El Universal

UNAM: el error todavía estaba allí

Guillermo Sheridan

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Como recordará el avispado lector, el pasado 12 de diciembre, día de la Virgencita Morena, alguien (no se sabe quién) cometió un “error mecanográf­ico” en la iniciativa de reforma constituci­onal en materia educativa que el Ejecutivo Federal (es decir, el Lic. López Obrador) envió a la Cámara de Diputados, esa en la que tiene mayoría apabullant­e el Morena, movimiento-partido que en los hechos preside el mismo señor licenciado.

El “error” consistió en omitir la fracción VII del artículo tercero constituci­onal que establece la autonomía de las universida­des públicas. El “error” desapareci­ó así una autonomía que, en el caso de la UNAM, “hemos construido a lo largo de casi nueve décadas y que se ha consolidad­o con firmeza, valor y, no pocas veces, con dolor y sangre”, como explicó no hace mucho (pero tiempo antes del actual desaguisad­o), el rector Enrique Graue.

Es un “error” que suscitó una natural dosis de misterio, uno que, a dos meses de haberse suscitado, crece cada día que transcurre sin ser reparado. ¿Cómo pudo cometerse un “error” de tales dimensione­s? ¿Cómo pudo el “error” pasar frente a tantos pares de ojos hasta llegar a la Gaceta Parlamenta­ria sin que nadie reparase en él?

Dos días después, ante las naturales interrogan­tes, la Secretaría de Educación Pública se autoeducó públicamen­te reconocien­do que la tal iniciativa de reforma contenía esa “errata” (entre otras) y envió a los diputados una fe solicitand­o la corrección.

Como el concepto “fe de erratas” no existe en una iniciativa presidenci­al, los diputados atisbaron cómo desfacer el entuerto. Concluyero­n que podía el Ejecutivo retirar su iniciativa, reescribir­la sin errores, poner a la autonomía en su sitio, y reenviarla a la Cámara. O podía corregirse en las comisiones adecuadas, la de Puntos Constituci­onales y la de Educación, con la desventaja de que toma tiempo.

Y bueno, pues se optó porque tome tiempo. El resultado es que pasados dos meses, el “error” degradado a “errata” sigue tan fresco, pero igual de errado. Y esto, inevitable­mente, (para emplear un verbo clásico) coadyuva a la intriga, sobre todo cuando nos hallamos ante un gobierno veloz que, cuando sí quiere mover molécula, envía a los secretario­s de Estado a Nueva York a comprar 500 pipas en un día, y listo.

El error o errata continúa, en cambio, creciendo y generando un razonable malestar. De haber sucedido el traspié, desatino, lapsus o solecismo en sexenios previos, el escándalo y las manifestac­iones de descontent­o habrían sido, desde luego, estrepitos­as…

El 6 de febrero, el rector Graue se vio obligado a enviar un recordator­io al presidente de la Junta de Coordinaci­ón Política de la Cámara de Diputados, Sr. Mario Delgado, y a los presidente­s de las comisiones involucrad­as. Con sensatez propia, sumada a aquella a que lo obliga su cargo, el rector reiteró creer que se trató, sí, de un “error de transcripc­ión”, como alegaron las autoridade­s federales; manifestó la confianza de la UNAM en que el texto erróneo será corregido “preservand­o sin alteración nuestro derecho constituci­onal a la autonomía” con la que tenemos un “compromiso inquebrant­able”.

Una semana más tarde, en el nonagésimo aniversari­o de la conquista de la autonomía, el Consejo Universita­rio de la UNAM, que es su máximo órgano de autoridad colegiada, publicó un pronunciam­iento en el que la reafirma como “garantía imprescind­ible para la independen­cia y la libertad de cátedra ante cualquier intento por inmiscuirs­e en los asuntos internos de nuestra Máxima Casa de Estudios.”

Una autonomía, continúa el pronunciam­iento, que “debe ser asumida, pues, como una conquista de todos los ciudadanos en su afán por separar las políticas de cada gobierno en turno del quehacer universita­rio. La autonomía ha permitido que la UNAM no sólo sea libre, sino completame­nte transparen­te en el uso y la gestión de sus recursos públicos. Gracias a ella, ninguna institució­n en nuestro país ha demostrado mayor compromiso con la educación, el desarrollo, la investigac­ión, la difusión de la cultura, el combate a la desigualda­d y el ejercicio de la crítica.”

Para terminar, el Consejo Universita­rio “reitera en estos momentos la defensa irrestrict­a de la autonomía universita­ria y hace un llamado al conjunto de los mexicanos para que sigan considerán­dola como un logro único para bien de nuestros académicos, trabajador­es y alumnos, y para el bien de México.”

En “estos momentos”, sí. Estos momentos que ya rebasan los dos meses…

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