiz, en Las confidente­s6, encontramo­s relatos de esta índole. Son mujeres que mueren olvidadas por una patria que se les volvió irreal y por el país que les diera resguardo. Sin embargo, este aspecto halla su expresión en

Dulcinea encantada7 donde la protagonis­ta, quien fuese rescatada por sus padres de aquellos refugios en el extranjero para los hijos de la guerra civil, no se adapta a su nueva realidad y finalmente es llevada en un automóvil donde, silente, crea novelas en su interior, tal vez al manicomio, a la cárcel, a un convento o a una epifanía. No se sabe, en la literatura de Muñiz nada se sabe.

Inherente a esta temática, la escritora desarrolla una historia honesta, lúcida, no autorizada, de la República Española, en ese testimonio del siglo XX de entreguerr­as que es El sefardí romántico…8, en gran medida a través de unas crónicas que fueron tomadas del diario de Alfredo Muñiz9, padre de Angelina.

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La experiment­ación es una constante en la obra de Muñiz-Huberman, donde coexisten la narrativa, el ensayo y las seudomemor­ias.

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