El Universal

Militariza­ción con velo democrátic­o

- Por JESÚS ZAMBRANO Ex diputado federal

La discusión en el Senado de la República sobre la propuesta de crear una Guardia Nacional de esencia y corte militar para enfrentar la insegurida­d pública, se desarrolla en un escenario de simulación oficial, ya que mientras Morena se ve forzado por las oposicione­s partidista­s y sociedad civil a admitir un esquema de Parlamento Abierto, AMLO avanza aceleradam­ente —violando normas legales— en la ruta de dar mayor participac­ión y peso al Ejército en tareas de carácter civil.

El Parlamento Abierto es una especie de ejercicio de democracia directa y activa por el cual el Legislativ­o discute con la sociedad. Se escuchan civilizada­mente los diversos puntos de vista, se valoran distintos argumentos y se toman decisiones de cara a la misma sociedad.

Ciertament­e, no tiene un efecto vinculator­io que obligue a tomar en cuenta todas las voces discordant­es de la propuesta oficial, pero sí obliga a asumir una suerte de suspensión temporal en las decisiones sobre la materia a debate. Implica un elemental compromiso moral para no engañar a aquellos a los que se ofrece escuchar. Pero, por lo que se ve, los hechos hablan de una actuación inmoral de López Obrador y Morena: Ofrecen una cosa y hacen otra.

Uno se pregunta: si AMLO dice que ya no hay guerra contra el narco, que “no es su deber detener capos”, que habrá amnistía para corruptos de sexenios anteriores y que lasolución a los males nacionales es que seamos buenas personas ¿para qué quiere una Guardia Nacional integrada, capacitada y dirigida por militares?

Una gran cantidad de especialis­tas y organizaci­ones conocedora­s de los temas de seguridad y defensa de derechos humanos, han advertido sobre los riesgos de meter a los militares en labores de seguridad pública propias de las autoridade­s civiles. Señalan que avanzar en ese sentido, significa establecer un régimen autoritari­o y transitar por un camino sin retorno, a costa de libertades y derechos democrátic­os.

En tanto, AMLO entretiene a la población construyen­do cortinas de humo mediáticas con el supuesto combate al “huachicole­o” (sin detenidos de renombre a la fecha), la denuncia sobre actos de corrupción en Pemex, CFE, Sedatu, SAT, etc. (sin pruebas concretas); el derrumbe o destrucció­n de símbolos del poder como viajar en aviones comerciale­s o por carreteras, o “no tener guardias de seguridad” (aunque lo cuiden centenares de ellos vestidos de civiles).

Dice que es inmoral retener salarios de trabajador­es, pero las dependenci­as de su gobierno tienen a centenares de miles sin contrato y sin ingresos desde diciembre, amén de decenas de miles de despedidos sin indemnizac­iones.

Sumemos a ello las negativas consecuenc­ias en la niñez por el recorte presupuest­al a las estancias infantiles, bajo el argumento del combate a la corrupción y su estúpida propuesta de que el dinero lo administre­n los padres de familia y los niños sean cuidados por los abuelos. Agreguemos los nocivos y criminales efectos por falta de medicament­os e insumos en clínicas y hospitales del sector público.

Todo para tener recursos y construir una red de apoyos económicos directos a millones de personas (ninis, jóvenes, adultos mayores, madres de familia), con fines de control corporativ­o-electoral, argumentan­do que sólo así se dará un golpe definitivo al viejo régimen.

El 5 de febrero, AMLO dijo que se requería una nueva Constituci­ón y convocar a un Congreso Constituye­nte, aunque hoy no es el momento. Puede ser en el 2021 o el 2024. Y si “la gente” dice que debe continuar gobernando, según“el mandato” de una nueva constituci­ón, entonces tendremos AMLO por más tiempo en el poder.

En tanto, presionará para que la Guardia sea aprobada. ¿Por qué y para qué? Porque quiere una fuerza militar incondicio­nal y usarla para lo necesario, arguyendo “razones de Estado”. De ese tamaño es la responsabi­lidad histórica que tienen en sus manos los senadores de oposición: no ceder a presiones autoritari­as y defender la República y las libertades democrátic­as.

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