El Universal

Se perfila El Chapo a cadena perpetua

El capo es declarado • culpable de 10 delitos relacionad­os con narcotráfi­co y delincuenc­ia organizada

- VÍCTOR SANCHO Enviado

Nueva York.— Joaquín El Chapo Guzmán enfrenta una pena de cadena perpetua que será dictada el 25 de junio, luego de que ayer fuera encontrado culpable de 10 delitos relacionad­os con narcotráfi­co y delincuenc­ia organizada.

Un jurado estadounid­ense decidió, tras 34 horas de deliberaci­ón, que el sinaloense fue y es el líder de una organizaci­ón criminal narcotrafi­cante de escala mundial: el Cártel de Sinaloa. Su veredicto selló el destino de El Chapo, quien será enviado a la prisión ADX Florence, en Colorado.

A pesar de que la sentencia oficial no se anunciará hasta dentro de 90 días, su futuro está marcado: sólo el primero de los delitos —pertenenci­a continuada a empresa criminal— amerita una pena de cadena perpetua.

Nueva York.— “Veredicto”. Nunca una palabra simplement­e intuida había causado un terremoto parecido. A las 12 en punto, mediodía exacto de una mañana de fuerte ventisca y nieve en Brooklyn, el mensaje más esperado en la sala 8D de la Corte Federal del Distrito Este de Nueva York se hizo real. Fue sólo un murmullo casi impercepti­ble, pero su ruido fue atronador. Los 12 miembros del jurado encargados de definir el destino de Joaquín El Chapo Guzmán habían llegado a una decisión unánime.

Dos minutos antes, Emma Coronel Aispuro, esposa del capo, había abandonado la sala, augurando un día más de apatía y aburrimien­to insulso en la corte de Brooklyn. Volvió casi al instante, de nuevo con una chaqueta verde esperanza sobre vestimenta negra de luto.

La noticia empezó a correr y los periodista­s se agolparon a las puertas de la sala, esperando pasar por última vez el cordón de seguridad previo a acceder a la corte. Ya todo el mundo sabía que sí, que era en serio, y no se trataba de otra falsa alarma como las que habían dominado seis días de deliberaci­ones empapadas de tedio.

Un silencio absoluto. A las 12:18 sonó el ruido de cadenas y se hizo el silencio absoluto en la sala. Todo el mundo de pie a la espera de la última aparición de El Chapo; la única sentada era Coronel. Guzmán apareció vestido con traje y corbata negros, camisa gris. Saludó como siempre a su esposa, que le respondió levantando el pulgar.

El Chapo, en los últimos días del maratónico juicio en su contra, mantuvo una serenidad impropia, o quizá adecuada para alguien que asume que su destino está ya marcado, sin poder de escapatori­a ni con uno de sus famosos túneles.

A las 12:30, una funcionari­a entregó al juez Brian Cogan un fólder manila con el veredicto. Empezó la lectura en voz aséptica, como quien recita la lista de la compra. Culpable.

Culpable.

Culpable.

Y así hasta 10 veces.

El Chapo pasará el resto de sus días entre rejas.

El capo no hizo ninguna mueca, mantuvo la mirada al horizonte, sin sorpresa. Coronel aguantó estoicamen­te en la sala, aunque después dijera que estaba triste con la decisión y otros aseguraran que lloró.

Sus abogados, ante un veredicto esperado, resoplaron. Los fiscales abandonaro­n su perfil gris para esgrimir algo parecido a una mueca de felicidad.

El juez Cogan agradeció a los 12 ciudadanos anónimos el trabajo realizado —no pudo evitar una arenga patriótica en el cierre, declarándo­se “orgulloso” de ser estadounid­ense— y, a las 12:35 del 12 de febrero de 2019, dio por finalizado el juicio contra Joaquín Guzmán Loera.

Entonces llegó la descompres­ión. Toda la tensión acumulada durante meses —incluso años— desaparecí­a por completo, al igual que El Chapo desaparecí­a de la sala camino de nuevo a su celda. Saludó educadamen­te a sus abogados con un apretón de manos, agradecien­do los servicios prestados, y el último gesto fue para su esposa.

Besos invisibles. Juntó los dedos de la mano izquierda y besó las yemas tres o cuatro veces. Lanzó los besos invisibles a Coronel, y las mismas yemas toquetearo­n físicament­e el corazón de El Chapo, en un tocar rítmico como un latido. Guzmán se dio la vuelta, puso las manos a la espalda y desapareci­ó arrastrand­o 10 declaracio­nes de culpabilid­ad en su contra y una vida tras las rejas.

Se cerró la puerta que hizo desaparece­r a El Chapo y se rompió el silencio. Los fiscales se abrazaron, se fundieron felicitaci­ones y agradecimi­entos con despedidas y buenos augurios. Los periodista­s corrieron en estampida hacia la puerta, ávidos de soltar al mundo la noticia de que el capo del Cártel de Sinaloa había acabado su carrera.

A la salida de la corte, una decena de policías militares resguardab­an el edificio armados con armas larguísima­s y equipo de guerra, como para evitar que El Chapo escapara de su destino. Autoridade­s de gobierno comparecía­n ante la prensa para celebrar su mayor victoria en la denominada “guerra contra las drogas”.

Detrás de ellos, Coronel abandonaba la corte escoltada por agentes de seguridad del gobierno, directa al vehículo que la esperaba, sabiendo que nunca más podrá hablar ni abrazar a su esposo. Esta vez, El Chapo no escapó al veredicto.

 ??  ?? Tras escuchar el veredicto de culpabilid­ad en su contra, Joaquín El Chapo Guzmán volteó a ver a su esposa, Emma Coronel, y le dedicó una señal con los pulgares hacia arriba, que su mujer respondió con una mano.
Tras escuchar el veredicto de culpabilid­ad en su contra, Joaquín El Chapo Guzmán volteó a ver a su esposa, Emma Coronel, y le dedicó una señal con los pulgares hacia arriba, que su mujer respondió con una mano.

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