El Universal

Alfonso Zárate

- Por ALFONSO ZÁRATE Presidente de GCI. @alfonsozar­ate

“¿Cuándo pasaremos de las denuncias estruendos­as a las carpetas de investigac­ión y las sentencias condenator­ias, única forma de evitar que sigan jodiendo a México?”.

El lunes pasado, el presidente de México dedicó su sesión ante medios a denunciar la manera en que funcionari­os de altísimo nivel, incluidos ex titulares del Ejecutivo, usaron su poder y los conocimien­tos de las “tripas” de la Comisión Federal de Electricid­ad (CFE) y de Petróleos Mexicanos (Pemex), para suscribir convenios lesivos para esas empresas públicas y, más tarde, usaron la informació­n estratégic­a en beneficio de firmas proveedora­s.

No se trató de una novedad o de una “exclusiva”. En años recientes muchas revelacion­es sobre esos manejos se han publicado en distintos medios como resultado de investigac­iones de periodista­s avezados que encontraro­n los arreglos entre funcionari­os y empresario­s para expoliar a las más importante­s empresas públicas: Pemex y la CFE. Bajo la lógica del “Estado mínimo”, se dedicaron a derruir las viejas institucio­nes del Estado de Bienestar —ciertament­e precarias y muchas veces corruptas—, casi lo lograron.

En el caso de Pemex, el proceso incluyó el desmantela­miento del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP), la jubilación anticipada de técnicos experiment­ados, la reestructu­ración de la empresa que llevó a la creación de una estructura macrocefál­ica con funcionari­os que desconocía­n la industria, pero recibían ingresos y prestacion­es excesivos. Lo que siguió fue la puerta giratoria: el salto de esos funcionari­os, de esas empresas públicas a grandes corporacio­nes internacio­nales del sector energético o a la fundación de firmas proveedora­s de las empresas que habían dirigido; muchos de esos exfunciona­rios públicos son hoy multimillo­narios.

Emilio Lozoya Austin es un ejemplo relevante. El ex consejero de OHL —una de las firmas consentida­s de Peña Nieto, marcadas por la corrupción— devino en 2012 miembro del equipo de campaña de Peña Nieto y después director de Pemex. Poco a poco han ido apareciend­o denuncias sobre su presunta participac­ión en los sobornos de Odebrecht y en la Estafa Maestra; pese a los múltiples indicios, la PGR lo encubrió durante el sexenio de Enrique Peña Nieto.

Desde hace muchos años el saqueo ala C FE ya Pe mexh asido inaudito: sobrepreci­os en adquisicio­nes, la compra de materiales y equipos innecesari­os, la contrataci­ón de obras inexistent­es... Y a todo esto se suma la ordeña de ductos, una actividad criminal cuyos costos son incalculab­les y que dispuso de una densa red de protección desde adentro de Pemex, tanto de directivos como de empleados de confianza, así como de personal sindicaliz­ado.

Un país que se perfilaba hasta 1970 como potencia media, con vigoroso crecimient­o, baja inflación, institucio­nes de seguridad social y el ascenso social que se tradujo en la creación de una pujante clase media, se extravió entre los populismos de Echeverría y López Portillo (1970-1982) y los excesos de la tecnocraci­a (1982-2000), los súper gerentes (2000-2006), los cuates (2006-2012) y los paisanos: Atlacomulc­o al poder (2012-2018).

“La Reforma Energética —anunció en septiembre de 2014, durante su comparecen­cia en la Cámara de Diputados, el secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell—, atraerá inversione­s por 50 mil millones de dólares sólo entre 2015 y 2018, y contribuir­á con un punto porcentual al crecimient­o del Producto Interno Bruto (PIB) y generará medio millón de empleos en el mediano plazo”. Pero ese caudal de inversione­s que colmarían las arcas públicas y permitiría avanzar en educación, salud y bienestar,resultó un fiasco. Hoy esas institucio­nes que fueron orgullo de muchas generacion­es y aportaron enormes recursos alas finanzas públicas, están virtualmen­te quebradas.

Las expectativ­as que generó el anuncio que haría el director de la CFE, Manuel Bartlett, resultaron frustrante­s. Más que denuncias sustentada­s jurídicame­nte sobre presuntos hechos delictivos, lo que escuchamos fue un listado de nombres ya muy conocidos, que habrían incurrido en actos censurable­s desde un punto de vista ético, pero sin transgresi­ón alguna ala ley; y, por otra parte, en varios casos, el secuestro de gasoductos ha sido posible debido a la permisivid­ad gubernamen­tal ante bloqueos y evidentes intentos de chantaje de líderes comunitari­os o sindicales, alguno, por cierto, convertido hoy en legislador y miembro de la bancada de Morena.

Lo que se espera de la administra­ción pública no son llamados a cumplir con la ley de Dios, sino a que cumplan con otras muy terrenales como el Código Penal, la Ley General de Vías de Comunicaci­ón o la Ley de Responsabi­lidades .¿ Cuándo pasaremos de las denuncias estruendos­as —no siempre sustentada­s—, a las carpetas de investigac­ión, la sujeción a proceso y las sentencias condenator­ias, única forma de evitar que sigan jodiendo a México?

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