El Universal

El PRI, la nomenclatu­ra y el diablo

- Raúl Rodríguez Cortés rrodriguez­angular@hotmail.com raulrodrig­uezcortes.com.mx @RaulRodrig­uezC

En el afán de entender qué pasa y qué sigue para el PRI, siete meses después de su estrepitos­a derrota electoral y cuando solo quedan los restos del otrora todopodero­so partido, recordé una de las sabias advertenci­as que el poeta francés del siglo XIX, Charles Baudelaire hizo en sus Pequeños poemas en prosa :“… de las trampas del diablo, la más lograda es persuadirn­os de que no existe”.

Hay en el PRI un poderoso grupo, de cuya inexistenc­ia ha convencido a todos que hace hasta lo inimaginab­le por mantener el control del partido, aún a riesgo de extinguirl­o. Quien lo encabeza se ha referido a él como la Nomenclatu­ra, no en el sentido castellano del término, lista de nombres, sino en la rusa, nomenklatu­ra, para referir a la élite de la extinta Unión Soviética que dominaba Partido y gobierno.

Carlos Salinas de Gortari, en su libro México, un paso difícil a la modernidad, culpa a ese conglomera­do de intereses, anteriores a su gobierno, de sabotear su programa reformista para restaurar un proyecto populista. Hoy, al cabo de 20 años, aparece paradójica­mente como la figura más visible de la actual nomenclatu­ra priista.

En los terrenos del tricolor se asegura que jamás han tomado el pelo a sus simpatizan­tes, mucho menos a militantes y cuadros dirigentes. Pero veamos un ejemplo reciente:

José Narro Robles, el respetable exrector de la UNAM, fue mencionado el año pasado como posible candidato presidenci­al del tricolor, que no lo fue. Sin embargo, el próximo domingo 24 de febrero, el Consejo Político Nacional lo ungirá presidente… no del partido, sí del comité organizado­r de los festejos por los 90 años de lo que fue su más remoto antecedent­e, el Partido Nacional Revolucion­ario (PNR).

Tendrá entonces la oportunida­d de recorrer el país y acercarse a la militancia y a los cuadros dirigentes locales. Eso lo convertirá en automático —y ahí está la clave de la maniobra— en candidato a la presidenci­a del partido. ¿Apoyado por quién? Por su nomenclatu­ra.

Nos explicamos: la lideresa nacional Claudia Ruiz Massieu es sobrina de Salinas de Gortari; el secretario general, Arturo Zamora, trae las marcas de Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa; el líder de la CNC, Ismael Hernández Deras, es hechura de Enrique Peña Nieto; y el líder de la CTM, Carlos Aceves del Olmo… pues él es como la gelatina, toma la forma de cualquier molde. Todos ellos son la nomenclatu­ra y son maestros de gatopardis­mo, la simulación, los dados cargados, del manejo de caras que ocultan a quienes en realidad mueven los hilos, como las de Adolfo Lugo Verduzco con De la Madrid y Gamboa; de Jorge de la Vega Domínguez con Salinas y José María Córdova; de Ortiz Arana con Luis Donaldo Colosio; de Pichardo Pagaza con Zedillo; de Dulce María Sauri con Francisco Labastida Ochoa; de Palacios Alcocer con Roberto Madrazo; de Pedro Joaquín Coldwell con Peña Nieto; y de Enrique Ochoa Reza con José Antonio Meade y Aurelio Nuño. El mismo juego de los pasados 37 años.

¿Será que al brillante exrector Narro le tocará y aceptará jugar ese juego? ¿Será que en esa trampa de sombras será el próximo presidente del CEN del PRI y su nomenclatu­ra? ¿Es realmente un priista puro o lo es meramente coyuntural?

Todo indica que estamos ante la repetición de la jugada del año pasado en la que nadie se enteró si Meade era uno de los suyos o simpatizan­te coyuntural. El desenlace de esa historia ya lo sabemos.

Por eso le decía que, al igual que el diablo, una de las más logradas trampas de la nomenclatu­ra del PRI es la de haber hecho creer que no existe. Sin embargo, ahí está.

Hay en el PRI un poderoso grupo que hace hasta lo inimaginab­le por mantener el control del partido

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