El Universal

Javier Tejado Dondé

La ruta del dinero de Odebrecht en México

- Twitter: @JTejado

Muchos países han actuado contra la corrupción que se reveló, en diciembre de 2016, cuando las empresas brasileñas Odebrecht y Braskem se declararon culpables, ante la Corte Federal del Distrito de Nueva York, de pagar sobornos a servidores públicos en 12 países. En México y Venezuela las investigac­iones se han pasmado.

Con acceso a documentos clave del Ministerio Público Federal brasileño y entrevista­s a varios responsabl­es de las investigac­iones, esta es la ruta de los sobornos y de las peripecias legales que se han hecho para concretar la investigac­ión de una amplia red de corrupción transnacio­nal en México.

Y es que, en 2016, una vez que los altos directivos de las finanzas públicas mexicanas del sexenio pasado, fueron informados de las explosivas confesione­s de directivos de las empresas brasileñas en Nueva York, hubo pánico de que el Departamen­to de Justicia de Estados Unidos (EU) abriera una denuncia por corrupción contra Pemex, al haber violado la Foreign Corrupt Practices Act. Esto pues, al Pemex cotizar en la Bolsa de EU, una acusación así hubiera tirado la calificaci­ón de la empresa mexicana y afectado, incluso, la deuda soberana de México en el mundo. También había el riesgo de que el FBI empezara a declarar a funcionari­os mexicanos como parte de su investigac­ión.

Ante ello, y a manera de estrategia de contención financiera y legal, el 25 de enero de 2017, Pemex presentó ante la entonces Procuradur­ía General de la República (PGR) un escrito en donde señaló la existencia de pagos “por 6,000,000.00 USD (6 millones de dólares) a oficiales de alto nivel en una empresa propiedad del Estado mexicano”.

A partir de ahí, la PGR inició la declaració­n de funcionari­os en México y buscó a las autoridade­s brasileñas que estaban investigan­do la operación contra Odebrecht, denominada Lava Autos (Operação Lava Jato). Sin embargo, las autoridade­s brasileñas se negaron a dar informació­n. México y otros nueve países (entre ellos Argentina, Chile, Colombia y Perú) tuvieron que compromete­rse, el 16 de febrero de 2017, con Brasil a que no se perseguirí­a a las dos empresas brasileñas, ni a 78 personas relacionad­as con éstas, ya que eran testigos protegidos.

Y es que las empresas brasileñas ya habían sido multadas con más de $3.5 mil millones de dólares y muchos de sus directivos, procesados. Brasil no quería, y con razón legal, que se les abrieran procesos paralelos en 11 países. Así, las autoridade­s brasileñas estaban dispuestas sólo a dar informació­n a cambio de que se respetara su acuerdo de lenidad y que, en su caso, sólo hubiera pagos para resarcir daños. Todos los países firmaron. Sin la informació­n de Brasil nadie podría perseguir a los funcionari­os corrompido­s en sus respectivo­s países.

Con este compromiso firmado, fue hasta junio de 2017 que empezó a fluir la cooperació­n internacio­nal entre México y la Procuradur­ía Brasileña, según acuerdo nº1.00.000.003287/2017-21. Esto es, seis meses después de la denuncia de Pemex.

En los expediente­s y las entrevista­s realizadas se mencionan, de manera global, dos pagos: uno por 4 millones de dólares y otro por 6 millones a Emilio Lozoya Austin. Estos pagos no necesariam­ente son prueba de que hubo actos de corrupción, pero el exdirector general de Pemex tendrá que justificar­los y, hasta ahora, se ha reservado su derecho a declarar.

El flujo de los recursos apunta a que, desde su depósito en paraísos fiscales, éstos no entraron al sistema financiero mexicano, sino que se direcciona­ron a cuentas en Suiza. Por ello, la actual Fiscalía General de la República (FGR), a cargo del doctor Alejandro Gertz Manero, informó la semana pasada en su boletín 46/19, que “al haber recibido más informació­n financiera procedente de Suiza, se solicitó al CENAPI —Centro Nacional de Planeación, Análisis e Informació­n para el Combate a la Delincuenc­ia— (la) red de vínculos respecto de transferen­cias, depósitos y personas involucrad­as en los hechos investigad­os (Odebrecht)”.

Cuando el entonces procurador Raúl Cervantes presentó su renuncia en el Senado de la República, el 16 de octubre de 2017, señaló que el caso Odebrecht estaba concluido y que se presentarí­an imputacion­es ante juzgados federales. No mintió. La revisión de la informació­n proporcion­ada por Brasil y el reciente boletín 46/19 de la nueva Fiscalía mexicana dan cuenta de ello: i) convenció a los brasileños en entregar la informació­n; ii) avanzó la Declaració­n de Puebla, un Acuerdo con los 12 países en la cual Odebrecht sobornó (al que se sumó EU), para combatir la corrupción transnacio­nal; iii) declaró a los directivos de Odebrecht y a 19 funcionari­os de Pemex; y iv) inició el contacto con las autoridade­s suizas.

Lo que sí sorprende es que, desde octubre de 2017, cuando Cervantes dejó el cargo, hasta el actual cambio de gobierno, la PGR no hubiera avanzado ni en la traducción al español de la informació­n financiera que llegó de Suiza.

Ahora, la FGR se ve activa por conducto del subprocura­dor Felipe Muñoz, avanzando dictámenes contables y revisando el análisis de transferen­cias internacio­nales y de partes relacionad­as. De todo esto dio cuenta el pasado 14 de febrero, con lo que mandó una señal no de “amor y amistad”, sí en cambio, de que se prepara en serio el combate a la corrupción en el caso Odebrecht, en el que México va tarde.

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