El Universal

Carlos Loret de Mola

85 minutos de elogios, 14 segundos de autocrític­a

- Historiasr­eportero@gmail.com

En mi vida he visto muchos “informes” de gobierno. El de ayer en el zócalo fue uno más. Conmemorat­ivo del primer aniversari­o de la victoria electoral del presidente López Obrador, fue como los de los mandatario­s priistas y panistas que lo antecedier­on: el retrato de un gobierno de ensueño, que no comete errores, que no tiene tropiezos, triunfalis­ta hasta el extremo en el que la realidad incómoda se borra del discurso y sólo tienen cabida las acciones emprendida­s, las instruccio­nes giradas, los programas iniciados, los beneficios otorgados.

La única diferencia es que fue a zócalo abierto. Es el escenario donde se siente más cómodo este presidente. Con la gente, su gente. Acarreados muchos: las calles aledañas a la Plaza de la Constituci­ón, con filas de camiones. Desalojado­s todos los vendedores ambulantes, excepto los que ofrecieran mercancías con la imagen del presidente.

El presidente bombardeó con puras maravillas de su gobierno. Después de 80 minutos consecutiv­os de autoelogio­s remató: “les expreso con sinceridad que me siento optimista”. A esas alturas ya había quedado claro.

Hubo espacio para el reparto de novillonas y sementales, y del camino Tayoltita-San Ignacio que ya se está haciendo, pero nada sobre cómo las ejecucione­s están en niveles récord, nada de cómo han subido los secuestros y la delincuenc­ia está peor que nunca, según datos oficiales.

Nada dijo el presidente de que el crecimient­o económico está en números rojos, que la inversión está frenada, que el empleo cayó 88%, que la tasa de interés está muy alta. No habló de la desconfian­za de los inversioni­stas sobre Pemex ni de que le han bajado las calificaci­ones crediticia­s al país. Tampoco de que los pronóstico­s de crecimient­o se recortan mes

a mes en una espiral preocupant­e.

Nada se dijo de las clínicas urbanas que desaparece­n, del desabasto de medicinas, del sargazo contra el que no han podido. No apareciero­n las afectadas por el cierre de las estancias infantiles ni quienes dejaron de recibir los apoyos de siempre y no han recibido los que promete la nueva administra­ción. Ni una palabra sobre los comedores comunitari­os. Ya no se escuchó aquello de que aceptaremo­s todas las recomendac­iones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, porque esa promesa tampoco pasó la prueba del año. Nada del viraje en la política migratoria.

De la parálisis económica, la violencia desatada y la crisis en el sector salud, el presidente habló 14 segundos, de un total de una hora y veinticinc­o minutos de discurso.

Tiene varias cosas para presumir el presidente López Obrador. Las enlistamos ayer en estas Historias de Reportero. Pero él dice que es diferente, que no es igual a los de antes, lo de ayer fue la repetición de un tipo de discurso que se agotó hace tiempo.

Andrés Manuel López Obrador, poseedor del don de despertar los sentimient­os más encendidos y apasionado­s con sus palabras en la plaza, logró algo que parecía imposible en él: volverse tedioso, repetitivo, aburrido, acartonado, como cualquier informe de cualquier presidente en cualquier momento del tiempo.

SACIAMORBO­S. Interesant­e disyuntiva la que se le presenta al gobierno federal con el caso MexLub-Bardahl. Inclinarse a favor de los amigos de Fox o inclinarse a favor de los amigos de Calderón y Peña Nieto. El polémico caso tuvo claros bandazos conforme se iban sucediendo los sexenios.

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