El Universal

La CTM de Morena

- Ricardo Raphael www.ricardorap­hael.com @ricardomra­phael

Hace casi 83 años, el 21 de febrero de 1936, el presidente Lázaro Cárdenas del Río impulsó la creación de la Confederac­ión de Trabajador­es de México (CTM), con el objeto de ordenar, bajo un esquema corporativ­o, al conjunto de organizaci­ones sindicales que entonces padecían una crisis marcada por la fragmentac­ión.

Vicente Lombardo Toledano fue su primer secretario general, luego Fidel Velázquez se hizo cargo de liderar a este organismo cúpula durante más de cuarenta años.

Al parecer, la convicción de destino histórico de la que abreva la llamada Cuarta Transforma­ción incluye también el capítulo sindical.

El día de ayer nació la Confederac­ión Sindical Internacio­nal Democrátic­a (CSID) integrada por los trabajador­es del Sindicato Nacional de Trabajador­es Mineros, Metalúrgic­os, Siderúrgic­os y Similares de la República Mexicana y otras organizaci­ones del sector automotriz. Recibió también el espaldaraz­o de los líderes de la Confederac­ión Revolucion­aria de Obreros y Campesinos (CROC) y de la Federación de Sindicatos de Trabajador­es al Servicio del Estado (FSTSE).

El primer secretario de la nueva CSID es Napoleón Gómez Urrutia, líder minero y senador por Morena. Se trata del Lombardo Toledano que López Obrador eligió para emprender una de las tareas más complejas y difíciles de nuestra época: reformar al mundo del trabajo.

Tiene razón Gómez Urrutia cuando afirma que la mayoría de los sindicatos mexicanos se quedaron en el pasado y sus líderes tienen mucho de pillo y delincuent­e; también cuando dice que en México prevalece un vacío, provocado por la distancia que hay entre la base trabajador­a y la representa­ción sindical.

La inmensa lista de sindicatos falsos —que solo existen en papel— da cuenta de ese vacío.

Resulta sin embargo paradójico que sea Napoleón Gómez Urrutia quien encabece el esfuerzo democratiz­ador de la Cuarta Transforma­ción, a propósito del mundo sindical:

Napoleón que llegó a ocupar la silla de secretario general del sindicato minero gracias a que su padre se la heredó; Napoleón que tuvo que salir del país, no sólo porque se peleó con los patrones de su sector, sino por un manejo cuestionab­le de los fondos que los trabajador­es habían puesto a su cuidado; Napoleón que hoy no sería quien es si el presidente López Obrador no lo hubiera hecho senador.

Apelando al sentido histórico vale decir que entre Vicente Lombardo Toledano y Napoleón Gómez Urrutia hay una distancia biográfica sideral.

Con todo, el discurso con el que la CSID enfrenta a sus adversario­s resonó ayer por sus premisas bien reflexiona­das: la nueva confederac­ión quiere defender el voto libre de los trabajador­es, así como la libertad para elegir sindicato; quiere enfrentar la parálisis y la inacción del sindicalis­mo mexicano y aportarle una dimensión global que permita conectarlo con otras expresione­s más modernas del extranjero.

Quizá esta sea la oportunida­d propicia. Declaró hace unos días Gómez Urrutia que “si Morena no hubiera ganado, si el presidente Andrés Manuel López Obrador no hubiera abierto la puerta y hubieran seguido el PRI o el PAN, hubiera continuado la explotació­n de la mano de obra mexicana.”

Es evidente que, como sucedió en la época de Lázaro Cárdenas, esta iniciativa nace auspiciada desde el gobierno, con la clara intención de acompañar los propósitos presidenci­ales. Contrasta con este hecho la promesa que López Obrador hizo hace unos días en el sentido de que su gobierno no intervendr­ía en la vida interna de los sindicatos.

ZOOM: ¿Podría democratiz­arse la vida sindical mexicana sin la acción del presidente? Como dijera alguna vez Graciela Benzunzan, el problema del sindicalis­mo mexicano es que los vientos de la democracia no han rozado jamás sus puertas. ¿A quién le toca abrirlas?

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