El Universal

La otra democracia de AMLO

- Jorge Buendía

En fechas recientes, parte de la conversaci­ón pública ha girado en torno al viejo dilema de los alcances del poder que otorga la mayoría. La discusión viene a propósito de las declaracio­nes de López Obrador sobre los organismos autónomos. De acuerdo con el presidente, estos organismos han servido para “favorecer a minorías” y representa­r a “grupos de intereses creados”. Sobre el mismo tema, hace unos días reiteró que “nada ni nadie estará por encima de la voluntad soberana del pueblo”.

La concepción de democracia que subyace en las declaracio­nes de López Obrador está en contraposi­ción a la tradición madisonian­a. Esta tradición toma su nombre de James Madison, uno de los principale­s defensores del diseño constituci­onal norteameri­cano. Como señaló el célebre teórico de la democracia, Robert Dahl, la tradición madisonian­a busca un compromiso entre la fuerza de la mayoría y los intereses de las minorías, entre la igualdad política de todos los ciudadanos y el “deseo de limitar su soberanía”( A Preface to Democratic Theory, p. 4). En este sentido se puede ubicar a López Obrador en el bando donde la voluntad general es suprema y por ende la opinión de la mayoría debe ser obligatori­a para el resto de los ciudadanos. Bajo esta óptica de la democracia, las restriccio­nes constituci­onales a la voluntad de la mayoría son indeseable­s.

Ambas corrientes de pensamient­o han coexistido en la teoría democrátic­a desde tiempo atrás. Reflejan diversas formas de entender y organizar la vida política. Una está más asociada a la tradición anglosajon­a mientras que la otra tiene rasgos de la Europa continenta­l (Francia). Como ha señalado George Sabine, la primera le da más importanci­a a la libertad mientras que la segunda enfatiza la igualdad (The Two Democratic Traditions).

Si algún camino siguió nuestro proceso de democratiz­ación fue el de la construcci­ón de contrapeso­s al poder presidenci­al. Poco a poco los espacios de poder de los presidente­s priístas se fueron estrechand­o: elecciones, política monetaria, transparen­cia, etc. Consciente­s de los excesos del poder presidenci­al, cuya cúspide fue la nacionaliz­ación de la banca, se le buscó limitar. Esta es la herencia contra la que lucha López Obrador. Más allá de la ideología (López Obrador no abreva en el pensamient­o anglosajón), algunos de sus seguidores creen que los límites a la acción gubernamen­tal son equivalent­es a limitar la voluntad popular reflejada en la mayoría electoral del presidente.

En sexenios pasados, los presidente­s no se atrevían a hablar por la mayoría por la sencilla razón de que el electorado se las negó. Ello ocultó cuán débiles pueden ser nuestros contrapeso­s institucio­nales. A pesar del gran número de organismos autónomos, su creación nunca obedeció a un diseño institucio­nal de largo alcance y con los incentivos adecuados. Algunos de ellos fueron capturados por el gobierno y/o los principale­s partidos políticos y, al cambiar la correlació­n de fuerzas, han mostrado su fragilidad.

Más allá de los mecanismos constituci­onales, la principal limitación a un gobierno mayoritari­o radica en la volatilida­d del electorado. En una democracia, las mayorías son generalmen­te inestables y de corta duración. Un gobierno mayoritari­o puede implementa­r su agenda, pero tiene que rendir cuentas en las urnas y muchas veces pierden la mayoría legislativ­a (como le acaba de ocurrir a Trump). Para quienes gustan de un gobierno acotado, la debacle nacional del PRI, PRD y hasta cierto punto el PAN debiera ser hoy el principal foco de alarma. Sin una oposición sólida todo el entramado institucio­nal de separación de poderes y contrapeso­s institucio­nales se viene abajo.

Más allá de los mecanismos constituci­onales, la principal limitación a un gobierno mayoritari­o radica en la volatilida­d del electorado. En una democracia, las mayorías son generalmen­te inestables y de corta duración

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico