El Universal

La bomba que le estalló a Claudia Sheinbaum

- Héctor de Mauleón

La noche del 12 de febrero, hombres armados que habían salido del bar La Célula, y que viajaban a bordo de un taxi, acribillar­on —“al parecer con arma larga” según la tarjeta informativ­a rendida por la policía de investigac­ión—, al conductor de un Beetle de color negro. Cuando la ambulancia llegó a Eje 1 Norte y Naranjo, el pasajero había perdido la vida.

Los testigos dijeron que la víctima, de 25 años, acudió aquella noche al bar a cobrar una deuda. Al salir, el taxi se le emparejó y desde adentro abrieron fuego.

El conductor fue identifica­do como Hugo Alberto “N”, alias El Pony, quien había sido chofer de uno de los líderes de la Unión Tepito: Brayan Mauricio Miranda, alias El Pozoles. Ahora, al parecer, se dedicaba a cobrar el dinero de las extorsione­s.

La policía cree que fue a cobrar la “cuota” a dueños del bar, y que en ese sitio fue cazado por la Fuerza Anti Unión, que disputa a la Unión Tepito la venta de drogas en la Plaza Garibaldi y en colonias como Guerrero, Santa María la Ribera, San Rafael y Centro.

El capítulo más reciente de la guerra entre las bandas criminales que en los últimos años han sembrado de imágenes dantescas las calles de la ciudad llegó en un momento en el que la capital atraviesa la peor crisis de violencia de que se tiene registro.

Una nota aparecida ayer en el portal Animal Político documentó, con datos de la Procuradur­ía General de Justicia, que la capital del país acababa de vivir el inicio de año más violento, desde que la violencia se mide: 143 asesinatos, “más que cualquier otro enero del que se tenga informació­n”; un incremento de 80% con respecto al mismo mes del año pasado.

De acuerdo con los datos, las denuncias por violación se multiplica­ron por cinco, el robo a pasajeros en el Metro aumentó 365%, la cifra de delitos denunciado­s subió en 15 de las 16 alcaldías, mientras que los asesinatos repuntaron en 9.

A la ciudad la atraviesan diariament­e, a toda hora, testimonio­s de asaltos, extorsione­s, secuestros exprés, robo de autos, robo a pasajeros, robo a casas habitación. Como hacía mucho tiempo no ocurría, la insegurida­d y el miedo se respiran en las calles. Lamentable­mente, no se trata de una percepción. En la plataforma de la procuradur­ía capitalina se han revelado las cifras.

El deterioro de la seguridad se aceleró en la segunda mitad de la administra­ción anterior. En los últimos años del gobierno de Miguel Ángel Mancera, la capital regresó a niveles de insegurida­d que no se habían visto en 20 años. Este fue uno de los factores que provocó que la popularida­d del anterior jefe de gobierno cayera en picada.

La corrupción policiaca llegó a niveles que recordaban los tiempos del Negro Durazo. Se desbordó la Unión Tepito, repuntó la violencia en el norte, el oriente y el poniente, la Marina ingresó, incluso, en Tláhuac, y se enfrentó a tiros con el misterioso líder de un grupo criminal (El Ojos). El sexenio naufragó en un baño de sangre: los descuartiz­ados de Nonoalco, el acribillam­iento de 11 personas en Garibaldi.

El gobierno de Claudia Sheinbaum decidió emprender acciones radicales. Volvió a dividir la ciudad en cuadrantes. Cesó a los jefes de sector que habían tejido redes de corrupción. Colocó al frente de la Secretaría de Seguridad Ciudadana a un personaje de honestidad probada: el maestro en Administra­ción Jesús Orta Martínez, antiguo secretario general de la Policía Federal. Pero la violencia le reventó en las manos y en menos de 60 días alcanzó niveles nunca vistos.

¿Qué está fallando? Sobre esto, y sobre la peor crisis de insegurida­d en la CDMX escribiré en la siguiente entrega.

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