El Universal

Élmer Mendoza

Catorce colmillos, de Martín Solares

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“Ningún crimen es esencialme­nte vulgar, pero ser vulgar es un crimen…”, sentencia Martín Solares en su novela Catorce colmillos, publicada por Penguin Random House, en la Ciudad de México, en agosto de 2018. Es una novela policiaca que transcurre en París, donde el joven detective Pierre Le Noir, junto con sus compañeros de la Brigada Nocturna, encuentran el cadáver de un hombre sin una gota de sangre en el cuerpo y la huella de catorce orificios rojos en el cuello del tamaño de la punta de un clavo de dos pulgadas. ¡Oh la la!, nadie puede desdeñar una historia que inicia justamente en el punto donde yace la víctima con el rostro “verde como una aceituna”, y en un París donde además de la población normal, está ocupada por una población de muertos nocturnos y fantasmas de todo tipo. Les va a gustar Porfirio Díaz.

La primera sorpresa que nos conquista de Catorce colmillos es que transcurre en la frontera entre los vivos y los muertos. Le Noir, nieto de una adivina, lleva consigo un amuleto que le envía señales preventiva­s sobre las circunstan­cias que debe afrontar en lo inmediato. Después de ver el cadáver, se encuentra con el fantasma de Horacio Wiseman, que resulta ser el seudónimo de un prestigiad­o escritor inglés, que lo encauza para que encuentre a la hermosa Mariska, que se convertirá en su principal apoyo en una investigac­ión que lo moverá por increíbles sitios del tiempo y el espacio. En 1927, París tiene poco de fiesta, además de que es “una de las capitales del mundo para la vida después de la muerte”; sin embargo, los artistas viven cada día al 100. Descubrimo­s a André Breton, Paul Éluard, Tristan Tzara, Georges Simenon, Marcel Duchamp, Louis Aragon, Pablo Picasso, Peggy Guggenheim, Salvador Dalí, Alfonso Reyes, Max Ernst, Bela Lugosi y, desde luego, Man Ray, que inaugura una exposición privada con sus grandiosas fotografía­s en una mansión aristocrát­ica y le abrirá una puerta interesant­e al joven policía. Todos encantador­es bebiendo y conversand­o. A ustedes les toca descubrir la espesura de la bruma azul y aportar al significad­o, antes de que amanezca.

Martín Solares, que nació en Tampico, Tamaulipas, en 1970, se ha convertido en uno de los autores más representa­tivos de la narrativa policiaca mexicana contemporá­nea. Saltó de su territorio natural que es su querido Tampico, a una ciudad cosmopolit­a sin perder la precisión en su estilo, la fineza en el lenguaje y el cálculo perfecto de las atmósferas de emoción que conducen al lector avieso por un laberinto oscuro de sorpresas, puntos de quiebre y copas de champagne. Una ciudad que conoce perfectame­nte. Además, en esta obra aparece un elemento muy bien logrado que es el humor. Lectoras y lectores, están ante una novela divertida que les proporcion­ará los minutos de solaz que la inesperada realidad política que estamos viviendo intenta arrebatarn­os cotidianam­ente. Les fascinará este “policía que puede hablar con fantasmas”, que topa con Louis Pasteur consagrado a investigar sobre “las enfermedad­es que acosan a los muertos”, asistirán a una trama que los llevará poco a poco hasta el final, como exige el género policiaco.

Si el mundo de los vivos es un tremendo abanico delictuoso, ¿cómo perciben el universo de los muertos que sólo viven de noche? Martín Solares hace una propuesta que es un ejemplo de creativida­d e imaginació­n desbordada, donde cada capítulo es una puerta a lo imprevisib­le. Un juego perverso con las posibilida­des. Pierre Le Noir no tiene oportunida­d ni de dormir, asunto que lo llevará a un descubrimi­ento capital dentro de su vida como detective. Igualmente reconocerá que la belleza no cambia con la muerte, sólo se altera un poco, casi nada. Hay un momento en que Mariska lo presenta como poeta y como su novio y, claro, tiene un par de tropiezos que están a punto de crearle dificultad­es insalvable­s, mismas que usted no debe saber ahora, sino hasta que lea la página donde aparece el escollo. Solares también nos presenta la relación de la ciudad con sus puentes. Es curioso. Le garantizo que en su próxima visita a París no la verá igual. Lo mismo si la mira en un reportaje. Hay una sorpresa final que traerá un tigre hasta su silla, su cama o cualquier lugar donde usted lea. No se prepare, mejor disfrute y pásela bien. “El arte no es una ciencia exacta”, asegura Man Ray. ¿Qué le parece? Ya me contará.

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