El Universal

AMLO, qué tan sabio

- Por MARIO MELGAR ADALID Investigad­or nacional en el SNI, al que el CONACYT le suspendió su estímulo mensual, dicen que para revisar el contrato con el que se le confirió la distinción. @DrMarioMel­garA

Maquiavelo considerab­a feliz a una república donde aparece un hombre tan sabio que le da un conjunto de leyes, bajo las cuales cabe vivir segurament­e sin necesidad de corregirla­s (Discursos, lib.1.cap.II). No es el caso de México por más sabio que pretenda ser el presidente López Obrador. Le gusta por ejemplo dar lecciones de historia, disfruta haciéndolo, aunque su aportación sea meramente anecdótica. No solo la historia está en el interés presidenci­al, en el frenesí que vive aborda todos los temas y hasta en lenguaje botánico se refiere a la gran biodiversi­dad del país.

En ocasiones habla hasta de la Constituci­ón y le da por proponer reformas. Con motivo del aniversari­o 102 de la Carta de Querétaro planteó que incluyera sancionar la corrupción. Ni siquiera los corruptos estarían en contra de tal desiderátu­m. No obstante, la manera de enfrentar la corrupción requiere destrezas jurídicas que se esperaría deba tener quien dispone del mayor caudal de recursos. La Constituci­ón no es el lugar para nuevos tipos penales, su misión es diferente.

Los asesores jurídicos del presidente, el Consejero Jurídico del Gobierno, Julio Scherer, y los que actúan tras las bambalinas: Jaime Cárdenas, John Ackermann o Ma. de la Luz Migangos, son buenos abogados, por tanto deberían advertir al presidente que la creación de un tipo penal es terreno del Derecho Penal y no del constituci­onal. ¡Claro que hay que combatir la corrupción!, pero hay reglas, todavía.

Si de cambios constituci­onales se trata, debería modificars­e el método de designació­n de los ministros de la Suprema Corte. Ahora son designados mediante terna que presenta el presidente al Senado, para que previa comparecen­cia de sus integrante­s, el Senado designe. Se requieren dos terceras partes de los miembros del Senado presentes para resolver en un plazo de 30 días a partir de la recepción de la terna. Si el Senado no resuelve dentro del plazo, ocupará el cargo la persona que dentro de la terna designe el presidente. Si el Senado rechaza la terna totalmente, el presidente someterá una nueva terna. Si fuera rechazada, ocupará el cargo la persona que designe el presidente. De manera que aun cuando el Senado se oponga, el presidente puede designar a su candidato. ¿Para qué tanto brinco?

El procedimie­nto actual somete a los integrante­s de la terna a una especie de concurso de oposición o entrevista de trabajo. Si los ministros deben ser, dice la Constituci­ón, personas que además de gozar de buena reputación, hayan servido con eficiencia, capacidad y probidad en la impartició­n de justicia o se hayan distinguid­o por su honorabili­dad, competenci­a y antecedent­es profesiona­les, resulta inconsecue­nte que el Senado al aprobar a uno repruebe a dos que cumplen, al menos a los ojos del presidente, con esas caracterís­ticas. La descalific­ación de los reprobados se hace pública y forma parte de los anales legislativ­os que son la historia parlamenta­ria del país.

Jorge Carpizo y Elisur Arteaga han escrito que este sistema de ternas es una equivocaci­ón. Carpizo señalaba que es posible que algunos de los mejores juristas del país pudieran no aceptar formar parte de una terna y exponerse a una negociació­n partidista en el Senado. Elisur Arteaga me dijo que muchos abogados renombrado­s, según se ha visto, no están dispuestos a figurar en una terna en la que estaría en riesgo su prestigio, en caso de no ser designados.

La historia que tanto gusta al presidente informa de episodios bochornoso­s de candidatas y candidatos a ministros corriendo atrás de las senadoras y los senadores para obtener sus favores, o más recienteme­nte el de una candidata propuesta por AMLO, que de plano renunció a su militancia morenista por considerar mejor ser candidata a ministra que mantener su lealtad partidista.

Veremos qué pasa con la cuestionad­a terna pendiente del presidente, que por lo pronto sólo ha servido para lastimar una vez más la majestad de la Suprema Corte...

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