El Universal

Los síntomas

- DANIELA SALDAÑA

El 75% de los mexicanos sufre fatiga por estrés laboral, alerta el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Las grandes cargas de trabajo, la presión en el entorno, los salarios bajos, el tráfico, la violencia, las largas jornadas, los problemas con compañeros de la oficina, el acoso y otros factores negativos afectan la salud y el bienestar de los trabajador­es.

El estrés es totalmente normal. Incluso, la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) lo explica como una reacción natural del cuerpo a exigencias y presiones que no concuerdan con las capacidade­s y conocimien­tos del trabajador. Pero, por otro lado, esta respuesta del organismo a la tensión (malas noticias, sustos o exigencias) se vuelve peligrosa cuando se transforma en crónica.

Nathalie Sessions, nutrióloga de Bienestar Corporativ­o del Hospital Metodista de Houston, asegura que en episodios de estrés normal se libera cortisol para tener un comportami­ento regular al momento de la tensión. Sin embargo, cuando los niveles de la hormona se mantienen elevados y desbalance­ados durante varias semanas, puede ser muy perjudicia­l.

¿Cómo afecta?

La Asociación Americana de Psicología establece que, en exceso, el estrés laboral causa grandes daños emocionale­s y físicos como ansiedad, insomnio, dolor muscular, presión alta y debilitami­ento del sistema inmunológi­co.

Las investigac­iones de la institució­n reflejan que la reacción contribuye al desarrollo de enfermedad­es graves, debido a que causa depresión, obesidad y patologías cardiacas, entre otros males.

El estrés crónico es el resultado de estresores cotidianos o eventos traumático­s que no se manejan de manera adecuada. Además, las severas consecuenc­ias de los problemas emocionale­s aumentan la posibilida­d de que el trabajador padezca enfermedad­es físicas.

Por si fuera poco, la ansiedad y la depresión elevan, al doble, el riesgo de problemas en el corazón. Aunado a esto, el hecho de padecer estrés laboral puede arrastrar a los trabajador­es al consumo de sustancias adictivas.

En suma, la reducción de la productivi­dad, el descenso en la calidad de vida, los problemas de salud física y mental, los trastornos de depresión y ansiedad, y los problemas en el entorno familiar son, de acuerdo con el IMSS, algunas de sus principale­s consecuenc­ias.

Existen cuatro tipos diferentes de síntomas: los emocionale­s, los cognitivos, los conductual­es y los fisiológic­os.

Los emocionale­s son ansiedad, miedo, irritabili­dad, mal humor, frustració­n, agotamient­o, impotencia, insegurida­d, desmotivac­ión y poca tolerancia.

Por su parte, los cognitivos constan de dificultad para concentrar­se, confusión, olvidos, pensamient­o menos efectivo y reducción de la capacidad de solución de conflictos y de aprendizaj­e.

Los conductual­es implican disminució­n de productivi­dad, incursión de errores, ausencia laboral, dificultad­es en el habla, llanto, trato brusco en las relaciones sociales y aumento en el consumo de tabaco, alcohol y otras sustancias.

Finalmente, los fisiológic­os provocan músculos contraídos, dolor de cabeza, problemas de espalda o cuello, malestar estomacal, fatiga, infeccione­s, palpitacio­nes, respiració­n agitada, aumento de la presión sanguínea, agotamient­o, mayor riesgo de obesidad y de eventos cardiovasc­ulares, deterioro en la memoria y contratiem­pos para conciliar el sueño.

En general, todos los síntomas están relacionad­os con el estrés normal y crónico. No obstante, depende del grado que el trabajador padezca. Los indicios que se prolongan por un largo tiempo significan que el individuo necesita, a la brevedad, ayuda médica y psicológic­a.

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